viernes, octubre 27, 2006

Martín Scorsese

Llega a las carteleras con Infiltrados al tiempo que uno de sus títulos más carismáticos, Taxi Driver, celebra sus primeros 30 años en la retina de los espectadores.

La película protagonizada por Robert De Niro, Jodie Foster, Cybill Shepherd y Harvey Keitel no fue su primera incursión en el mundo del cine pero sí una de las más celebradas, Palma de Oro en Cannes incluida. Antes había rodado Alicia ya no vive aquí y Malas calles, con las que ponía a prueba su mano diestra y su afición por relatar historias.

Aquella fue la primera de muchas: Toro salvaje, New York, New York, Uno de los nuestros, El cabo del miedo, Casino… Con De Niro estableció una relación peculiar parecida a que desde tres cintas atrás le une a Leonardo DiCaprio. Con él como protagonista ha rodado Infiltrados, El aviador y Gangs of New York, sobre la historia de una ciudad en la que él nació en 1942. El de Queens la ha convertido en otra de sus actrices predilectas al estar presente en buena parte de su filmografía y recibir homenajes expresos, como el que le rindió en la trilogía de historias narradas también por Francis Ford Coppola y Woody Allen.

En más de 40 años escribiendo guiones y mirando a través del visor –desde que en 1968 rodó ¿Quién llama a mi puerta?- ha tenido tiempo de hacer experimentos como Kundun, donde recrea la vida del decimocuarto líder espiritual tibetano y retrata la invasión del Tíbet por parte de la China de Mao. No se amedrentó a la hora de levantar polémica con La última tentación de Cristo, adelantándose 15 años a La Pasión, de Mel Gibson, el más inmediato trabajo controvertido sobre el Jesús más humano.

Demostró que es capaz de desenvolverse con soltura en la alta sociedad neoyorkina del siglo XIX, donde ambienta La edad de la inocencia, y en un giro radical puso Al límite a Nicolas Cage y Patricia Arquette en una inquietante historia sobre los conductores de ambulancia. Enamorado del cine italiano, resulta curioso su sobrado acercamiento de 243 minutos con formato documental. Él mismo se encarga de relatar en Mi viaje a Italia la profundidad estética de Federico Fellini, las películas más recientes y los logros del neorrealismo, al que se adscribe buena parte del cine que empezó a ver cuando no tuvo más remedio que refugiarse en la sala oscura ante la imposibilidad de disfrutar de otras actividades por culpa del asma.

No era esta su primera incursión en el género: en 1976 filmó los conciertos de despedida de The Band, por la que pasaron Bob Dylan, Van Morrison, Neil Young, Joni Mitchell, Neil Diamond y Eric Clapton. También le debemos por ejemplo No direction home: Bob Dylan y es posible que pronto veamos otro sobre la intensa trayectoria de los componentes de un grupo mítico que aún perdura: los Rolling Stones.

Un total de 19 candidaturas a los Oscar le avala entre sus compañeros, pero el no haber conseguido ninguna de las 5 estatuillas a la mejor dirección emborronan en parte su historial. No tiene ningún premio de la Academia pero que empiecen a temblar sus compañeros porque Scorsese se toma la revancha, ya que emprende una nueva faceta, la de crítico para una revista que recoge la programación de cine en televisión.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

martes, octubre 24, 2006

Alfonso Cuarón


A sus 45 años se confirma en el universo de los cineastas más críticos y prolíficos de su generación. Pero la trayectoria del mexicano es muy curiosa, producto de un largo camino en el cine.

A mediados de los 90 Sydney Pollack le propuso dirigir Grandes esperanzas, lustrosa incursión en el gigante del norte después de filmar en inglés la adaptación de un cuento llamado La princesita. Sus avales patrios no eran asuntos menores: varios cortometrajes a comienzos de los 80, Sólo con tu pareja, una ópera prima protagonizada por Daniel Giménez Cacho (Celos, La mala educación), y episodios de series de televisión.

Conocido el entramado cinematográfico británico después de rodar Harry Potter y el prisionero de Azkabán, sólo pensaba en adaptar la novela de P.D. James Hijos de los hombres. Su película con mejores críticas, la más controvertida por anunciar un mañana no tan lejano. Ha encontrado el equilibrio perfecto entre acción y conciencia moral. Se decanta por una ágil forma de rodar: cámara en mano, con secuencias largas en las que la cámara no deja de filmar, tono documental... Quería que el triste paisaje que retrata –un Reino Unido del que sólo nos separan 21 años- tuviera reminiscencias del tercer mundo actual y quedase como una mirada realista al presente, la mejor advertencia sobre el futuro que se nos avecina.

