viernes, abril 20, 2007

Hablamos con... Juan Carlos Rubio (una entrevista)

Estrenar tres textos en la misma ciudad es una hazaña, pero este cordobés de 39 años lo ha conseguido. Sus obras llenan teatros en Miami, Chile, Puerto Rico... Vive un buen momento pero se mantiene con los pies en la tierra. La escritura le ha atrapado con tanta fuerza que casi ha aparcado su carrera como actor: le ha perdido el gusto, por ahora...

Cuando le toca ser director intenta ser invisible para dar protagonismo al texto y los actores, con quienes goza en cada representación. Por cierto, dirigir, escribir, interpretar... al final todo consiste en lo mismo: contar historias y las suyas son diferentes porque busca no repetirse, provocar siempre sensaciones distintas en el público.


Daniel Galindo: Tal y como está el entramado teatral, es casi un honor hablar con un autor español que tiene dos textos representándose a la vez...
Juan Carlos Rubio:
Lo cierto es que me siento muy feliz, imagínate, pero hay que mantenerse algo escéptico: hoy no tienes tiempo para dedicarte a una sola cosa y mañana todo se ha esfumado. Conste que no me quejo, sólo alzo un poco la voz y planteó la realidad de la dramaturgia española, que estamos muy mal tratada por lo general.

DG: Las 'salas grandes' parecen esquivar a los autores españoles. Siempre hay excepciones y algunos logran entrar en los circuitos (Jordi Galcerán, Lluisa Cunillé, Juan Mayorga, Albert Espinosa...). ¿Hay que recurrir a un exilio forzoso?
JCR:
Para que las obras no se queden en un cajón, quizás... La eterna frase de que en España no hay autores es mentira y has puesto buenos ejemplos. En mi caso, Humo se ha traducido al francés, Las heridas del viento al italiano, eso quiere decir que hay interés por estrenarlas por allí. Me llena de orgullo, pero a veces me gustaría seguir el camino contrario: que las obras se viesen en España y luego salieran en la maletita de alguien. Pero siempre hay gente que tira de los proyectos, como Juan Luis Galiardo, que quiere llevar Humo hasta el último rincón de España después de que abandonemos el Maravillas en junio.

DG: En el caso de los dos textos que podemos ver en Madrid, Humo es más abierta, una especie de torrente, mientras Las heridas... es más poética e íntima, de búsqueda interior...
JCR:
Me llena de satisfacción ver a los espectadores que salen de Humo con una sensación buena y de la Triángulo, muy tocados. Hay casi 7 años de distancia entre las dos: escribí Las heridas... en 1999, Quería dedicarle a mi padre una función, que fuera para él, porque los homenajes, los reencuentros, hay que hacerlos en vida. Pretendía hablar acerca de la incomunicación, buscada o no, de que a veces culpamos a los demás, dar pinceladas sobre de las angustias. También quería sacar a la luz el tema de los amores equivocados, de la falsa idea acerca de cómo no te puedes apartar de las cosas que no te convienen: nos duela o no, todos podemos evitarlo. Lo que no nos merecemos es estar toda la vida sufriendo y nos lo recuerda el personaje de Juan, interpretado por un espléndido Marcos Casanova: 'háganme caso, nunca se enamoren de alguien que les desprecie'.

DG: Es una de las perlas preciosas, palabras llenas de significado y emoción que ilustran este texto, de esos que quieres tener en casa para releer de vez en cuando...
JCR:
Es una obra muy sencilla de planteamiento, sólo dos personajes y una historia pequeña. Intenté que su elaboración viniese de la psicología de los personajes: lo que sienten, lo que quieren, lo que han perdido, sus sueños, sus miedos... Con un lenguaje muy poético, casi al borde, juego con el misterio, con los caminos que parecen llevarnos a ciertos remansos. Si no están los actores adecuados, la obra puede resultar muy dura.

DG: Se te ilumina la cara cuando hablas de tus actores, de los dos repartos: si un espectador se emociona con la obra, ¿qué se le pasa por la cabeza al autor que ve cómo su obra cobra vida?
JCR:
Yo me quedo embobado como el primer día. Cuando volé a Miami en enero de 2005 yo no sabía nada acerca de este montaje y les vi: viví una de las experiencias más intensas de mi vida. Al no conocerles, ellos eran los personajes: consiguen darle alma, carne y pasión, hacen suyas muchas frases que son muy literarias... Ellos, además del director Juan Manuel Cifuentes, hicieron que la obra fuese candidata a cinco premios de la crítica de Nueva York. No quería que los espectadores españoles dejarán de sentir lo que me provocó y por eso, como mini-productor, les embarqué en esta corta pero apasionante aventura.

