Hay excelentes actrices, aquí y en Europa, que acumulan experiencia, pero se cuentan con los dedos de una mano las que a sus 60 años continúan en activo, rifada entre los cineastas, acreedora de una mirada diferente y siendo algo que muchos dicen con demasiada ligereza: un icono.
Estaba al frente de una galería de arte cuando su vocación artística fue cobrando fuerza a finales de los sesenta: de los escenarios, los cortometrajes (Pomporrutas imperiales) y los café-teatros saltó a la televisión, donde recibía los piropos de Fernando García Tola ("nena, tú vales mucho"), alternándolos con intervenciones en varios Estudio 1.
Fernando Colomo y Fernando Trueba la convirtieron en la musa de la comedia disparatada que dejaba atrás la transición y se abría paso entre las moderneces y los progres: Alaska –por citar un nombre- era a la música lo que Carmen Maura al cine. Pero antes fue el teatro y antes también, chica Colomo, con Tigres de papel y ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste?
"No fui la primera chica Almodóvar porque en aquellos momentos éramos tres ó cuatro". Con soltura se corta la etiqueta, aunque no se desdice de ella. Pepi, Luci, Bom... y otras chicas del montón sería la primera de seis colaboraciones entre la actriz tragicómica -según él- y el cineasta talentoso -según ella-. Maura puso voz y cuerpo a las historias del manchego, a las primeras, como ¿Qué he hecho yo para merecer esto? y Entre tinieblas, con las que entronca ahora Volver.
Premio Nacional de Cinematografía por su labor indiscutible a nuestro cine, Mario Camus la convirtió en una ex-terrorista de ETA en Sombras en una batalla y demostró, gracias a Ana Belén, Cómo ser mujer y no morir en el intento. Eso antes de instalarse en Francia, donde ha rodado a las órdenes de André Techiné (Alice y Martín), Martín Provost (El vientre de Juliette) y Etienne Chatiliez (La alegría está en el campo, por la que fue candidata al César). Habitual en los repartos internacionales de nuevos y consagrados directores, no le falta tiempo para hacer la maleta e irse a rodar a Argelia (El harén de Madame Osmane), Argentina (El sueño de Valentín), Italia (Ángeles de negro), México (Al otro lado) o Bélgica (25 grados en invierno). También a Israel, con Zona libre, en la que pronto la veremos como suegra de Natalie Portman a las órdenes del realizador Amos Gitai.
Circunstancias de la vida, en España rodó a finales de los 90 Lisboa, junto a Sergi López, el otro embajador de nuestro cine en Francia –con permiso, eso si, de Victoria Abril, Inés Sastre y José García-. Antonio Hernández la trajo de nuevo a España y Alex de la Iglesia hizo que deslumbrase con su protagonista absoluto en La comunidad: un nuevo Goya se sumaba a los conseguidos por Mujeres al borde de un ataque de nervios y ¡Ay, Carmela! donde fue el rostro de la República surgido del imaginario de José Sanchis Sinisterra y tamizado en 1990 por Carlos Saura.
Acaba de entrar en los sesenta y sigue ilusionada con el cine como el primer día. Para comprobarlo sólo basta ver su apoyo a jóvenes realizadoras en sus cortometrajes –dentro del proyecto 50 minutos- y disfrutar de Volver, punto final a 17 años de parón en la relación Maura-Almodóvar y puesta de largo de la misma química, la confianza, que siempre hubo entre musa y creador, esa que le permite hacer cosas al borde del precipicio sin miedo a despeñarse.
Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.
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