Hablar de Hijos de los hombres es hacerlo también del actor Clive Owen, por el que se decantó Cuarón. Asegura que si tuviera que salvar el mundo le tendría como compañero. Juntos han hecho un camino similar en el cine: paso a paso, primero en su país natal, dejándose mimar por Hollywood y dando pasos certeros como esta fábula que avisa de que el futuro es cosa del pasado. El actor británico entrará en su universo del mismo modo que lo hizo Maribel Verdú. Recordemos que Cuarón la dirigió en Y tu mamá también (candidata a los Oscar a la mejor película en habla no inglesa y al mejor guión original) y como productor confió en ella para El laberinto del fauno, de su también amigo Guillermo del Toro.

No pasamos por alto esa faceta, la de productor, ya que el mexicano está detrás de títulos como El espinazo del diablo, la divertida Temporada de patos y El asesinato de Richard Nixon, de próximo estreno. Ahora está metido en nuevos proyectos, como México 68, una mirada no a los Juegos Olímpicos, sino a las trágicas revueltas estudiantiles en su ciudad natal. Podría contar con actores a los que conoce bien, como Gael García Bernal y Diego Luna, además de tener en el reparto a las españolas Diana Palazón y María Casal, populares gracias a la serie Hospital Central.

Entre sus colaboradores, además de su hermano Carlos, se encuentra Emmanuele Lubezki (Sleepy Hollow, El nuevo mundo), responsable de la fotografía de sus películas, desde la primera hasta Hijos de los hombres, la última y más inquietante por el momento.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

viernes, octubre 13, 2006

Sergi López

Con motivo de El laberinto del fauno el año pasado volvía a España a rodar, algo que no hacía desde el año 2001.

En la pantalla grande se despoja de su carisma, pero el actor de 41 años lo sigue conservando una vez conocida su historia de amor con el cine. Quería ser futbolista pero cumplidos los 18 se encontró con el viejo oficio de actor. Se fue a París a estudiar y conoció a Manuel Poirier con quien ha hecho, hasta el momento, 7 películas. La primera fue Western, ‘road movie’ con dos marginados que entronca con la última, Caminos cruzados, versión francesa de Carreteras secundarias.

No es distante ni serio... Eso se comprueba en cuanto te diriges a él y te contesta con una amplia sonrisa en la boca. Viéndole en El cielo abierto, de Miguel Albaladejo, pasa por ser el amigo que quieres tener; aunque en otros títulos como Ataque verbal y Janis & John, utiliza la sonrisa y las palabras para engatusar y camelar. Ahora peca de sádico convertido en una especie de lobo feroz enfundado en un traje de militar. Le toca el rol de ogro en el cruel cuento de hadas de El laberinto del fauno.


Guillermo del Toro sedujo a Sergi López por su inteligencia y su capacidad de narrar. Le contó hace tres años su proyecto cuando era un boceto, pero no se habló más, sólo una cosa: el mexicano quería verle pero no haciendo de buena persona, sin atisbo del aprecio que se le coge hasta en las películas más duras. Como el capitán Vidal, franquista empedernido, no tiene nuestra simpatía moral aunque sí la cinematográfica-, ya que borda un terrorífico y malvado rol sólo comparable al odioso personaje de Sólo mía, donde da vida a un maltratador.

A la espera de entrar en un proyecto sobre el gángster que siempre quiso ser, su próximo trabajo le lleva a Niza, donde rueda Parc, otro thriller donde asegura divertirse tanto como haciendo los Negocios sucios que le encargó en 2002 Stephen Frears junto a Audrey Tautou. La película pasó desapercibida, no así su papel como inmigrante explotador de compatriotas que confirma ese lado oscuro que puede explotar, sin olvidar el punto tierno que deja entrever. Tiene pendiente el estreno en España de Les mots blues, donde da vida a un maestro de niños sordomudos. Con ella visitó la Berlinale, un festival al que en su día se acercó con Caricias y Morir (o no), sus trabajos a las órdenes de Ventura Pons.

Hace un año se enfrascó en la aventura teatral que le iba a permitir saldar las cuentas con su pasado sobre las tablas. Con Non solum se reencontraba con Jorge Picó y quienes le vieron destacan que en pantalla, el catalán de Vilanova i la Geltrú no da ni un cuarto de todo el torrente que es capaz de soltar. Aún así nos quedamos con títulos como Una relación privada y La curva de la felicidad, e incluso con algunos denostados como Lisboa (Antonio Hernández), Harry, un amigo que os quiere (Dominik Moll) por la que se alzó con un César francés, y Hombres felices (Roberto Santiago), cintas menores en las que resalta la labor de un intérprete de fama continental que sigue viviendo en su pueblo como si nada, junto a su mujer y sus tres hijos.

Texto escrito por
Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

martes, octubre 10, 2006

Carmen Maura

Poseedora de un don especial para la interpretación, esta madrileña no tiene parangón en el cine de hoy, al menos en el español.

Hay excelentes actrices, aquí y en Europa, que acumulan experiencia, pero se cuentan con los dedos de una mano las que a sus 60 años continúan en activo, rifada entre los cineastas, acreedora de una mirada diferente y siendo algo que muchos dicen con demasiada ligereza: un icono.