DG: Además de marcharte a Chile para dirigir Humo, lo próximo que cobrará vida es Arizona, texto que ahora está en fase de 'lectura dramatizada con visos a...'. Cantan e interpretan Carmen Conesa, Miguel del Arco y Ángeles Martín. ¿Quién sabe si pronto les veremos sobre otros escenarios?
JCR:
Ojalá. Me apetecía escribir algo más extraño, con menos peaje al realismo, pero basándome en un hecho concreto: ciudadanos estadounidenses que se dedican a patrullar la frontera para impedir la llegada de los mexicanos, una especie de comando social privilegiado sobre el que el gobierno hacía la vista gorda. Más absurdo aún era el que ellos dijeran de sí mismos que estaban ahí para reflexionar con los vecinos, eso sí, con un rifle en la mano. Es tan sólo la excusa para hablar de otras realidades, como la nuestra, con el Estrecho como trágico escenario: alguna razón habrá para parcelar el mundo, pero yo odio la idea de delimitar todo y definirnos 'de aquí', 'de allá', con lo enriquecedora que es la mezcla.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

Danny Boyle, un perfil

Su manera de hacer cine, arriesgada y sugerente, gana adeptos, sin olvidar que es capaz de conciliar dos modelos de industria: el europeo y el norteamericano.

Analizando su filmografía encontramos experimentos que van más allá de las meras películas: 10 años separan por ejemplo Tumba abierta de Millones, dos aproximaciones distintas a la hora de afrontar un mismo tema: la primera con aire más desencantado, aderezada con misterio y humor negro, y la segunda, dando pie a la fantasía.

Después de la fábula cuasi-infantil, muchos pensaron que este valorado cineasta había dulcificado sus formas, pero no, tan sólo sigue siendo fiel a su ideario, dominado por la máxima de jugar con el espectador, desconcertarle, no darle tregua. Lo mismo nos relata una entrañable historia protagonizada por dos mocosos que atesoran un botín de 230.000 libras esterlinas (haga el cambio: 1 euro equivale a 67 peniques) que embarca a un reparto en Sunshine, un viaje suicida hacia el astro rey, a punto de morir y llevarse con él todo rastro de vida.

Detrás de estas y otras cintas se esconde la misma persona, un genio creativo de 51 años que cuenta con la extraordinaria facultar de narra historias. A mediados de la pasada década brotaron en el vasto páramo cinematográfico internacional creadores dotados de un don especial que les permitía olisquear por los diversos formatos y géneros. Cineastas británicos como Michael Winterbottom, Danny Boyle y, algo antes, Stephen Frears, comenzaban a contar con el beneplácito de público y crítica.

El segundo largometraje de un director teatral que venía de Manchester se convirtió en visado de entrada a la industria norteamericana: Trainspotting llevó a Hollywood a Boyle y su actor fetiche, Ewan McGregor (en casa se quedaría Robert Carlyle). Juntos rodarían Una historia diferente, con Cameron Diaz y a medio camino entre lo comercial y lo independiente con marca.

Con Leonardo DiCaprio y Virginie Ledoyen rodó La playa en uno de los parajes asolados por el Tsunami que cambió en diciembre de 2005 la geografía física y humana del sureste asiático. Su escasa repercusión en las pantallas norteamericanas, que no en el resto del mundo, le hicieron replantearse su futuro inmediato. Deja Hollywood por su país natal y comienza una nueva senda por un terreno que hace 15 años era impensable en el Reino Unido, donde dominaba el cine con conciencia social de Ken Loach y otros que denunciaban el régimen político de Margaret Thatcher, la dama de hierro.

Él mismo había rodado Tumba abierta (1994), más cínica ante el poder del dinero que su recién estrenado cuento moral, en el que encontramos la conexión Winterbottom, cineasta de su generación con el que coincide en más aspectos que en los estrictamente formales: Millones se levantaba sobre un argumento de Cottrelll Boyce, guionista de 24 hours party people, y estaba producida por Graham Broadbent, que estuvo al tanto de Welcome to Sarajevo, ambas del director de Código 46, que el año pasado desembarcaba en la cartelera española con Camino a Guantánamo.

Boyle tiene la intención de adaptar al cine Porno, continuación literaria de Trainspotting, de Irvine Welsh. Se trata de un proyecto que uniría de nuevo a Boyle y McGregor, al que se tilda como demasiado mayor para encarnar al mismo personaje que le elevó a la fama hace algo más de una década. Mientras llegue la confirmación continúa en su afán de despistarnos tocando palos distintos: ahora le toca el turno a la ciencia ficción con Sunshine, un título que pertenece a la hornada de cintas apocalípticas con sustancia y ambientadas en un futuro no tan lejano (caso de la apabullante Hijos de los hombres, de Alfonso Cuarón).

