viernes, marzo 09, 2007

Hablamos con... Roberto Álvarez

En su primera vez con Mario Gas, se embarca en un viaje hasta el complicado Kabul de los talibanes. Su personaje, creado según las indicaciones de Tony Kuschner, también es complejo.

Daniel Galindo: Ante una producción del Teatro Español era difícil negarse, pero daba la sensación de que ya te habías olvidado de la relación íntima que tenías con el teatro...
Roberto Álvarez:
Es cierto, lo confieso: a veces aparecen "ligues" con los que tienes una aventurilla, pero el que es fiel a un sentimiento no puede olvidar tantos y tan buenos momentos de pasión: estuve 20 años en Teatro de la Danza, decidí tomarme un respiro que se convirtió en 7 años alejado de los escenarios, metido en los berenjenales del cine y la televisión. Ahora vuelvo a casa con una obra de este calado y a pesar de la alegría, me siento temblando todo el tiempo por el respeto que le tengo al escenario. Pero se trata de un temor adictivo: el hecho de estar haciendo teatro es una experiencia única, una sensación personal y artística tan diferente a las demás, que merece la pena entregarte a fondo.

DG: Cuando alguien lleva tantos años tirando de un proyecto como Teatro de la Danza, del que sigues siendo socio, resultará difícil desvincularse de la producción...
RA:
Cuesta, cuesta mucho, y sobre todo si la compañía lo ha sido todo para tí durante tanto tiempo. Pero llega un momento en que uno busca la comodidad de ser un trabajador por cuenta ajena al cansarse de tanto esfuerzo en facetas que en un principio no le incumben a uno. Pero lo de la producción lo llevo dentro y no puedo dejar de implicarme.

DG: En este montaje también resultará difícil no inmiscuirse a fondo.
RA:
Es una obra ancha y vasta, son muchas las cosas que se tocan, en ningún momento de soslayo y, por ello, es tremenda. Tony Kuschner, que es un tipo muy listo, ha escrito En casa/En Kabul teniendo muy claro el teatro de Shakespeare, Beckett, Arthur Miller, Tennesse Williams... Su obra es muy compleja, más allá de que la califiquen como teatro político y la ensalcen en polémicas absurdas. Abarcar el texto ha costado mucho trabajo. Te digo, por ejemplo, que he llegado a comprender mi personaje, a encontrarlo definitivamente hace unos días, y eso después de tres meses de ensayos.

DG: Después de tanto estudio a lo mejor puedes decirnos si es el conocimiento la receta contra el fanatismo.
RA:
Creo que sí, al menos es lo que proponen los grandes pensadores. Esta obra pone de manifiesto lo interesante –aunque difícil- que puede resultar mezclarse entre sí. No hay que olvidar el fuerte acento crítico y Kuschner no deja títeres con cabeza, pero decapita a quienes debe hacerlo, a los talibanes, al mundo radical religioso, da igual que sea católico o musulmán, a la soberbia de los estados del decadente primer mundo, responsable de que en el tercero se pudran sin mínimas expectativas de vida. Se nos olvida con demasiada facilidad que las personas en cada ciudad son sobre todo ciudadanos que quieren vivir en paz y ver crecer a sus hijos. Les importa un pimiento los fanatismos, siendo victimas nada más del poder opresor, y el totalitarismo da igual que venga vestido de talibán, comunista u occidental.

DG: Un debate siempre es interesante, mucho más cuando hablas con gente que vive lejos del área donde te desenvuelves.
RA:
En Marruecos, Argelia o Irán, de donde son algunos de mis compañeros, al tratar estos temas del Islam, la religión, la política, cada uno habla de su experiencia en su país. Somos parecidos, pero no podemos olvidar que hemos crecido de manera diferente, mirando con algo de desprecio o desconfianza al otro. Parece una frase hecha, pero convivir como lo hemos hecho, con gente con tus mismas inquietudes, teatrales y vitales, aunque pertenecientes a otras culturas, es tan enriquecedor que sólo tienes que abrir un poco la mente para crecer y crecer como persona.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

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