Estaba al frente de una galería de arte cuando su vocación artística fue cobrando fuerza a finales de los sesenta: de los escenarios, los cortometrajes (Pomporrutas imperiales) y los café-teatros saltó a la televisión, donde recibía los piropos de Fernando García Tola ("nena, tú vales mucho"), alternándolos con intervenciones en varios Estudio 1.

Fernando Colomo y Fernando Trueba la convirtieron en la musa de la comedia disparatada que dejaba atrás la transición y se abría paso entre las moderneces y los progres: Alaska –por citar un nombre- era a la música lo que Carmen Maura al cine. Pero antes fue el teatro y antes también, chica Colomo, con Tigres de papel y ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste?

"No fui la primera chica Almodóvar porque en aquellos momentos éramos tres ó cuatro". Con soltura se corta la etiqueta, aunque no se desdice de ella. Pepi, Luci, Bom... y otras chicas del montón sería la primera de seis colaboraciones entre la actriz tragicómica -según él- y el cineasta talentoso -según ella-. Maura puso voz y cuerpo a las historias del manchego, a las primeras, como ¿Qué he hecho yo para merecer esto? y Entre tinieblas, con las que entronca ahora Volver.

Premio Nacional de Cinematografía por su labor indiscutible a nuestro cine, Mario Camus la convirtió en una ex-terrorista de ETA en Sombras en una batalla y demostró, gracias a Ana Belén, Cómo ser mujer y no morir en el intento. Eso antes de instalarse en Francia, donde ha rodado a las órdenes de André Techiné (Alice y Martín), Martín Provost (El vientre de Juliette) y Etienne Chatiliez (La alegría está en el campo, por la que fue candidata al César). Habitual en los repartos internacionales de nuevos y consagrados directores, no le falta tiempo para hacer la maleta e irse a rodar a Argelia (El harén de Madame Osmane), Argentina (El sueño de Valentín), Italia (Ángeles de negro), México (Al otro lado) o Bélgica (25 grados en invierno). También a Israel, con Zona libre, en la que pronto la veremos como suegra de Natalie Portman a las órdenes del realizador Amos Gitai.


Circunstancias de la vida, en España rodó a finales de los 90 Lisboa, junto a Sergi López, el otro embajador de nuestro cine en Francia –con permiso, eso si, de Victoria Abril, Inés Sastre y José García-. Antonio Hernández la trajo de nuevo a España y Alex de la Iglesia hizo que deslumbrase con su protagonista absoluto en La comunidad: un nuevo Goya se sumaba a los conseguidos por Mujeres al borde de un ataque de nervios y ¡Ay, Carmela! donde fue el rostro de la República surgido del imaginario de José Sanchis Sinisterra y tamizado en 1990 por Carlos Saura.

Acaba de entrar en los sesenta y sigue ilusionada con el cine como el primer día. Para comprobarlo sólo basta ver su apoyo a jóvenes realizadoras en sus cortometrajes –dentro del proyecto 50 minutos- y disfrutar de Volver, punto final a 17 años de parón en la relación Maura-Almodóvar y puesta de largo de la misma química, la confianza, que siempre hubo entre musa y creador, esa que le permite hacer cosas al borde del precipicio sin miedo a despeñarse.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

¿Has llegado hasta aquí y te has quedado con ganas de saber más? Pues sigue leyendo...

Hablamos con Pedro Almodóvar.

Crítica de "Volver".

Avanzamos... "Volver".

Perfil de Carmen Maura.

Natalie Portman

Natalie Herslag se dio a conocer en 1994 con León, el profesional, de Luc Besson, y apareció junto a Al Pacino en Heat. Tenía 12 años por aquel entonces y sólo dos después sorprendería con dos títulos diferentes: Todos dicen I love you, de Woody Allen y Beautiful girls, de Ted Demme, una cinta generacional que, fíjense en las casualidades, cuenta con los mismos patrones que Algo en común, la inteligente ópera prima del guionista y actor Zach Braff, rodada en 2004. Entre ambas surgieron películas como Mars attack! (Tim Burton) y Cold Mountain (Anthony Minghella).

En 13 años de carrera ha compaginado sus proyectos en cine con las primeras incursiones en el teatro. En su Nueva York de adopción debutó sobre las tablas con un papel caramelo para cualquier actriz, el personaje de Nina en La gaviota, arropada por Meryl Streep, Kevin Kline y Philip Seymour Hoffman. No quedaría aquí la pasión por la escena, ya que durante la temporada 1997-98 Portman protagonizó en Broadway El diario de Ana Frank, montaje aclamado por el público y la crítica.