Como siempre, ha contado con libertad para hacer lo que quería desde un principio: acercarse, física y metafóricamente, al sol como nadie lo había hecho antes, con una trama apoyada en el suspense y el terror, sin olvidar los componentes filosófico y religioso, y empleando un reparto capaz de interpretar los personajes límite creados por uno de sus guionistas habituales, Alex Garland, y él mismo.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

Jim Carrey, un perfil

'Sólo me gusta el de El show de Truman. ¿El que no pone caritas? Sí, ese, aunque también tiene ahí sus mohines'. ¿Es que hay dos actores? Desde luego: el exagerado y el normal.

Corríjanme si me equivoco pero este mini-diálogo lo hemos escuchado más de una vez, seguro. También eso de que Carrey es el actor de las mil caras y no es para menos: duende verde y maligno en El Grinch, acertijo misterioso (un poco copia de Joker) en Batman Forever, cómico incontenible en Man on the moon, y lelo, muy lelo, en Dos tontos muy tontos.

Los otros 996 rostros los encontramos en sus más de treinta interpretaciones sólo en cine, las que suma una filmografía que se inició quince años antes de que saltara a las pantallas de todo el mundo a mediados de los noventa con Ace Ventura, un detective diferente y La máscara. Por aquel entonces aún pasaba desapercibido el que destacó en series de televisión después de recorrer bares como humorista de carretera y trabajó a las órdenes de Francis Ford Coppola en Peggy Sue se casó, de Clint Eastwood en La lista negra, y en una mítica producción de serie B, Mordiscos Peligrosos, junto a Lauren Hutton.

Pocos intérpretes generan amor y odio a partes iguales como el canadiense nacido hace 45 años, eterno candidato a Globos de Oro: 6 candidaturas, 2 convertidas en premio por el histriónico artista Andy Kaufman –dirigido por Milos Forman- y su querido Truman. Premios a un lado, Carrey atesoró éxitos más populares, como Un loco a domicilio, Mentiroso compulsivo y Yo, yo mismo e Irene, sin olvidar su incursión en el terreno menos comercial con Olvídate de mí, de Michel Gondry (La ciencia del sueño).

Lo último suyo en llegar a las carteleras españolas es Número 23, un thriller psicológico que gira en torno a la presencia de esa enigmática cifra, capaz de convertir una vida idílica en una pesadilla. Su director, Joel Schumacher, se convirtió en uno de sus principales valedores desde que trabajó con él en la tercera entrega de la saga protagonizada por el hombre-murciélago.

Aunque Carrey echó el freno al bólido del cine, tiene pendiente de estreno su segunda colaboración con Cameron Diaz, su 'partenaire' en La máscara. Entre sus proyectos inmediatos destaca un título bajo la atenta mirada de Tim Burton, además de protagonizar una nueva comedia y poner voz a un elefante de animación.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

sábado, abril 14, 2007

Judi Dench, un perfil

La profesora déspota y ermitaña presa de su soledad en Diario de un escándalo es la misma que ha puesto a raya al agente 007 en 4 ocasiones, la primera, a petición de Pierce Brosnan.

Londres, 1969. Se abre el telón del Kit Kat Club y vemos a una Judi Dench de 35 años bailando y embelesando a los hombres en Cabaret. Fue tres años antes de que Liza Minnelli inmortalizara en la gran pantalla al personaje de Sally Bowles. La británica llevaba dos décadas subida a las tablas, desde que debutó en 1951 con Hamlet en el papel de Ofelia.

Diez años después se puso a las órdenes de Franco Zeffirelli en Romeo y Julieta y se unió a la prestigiosa Royal Shakespeare Company, comenzando las giras con obras como El lobo, Macbeth y La importancia de llamarse Ernesto. Su dilatada carrera en teatro le ha permitido afrontar proyectos como directora: a mediados de los 80 afrontó una versión de Mucho ruido y pocas nueces, con Kenneth Brannagh y Emma Thompson como protagonistas.

Y ahora toca decirles que no se ha equivocado de sección, que continúa en la de Cine. El caso es que Judi Dench considera que su salto al celuloide fue algo no premeditado y, hasta cierto punto, curioso: Brannagh, uno de sus discípulos en los escenarios, le ofreció pequeños papeles en sus primeras películas, Hamlet y Enrique V, pero fue James Ivory quien le dio su primer papel de peso en Una habitación con vistas.

Su filmografía es tan amplia que abarcarla en su totalidad cuesta: desde la historia típicamente inglesa (84 Charing Cross Road, Su majestad Mrs. Brown) hasta las últimas cuatro entregas de James Bond, pasando por relatos narrados de manera atípica, como Chocolat, y reencuentros con amigos de siempre, como el que tuvo con Zeffirelli en Té con Mussolini. Allí coincidió con Maggie Smith, una habitual en su vida ya que juntas rodaron La última primavera. Con Vanesa Redgrave también ha compartido muchos títulos de crédito y va camino de repetir hazaña con Cate Blanchett, con quien también rodó Atando cabos a comienzos de siglo.