Sus estudios de Psicología en Harvard le han permitido encarar personajes con más aristas punzantes de las habituales, como el de Evey en V de Vendetta, una joven bajo la opresión totalitaria de un gobierno fascista que pasa, de la noche a la mañana, de ser una oficinista anónima a una audaz heroína con firme compromiso político. Del proyecto le atrajo las innumerables reflexiones que se extraen de la novela gráfica original de Alan Moore que comenzó a publicarse en 1981 y se completó en 1989.

A sus 25 años, la que durante una década ha sido madre de Luke Skywalker y Reina Amidala en los tres primeros episodios de La guerra de las galaxias, vio como la popularidad frenaba su carrera cinematográfica. No era Portman una actriz que se prodigase mucho en los repartos: tras el acelerón inicial parecía que diese miedo pronunciar su nombre entre los productores. Pero el caché no era problema: asentada en su trono de joven talismán de cineastas independientes –Algo en común, V de Vendetta-, en 2004 comenzó su carrera británica con Closer, de Mike Nichols, en la que compartía protagonismo con Jude Law, Julia Roberts y Clive Owen y por cuya interpretación recibió el Globo de Oro a la Mejor Actriz de Reparto.

Para protagonizar V de Vendetta no dudó en raparse la cabeza y renunciar a otros trabajos. Al fin caía en sus manos el guión de una película movidita con trasfondo social y sustancia política, donde la acción era lo menos importante. Su director, James McTeigue, destaca de ella un talento innato y su gran capacidad de concentración. Portman no es ajena a los tiempos que corren y dicen que es una voraz lectora que introduce en sus conversaciones referencias a Shakespeare y a pensadores contemporáneos. Quizás eso fue lo que convenció a los productores, los hermanos Wachowski (Matrix), de su candidatura frente a otras actrices como Bryce Dallas Howard y Scarlett Johansson, con cuya carrera tiene la de Portman muchos puntos en común.

El año pasado volvió a su Jerusalén natal para rodar Zona libre a las órdenes del más internacional de sus compatriotas cineastas, Amos Gitaï. Si en ésta intervenía en secuencias junto a Carmen Maura, en Los fantasmas de Goya, también a punto de estreno, hacía lo propio con Javier Bardem. Cuatro meses estuvo en nuestro país compartiendo la visión de Milos Forman de una España anclada en la tradición y una corte rendida al genio de Francisco de Goya.

Confesa admiradora de la reina Rania de Jordania, considera que la fama le puede brindar la posibilidad de ayudar a los más desfavorecidos aunque no quiere servir de ejemplo a los que están creciendo. Tiene la cabeza bien amueblada y durante la promoción de su último título ha manejado paralelismos con la Alemania nazi, Guantánamo, Irán y los genocidios en Ruanda, la desmembrada Yugoslavia y Sudán, soltura intelectual en un Hollywood mermado en sus capacidades. Por ello no oculta su deseo de trabajar con directores especiales o controvertidos como Michael Haneke y Roman Polanski y realizar incursiones en el cine europeo. ¿Lo próximo? Paris je t’aime, donde protagoniza una de las 20 instantáneas de amor dirigidas por cineastas como Fernando Trueba, Isabel Coixet, los Coen y Walter Salles.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

Eduard Fernández

Hay personajes con los que todo actor sueña con interpretar. El de Hamlet es uno de ellos. Consciente de su madurez en el medio y de que la idea de seguridad no es buena compañera de viaje, Eduard Fernández afronta uno de sus proyectos más ambiciosos a las órdenes del amigo que a su vez es gran director de escena.

Él está inserto en el experimento a gran escala que monta Lluís Pasqual con actores de toda España. Doble ración de Shakespeare: por un lado la tragedia del príncipe de Dinamarca, que no es otro que él; por otro, La tempestad, donde da vida a un capitán en medio del desastre.

Embelesado por el cine y haciendo lo propio con nosotros desde la pantalla grande, el catalán de 42 años llevaba muchos sin pisar un escenario. Sólo lo hacía cuando debía presentar una película o recoger algún premio como los Goya al mejor protagonista por Fausto 5.0 –incursión fílmica de La Fura dels Baus- y al mejor actor de reparto por En la ciudad (2002), labor también reconocida por la Unión de Actores.

La ascensión de este chico con cara de persona corriente, bajito y aspecto de chuleta fue progresiva desde que Mariano Barroso confió en él uno de los personajes de Los lobos de Washington. Hasta entonces, finales del siglo XX, mucho teatro y televisión en Cataluña con alguna participación menor en largometrajes que han pasado inadvertidos a las órdenes de Rosa Vergés en Souvenir y Juan Manuel Chumilla en Zapping.

Desempeñó registros muy diferentes en El portero y La voz de su amo, hasta que su apellido, muy común, se asoció a un Eduard que hacía el tándem más conocido. Sorprendía por su naturalidad a la hora de encarar hasta los papeles más desagradables y peliagudos pero también los cómicos (Cosas que hacen que la vida valga la pena) y los que le permitían conservar el halo de circunstancia que le envuelve (Smoking room).Marido celoso, y con razón, fue en la adaptación que Bigas Luna hizo de Son de mar, de Manuel Vicent, formando triángulo con Jordi Mollá y Leonor Watling.

Fernando Trueba (El embrujo de Shanghai), Gerardo Herrero (El misterio Galíndez), Montxo Armendáriz (Obaba) y Marcelo Piñeyro (El método) son algunos de los que le han dirigido en cine, aunque son Cesc Gay (En la ciudad) y el citado Barroso (Hormigas en la boca) quienes saben sacarle más jugo. En septiembre veremos qué tal le ha ido con Agustín Díaz Yánes en Alatriste, donde ha dado vida a Sebastián Copons, el compañero de armas del capitán castellano salido del imaginario de Arturo Pérez-Reverte.

Tras el intenso rodaje ha dado rienda suelta por media España a su pasión más temprana en el que está siendo su tercer idilio con Lluís Pasqual, después de Esperando a Godot y Roberto Zucco. El director es otro de los que saben cuidarle y él no hace ascos a tanta generosidad al confesar que sólo con él podía atreverse con el primer espada de Shakespeare.

Juntos han demostrado que se trataba de la mejor elección: el actor presume de que el rol le va como anillo al dedo, a sabiendas de que el director le ha dejado deshacerse de guiños preconcebidos, dando vida a un equilibrado compendio entre la reflexión –que es duda- y lo cómico –por su comportamiento histriónico-, un príncipe danés con aire extrovertido y mucha, mucha ironía, la misma que él le echa a la vida.


Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

Michael Winterbottom

Heterodoxo en su filmografía y siempre con el ánimo de sorprender alzando la voz, este cineasta se ha convertido en uno de los iconos de ese sector del cine europeo que aúna conciencia social y maestría formal.

El universitario de Oxford se apartó pronto del campo de la filología para dedicarse al cine aunque pasando primero por las salas de montaje de la Thames TV, para la que dirigió documentales sobre el cineasta sueco Ingmar Bergman y un par de telefilmes dirigidos a una audiencia juvenil.

Hace poco más de una década fundó junto al productor Andrew Eaton Revolution films que sólo un año después, en 1995, dio como frutos sus primeros largometrajes: Besos de mariposa –que narra el amor de dos lesbianas- y Go now –sobre el drama de la esclerosis múltiple-. El panorama cinematográfico era vasto por aquel entonces y muchas eran las ganas de hacer un cine diferente, prueba de ello fue el impacto que supuso en Cannes Jude, con Kate Winslet y Rachel Griffiths.

Iconoclasta en su forma de hacer cine, su estilo se va haciendo cada vez más personal e identificable. Su progresión le fue llevando a cierto desencantamiento ante el mundo que, después de Wonderland, Welcome to Sarajevo, El perdón y 24 hours party people, se volvió más sosegado, plasmado de cierta melancolía. Dejó prueba de ello en Código 46, una historia sobre un futuro próximo que nos llega a través de los ojos de los personajes a los que dan vida Tim Robbins y Samantha Morton. Y los experimentos siguieron, esta vez bajo el nombre de 9 songs, batiburrillo de sexo y música que no deja indiferente.


En la misma línea que En este mundo –sobre el viaje de dos afganos con Londres como meta- pero por otros derroteros discurre su Camino a Guantánamo, una cinta que ha cosechado buenas críticas desde su estreno en la pasada Berlinale. Su recuerdo del paso por el festival debe guardarlo bajo llave ya que periodistas y público le ovacionaron durante varios minutos por su última incursión en el cine de compromiso ideológico. El Oso de Plata a la Mejor Dirección fue un premio a repartir entre los dos directores de Camino a Guantánamo, Winterbottom y Mat Whitecross, los narradores de esta historia real protagonizada por cuatro jóvenes británicos que fueron a una boda a Pakistán y acabaron retenidos por Estados Unidos cerca de dos años.

Para el cineasta británico de 45 años, su película no es un trabajo de denuncia, sino una obra que va más allá, pretendiendo que el público salga de las salas criticando la situación de lugares como esa cárcel improvisada y pidiendo responsabilidades a quienes practican actividades criminales. Winterbottom vive con la idea de que el cine sirve para que el pueblo no olvide y que el espectador pueda convertirse en protagonista de la historia que se cuenta.

Texto escrito por
Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

Hablamos con... Ana Fernández

Empezó en esto del cine a los 33 años. Hasta entonces llevaba unos años como chica del tiempo en Canal Sur, alguno que otro como locutora de radio "todoterreno" y muchas horas de carretera montando obras de teatro por pueblos.

En el recuerdo de todos están sus trabajos con Pedro Almodóvar (Hable con ella) y José Luis Garci (You’re the one, Historia de un beso, Tiovivo c.1950) y lejos en la distancia, pero siempre presente al hablar de ella, está Solas, la película de Benito Zambrano que la lanzó a la fama en 1998.