En cuatro ocasiones ha sido candidata al Oscar a la mejor actriz (Su majestad Mrs. Brown, Iris, Mrs. Henderson presenta y Diario de un escándalo) y otras dos veces ha optado por el que reconoce a la mejor actriz de reparto, por Chocolat y Shakespeare enamorado, por cuya interpretación, la más corta de todas las que han concurrido a este premio –8 minutos-, se alzó con la estatuilla.

Se da la paradoja de que en la pasada edición de estos premios coincidió con Kate Winslet y Helen Mirren, dos actrices que, con diferentes edades, reconocen ser deudoras de las enseñanzas de Dench, Smith y Redgrave, tres representantes vivas de una generación imprescindible en la vida cultural del Reino Unido. Y pesar de todo, la Dama de Honor del Imperio Británico, teme quedarse sin trabajo. ¿Usted se lo cree?

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

Entrevista Elvira Mínguez

Fue descubierta en 1994 por Imanol Uribe en Días contados y desde entonces la actriz vallisoletana que iba para bióloga no ha dejado de captar adeptos por sus buenas maneras: Me llamo Sara, El portero, Sólo mía, Pasos de baile, Los abajo firmantes, Trece campanadas... Pero ella es agradecida: sólo tiene buenas palabras para los hermanos Ulloa después de que la convirtiesen en principal reclamo de Pudor, cinta por la que en Málaga repitió premio, Biznaga de Plata a la mejor actriz, dos años después de Tapas.

Daniel Galindo: Coincidimos en que Pudor es dura con ciertos toques de optimismo. ¿Qué otros aspectos destaca de la cinta?
Elvira Mínguez:
Hablar de temas como la muerte y el sexo supone, incluso en el cine, un pudor verdadero y esta película, además de ser una ópera prima, es valiente y planta ahí esos temas. Es una reflexión sobre la vida aunque narrada desde un rinconcito concreto.

DG: Sus últimos personajes, los de Tapas y Pudor, comparten el hecho de ser dos mujeres maduras acuciadas por la soledad...
EM:
Sí, son parecidas, pero las soledades en las que están inmersas son diferentes: por un lado está la física de Tapas, que es muy dura porque no tienes a nadie, y por otro está el destierro acompañado de mucha gente a tu alrededor, que es también muy terrible por la asfixiante sensación de incomunicación. De éste me atrajo, además de la historia, el proceso de creación del personaje desde cero, distinguiendo poco a poco su horizonte.

DG: ¿Le da pudor escuchar lo que dice Tristán de su actriz fetiche? 'Da una lección de entrega y generosidad, es una de las mejores de su generación y su gran calidad interpretativa la remata con la gran persona que es'.
EM:
Un poco sí. Cuando recogí el premio en Málaga sólo quería decir que todo en esta película se lo debía a los hermanos Ulloa, pero no pude, sólo me salían las lágrimas. Pensaba que no me merecía la Biznaga, la segunda ya: se la debo por completo a Tristán y David Ulloa.

DG: ¿Qué le han dado estos hermanos, además de un personaje difícil pero hermoso? ¿Un nuevo pasaporte hacía los Goya?
EM:
No, no lo creo, aunque si recojo otro, bien estaría... El del personaje de Pudor ha sido un viaje más largo que el de otros realizados en mi vida. En el plano emocional no sabías hacia dónde te podía llevar, pero Tristán y David siempre estuvieron pendientes de mi, además de darme carta blanca. Tristán, a diferencia de otros directores que son más herméticos e impenetrables, compartía con los actores sus miedos e inquietudes del rodaje y además recibía todas nuestras consultas acerca de los personajes. Es algo que destaca en todos los actores que se atreven con la dirección.

DG: ¿Y Elvira Mínguez se atreve a dar ese salto?
EM:
Por ahora no, aunque lo que sí querría es poder disfrutar de un papel cómico. Va conmigo y con mi forma de ser, pero soy consciente de que, según qué roles, hacer comedia, requiere un músculo especial: es mucho más difícil y complejo que afrontar un drama y como cada vez la gente se ríe menos, a lo mejor me iba a costar sacar la carcajada.

DG: Con José Corbacho y Juan Cruz se ríe mucho... ¿algún proyecto en común?
EM:
Hay algo, hay algo... Pero hasta que no nos sentemos, con un guión delante, no podemos decir ni mu. Por ahora está, además de Pudor, el estreno de La caja, de Juan Carlos Falcón, que por cierto es comedia dramática muy negra. Es la historia de un hombre relatada por las mujeres de su vida, entre las que están María Galiana y Ángela Molina.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.