Tiene una cuenta pendiente con el teatro pero está muy centrada en el cine. A dos películas por año –el pasado hizo doblete con Morir en San Hilario (Laura Mañá) y Pasos (Federico Luppi)- ahora presenta el estreno casi simultáneo de Amor en defensa propia y Sin ti. Con ellas comienza el goteo de películas protagonizadas por una de las actrices más solventes del panorama nacional. Lo próximo ya está también rodado: Vidas pequeñas, de Enrique Urbizu, Lola, de Miguel Hermoso y El corazón de la tierra, de Antonio Cuadri.


Daniel Galindo: No sales de un rodaje cuando estrenas el fruto del anterior: acabas de estar a las órdenes de Miguel Hermoso Lola, dando vida a Rosario, la madre de Lola Flores.
Ana Fernández:
He sacado todo mi acento andaluz para dar vida a esta matrona que me ha tenido fascinada desde el guión: es valiente, me recuerda a las mujeres de mi familia y es mucho esta mujer. Soy la madre de la artista, papel interpretado por Gala Évora, y como miembro del equipo debo decir que a todos nos ha supuesto un redescubrimiento de la figura de la Faraona, pero intentando no caer en imitaciones. Creo que va a ser uno de los estrenos del próximo año.

DG: Y de un mito como Lola Flores a un personaje también de carne y hueso, pero más terrenal, el de Amor en defensa propia, un rol en apariencia sencillo que te ha dado más de un quebradero de cabeza...
AF:
Si, porque ella pertenece a ese tipo de mujeres que no caen muy bien que digamos. Me centré en ella como pocas veces había hecho en otros trabajos precisamente por la antipatía que me provocaba, por engañarse a si misma, por no haber pisado la tierra en 40 años, por mirarse al espejo y no gustarse. Tenía tantas aristas por pulir...

DG: El debut en el largo de Rafa Russo coincidirá en cartel con Sin ti, cinta del catalán Ramón Masllorens, en la que interpretas a una madre de familia que pierde la vista.
AF:
Fue un trabajo muy duro que me provocó una especie de presbicia acentuada por no enfocar al mirar. El proceso de preparación del papel resultó muy complejo, hablando con gente de la ONCE e intentando experimentar de qué manera vive un ciego, no de nacimiento, sino por accidente. Pero de verdad, lo de la ceguera, a pesar de su gravedad, se queda en mera anécdota, ya que a raíz de quedarse sin vista, este personaje aprende a decir no a ciertas situaciones, incluso en plena lucha por sobrevivir y superar las trabas que se pone a si misma.

DG: Muy satisfecha del personaje, ¿no?
AF:
Sí, sobre todo de su elaboración, ya que he ido descubriendo muchas cosas de Ana, de mí misma, que no había visto a pesar de tantos personajes y tantos años conviviendo conmigo, y es curioso. Siempre que te metes en la piel de otra persona acabas conociendo algo personal, pero gracias a Masllorens y a la ceguera, ocasional, claro, saqué cosas de dentro, como el instinto de superación, que hasta entonces había pasado inadvertido.

DG: Un título más a una filmografía variada: te hemos visto en registros muy diferentes pero siempre queda algo por hacer...
AF:
¿Una comedia por ejemplo? Si, me encantaría y fíjate, pido más si me dejas: hacerla con Carmen Maura, con la que me reí muchísimo haciendo un drama de suspense como La promesa, así que en una comedia debe ser apoteósico. Y que nos dirija Pedro Almodóvar... ¿no sería fantástico?

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

José Luis Cuerda

Había pasado tiempo, siete años, desde que miró por última vez a través del visor de una cámara, pero en sus manos cayó la novela La educación de un hada, de Didier Van Cauwelaert. José Luis Cuerda no se lo pensó dos veces a la hora de dotar de protagonismo a las pasiones, que son la causa de sus mayores placeres y dolores.

El argumento entroncaba con su cine de emociones, un tanto visceral, y sólo había que buscar rostros para esa historia que versaba sobre la necesidad innata en el ser humano de estar con sus seres queridos. El director de cintas como Mala racha, Amanece que no es poco y La marrana se sumergía una vez más en las profundidades de los sentimientos.

Pero intentando huir de la extrema sensiblería y el punto almibarado, Cuerda vuelve a dejar claro que sigue luchando por hacer las cosas como cree que hay que hacerlas. Al escritor de historias -en activo desde los 12 años- le sedujo la posibilidad de hacer suyo un relato escrito por otro, contarlo a su manera y además, aprehenderlo por medio de un encargo a instancias de Gerardo Herrero en su faceta como productor.

Nacido en Albacete hace 59 años, comenzó a estudiar Derecho, pero no tardaría mucho en alejarse de las leyes en cuanto se sintió atraído por el mundo de la imagen: de la realización de reportajes y documentales en Televisión Española (desde 1969) pasó a ocupar un puesto destacable en el área de programas culturales, donde siguió dando rienda suelta a su capacidad creativa con la escritura de guiones para espacios divulgativos y también dramáticos.

A comienzos de los ochenta, en pleno periodo de efervescencia cultural, dirigió su primer largometraje, Pares y nones, que le enmarcó en un naciente género de comedia progre bautizada con el gentilicio de madrileña, género al que también adscriben a Fernando Colomo. Debe ser que Cuerda no gusta de encasillamientos, porque sólo tardó un lustro en adentrarse en el humor surrealista lleno, eso sí, de referencias literarias. Corría el año 1987 cuando El bosque animado llegó a las pantallas y barrió en la segunda entrega de Premios Goya, llevándose cinco galardones, entre ellos los de mejor actor, Alfredo Landa, y mejor guión, por la adaptación de Rafael Azcona a partir de la novela homónima de Wenceslao Fernández Flores.

Tras el éxito que supuso en 1999 su anterior trabajo como cineasta, La lengua de las mariposas, quedó exhausto. Después se centró en la producción de Abre los ojos y Los otros, hasta que con dignidad y sin cursilería se ha vuelto a poner detrás de la cámara, echando mano de la fantasía para resolver ciertos problemas, porque la vida es muy dura. En su afán por no pasarlo mal, ni él ni su público, Cuerda confío en este relato protagonizado por la suiza Irène Jacob y el argentino Ricardo Darín.

Mucho se está hablando del debut de Bebe a las órdenes de Julio Medem en Caótica Ana, pero pocos conocían el hecho de que la cantante, mitad valenciana, mitad extremeña, se hubiese puesto en manos en Cuerda y que ya apareciese en Al sur de Granada. Aún así de puntillosos, hay que destacar la destreza del cineasta a la hora de encontrar nuevos valores: el mejor ejemplo lo personifica Alejandro Amenábar y su Tesis, tarjeta de presentación en formato largo. El de los niños en plató es tema aparte, ya que casi siempre hay historia que requiera un actor de menor edad. Además de La lengua... y la fábula recién estrenada, con el niño Víctor Valdivia en uno de los papeles principales, Cuerda presenta un abanico de interpretaciones infantiles en sus películas, ya que considera que son lo mejor que hay y verles actuar es similar a ver crecer una flor.

Este tierno cineasta que se declara pesimista ante la vida (en palabras de Truffaut, "un optimista bien informado") nos invita a que descubramos los secretos del bosque, paradigma de un microcosmos e imagen eficaz de lo que es el mundo, con sus diferentes alimañas y también sus dulces moradores.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

Gonzalo de Castro

A falta de tres asignaturas, se quedó sin licenciarse en Derecho. No tuvo ni que colgar la toga para decantarse por una de las profesiones más antiguas del mundo. Después de un intenso máster en televisión, debe reconquistar su lugar en los escenarios.

Tablas no le faltan porque él ha hecho de todo por su pasión por el teatro y ya en sus inicios fue técnico en el desaparecido Teatro Maravillas (no olvidemos que el actual es de nueva planta) hasta que tuvo la oportunidad de dar muestras de sus dotes para la interpretación.

No estuvo en el reparto inicial de la serie 7 vidas, pero pocos saben que estaba allí, detrás de las cámaras, como ayudante de dirección. Entró en el incipiente fenómeno televisivo con la intención de convertirse en uno de los personajes y la prueba de fuego le llegó cuando en el capítulo decimoquinto le dijeron: "toma, apréndete estas frases". Al final acabó como uno de los supervivientes de la serie: 15 temporadas, 7 años en total, se mantuvo en ese formato a medio camino entre la comedia de situación y el teatro en directo, por lo atípico de su grabación.

Unos cuantos años antes, en 1992, el catalán Lluís Pasqual le dirigió en Tirano Banderas y poco después repitieron Haciendo Lorca. A estas obras siguieron otras como Calígula, en una nueva versión de José Tamayo, y Testamento, de Gerardo Vera, además de otras piezas bajo la atenta mirada de Lluís Homar y Sergi Belbel. Y compaginaba sus trabajos como actor con otras funciones como la de regidor, resultando curiosos que ahora, una década después, regrese al María Guerrero de manos de Bertolt Brecht, donde fue ayudante de dirección de Terror y miseria del Tercer Reich.

El madrileño aparcó el teatro por la televisión, pero siempre que había un proyecto interesante, volvía. Eso le ocurrió cuando se le presentó la oportunidad de protagonizar Como en las mejores familias junto a Nathalie Poza, Julieta Serrano, Blanca Portillo, Javier Cámara y Pau Durá. Al igual que los tres últimos, Gonzalo asumía también la faceta de productor con este montaje pero siguió siendo un actor por cuenta ajena: Juan Mayorga escribió un nuevo texto para la compañía Animalario, Últimas palabras de Copito de Nieve y él, junto a Pedro Casablanc y Tomás Pozzi, se subió de nuevo al escenario.

Entretanto este madrileño de 43 años logró su primer gran papel en cine, aunque sólo a medias. De animales iba la cosa ya que consistía en poner voz a Melman, la alocada jirafa de Madagascar. Quienes le conocen aseguran que tiene una capacidad innata para expresar sus emociones y comunicarlas al auditorio, también a través de su palabra.

Convertido en aguador, es el primero de una ciudad oriental que da la bienvenida a tres de los más importantes dioses en la revisión que el Centro Dramático Nacional hace de una intensa obra de Brecht. A sus 43 años está empeñado en buscar a La buena persona de Sezuan y quién sabe si pronto dará rienda suelta a otra de sus aficiones, la gastronomía, abriendo un restaurante con mucha esencia teatral.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

jueves, octubre 05, 2006

Hablamos con... Eduardo Aldan

Su recorrido por la memoria y la infancia consigue dibujar sonrisas y sacar alguna que otra lagrimita. Con Espinete no existe invita a disfrutar de sensaciones que son patrimonio de todas las generaciones y afronta la dura tarea de convertir los bajos del Teatro Gran Vía en una islita en medio del inmenso océano donde sólo hay grandes espectáculos.

A fuerza de constancia ha conseguido reestrenar montaje propio donde se revela como artista integral (director, intérprete, productor y guionista). Tiene ganas de explorar aunque sólo con una cosa clara: no se considera actor sino comunicador. Lo corrobora su trayectoria en el viejo oficio del contador de historias.


Daniel Galindo: Cerraste temporada y vuelves al mismo escenario, una proeza sólo destinada a los musicales y algún montaje dramático...
Eduardo Aldan:
Y yo creía que era sólo para un mes. El público actuó como chivato y tuvimos que ampliar y claro, yo encantado, porque Espinete no existe es parte de mi vida, mi caja de recuerdos particular. Y al final la he abierto. Era un capricho tan mío que no quería que nadie metiese mano, por eso ha tardado en ver la luz.

DG: Nos gusta recordar viejos tiempos, incluso los que no fueron buenos. Y aunque parezca que el espectáculo entronque con los que fueron niños en los 70 y comienzos de los 80, es cierto que arrastras a mucha gente.
EA:
Hay gente mayor y más joven que conecta igual. Es el caso de nuestra generación anterior, que ha vivido esa época como padres o abuelos. Al intentar transmitir sentimientos el resultado no es algo concreto. Además uno se da cuenta de que cuando particulariza generaliza aún más: cuanto más hablas de ti mismo, mejor se identifica contigo el público.

DG: Muchos te identifican con las factoría de El club de la comedia. ¿Cuesta quitarse el sambenito de monologuista televisivo?
ED:
Si lo hay, que seguro que sí, desde luego no es un estigma, todo lo contrario: es una buena marca pero no duradera, al menos si pretendes huir de fórmulas establecidas. Es una escuela muy digna, con sus limitaciones y sus aciertos. Hay que cuidar el género y hacerlo crecer con nuevos retos. Durante esa etapa me sentí muy libre e incluía retales sobre la infancia, las chucherías, el material escolar... Todo está en este espectáculo y confieso que era parte de un plan diabólico concebido desde tiempo atrás. Como George Lucas y su Guerra de las Galaxias, yo tenía que contarlo todo en dos horas, después de pulir mucho y hacerlo a mi gusto. Desde que empecé a escribir la primera línea han pasado 5 años. Y sigue evolucionando, porque las opiniones y los puntos de vista ajenos, sugeridos no impuestos, son buenos y necesarios.

DG: El monólogo es una fórmula arriesgada y por eso debe sorprender, jugar con herramientas muy concretas, ir del humor al drama...
EA:
Y eso es un riesgo... No es comedia al uso ni una estructura cerrada donde ya sabemos cómo empieza y cómo puede acabar. Cuando el humor es previsible pierde su gracia, la capacidad de sorpresa. Le tienes que dar ritmo, intensidad y fondo para no buscar sólo la risa. Hay gente que llora y eso para un cómico que persigue comunicar, tocar la fibra sensible, es el mayor de los premios. Pienso en Chaplin, que era un maestro porque su comedia llevaba implícita poesía, crítica, capacidad de conmover, potencia visual y mensaje. Sólo hay que ver El gran dictador, que es arte porque te conmueve.

DG: Y después de Espinete...
EA:
A veces me preguntó qué voy a hacer en mi vida si ya he contado lo que quería. ¿Voy a estar otros 10 años preparando lo siguiente? Pues a lo mejor sí, pero ya tengo claro un punto de partida. Esto ha sido el comienzo de la exploración, mis primeras pruebas... Lo siguiente va a ser totalmente diferente, no hay competencia por ahora. Pero mientras sale seguiremos con recordando nuestros momentos de ayer.

Contenido íntegro del texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.