sábado, marzo 24, 2007

Hablamos con... Natalia Menéndez

Requerida por la Compañía Nacional de Teatro Clásico y al frente de Tres versiones de la vida, le ha llegado la hora de demostrar toda su valía como directora de escena. El invierno bajo la mesa en el Centro Dramático Nacional y las colaboraciones con 10 y 10 danza fueron algunos de sus avales. Pronto veremos un proyecto que lleva a cuestas desde hace años, por ahora nos da una pista: serán 15 mujeres sobre el escenario del Teatro Español. Suma y sigue.

Daniel Galindo: El curioso impertinente, las colaboraciones con el CDN y Silvia Marsó, la danza... ¿Mente abierta para recibir todos los impulsos del teatro?
Natalia Menéndez:
No sólo del teatro, sino de la vida misma. El abanico de posibilidades es tan amplio que no hay que limitarse: las barreras ya las ponen otros. A veces tomas unas decisiones que te llevan a lanzarte a lugares donde antes ni te atrevías. Siempre he sido muy pudorosa con respecto a llamar a las puertas y de pronto llega un día en el que te ves capacitada para hacerlo. Que te florezcan las flores te resulta muy raro, sobre todo si estas acostumbrada al arado.

DG: ¿Y cómo se produce tu acercamiento al teatro clásico?
NM:
El director de la CNTC, Eduardo Vasco, me ofreció cuatro textos, entre ellos El curioso impertinente, que me salta a la cara y me atrapa con tal fuerza que no tuve que reflexionar acerca de mi elección. Coincidió en el tiempo con la propuesta que me hizo Silvia Marsó para que dirigiera Tres versiones de una vida. Me pareció un reto interesante tocar palos tan distintos, viajar hasta el Siglo de Oro y luego subirme a un ring interpretativo planteado por una autora viva, Yasmina Reza, que no ofrece respuestas, sino que plantea preguntas con respecto a las grietas de lo cotidiano en una pareja. Había que tener actores que quisieran jugar a voltear, a permutarse, y así nos plantamos este montaje, como un enredo.

DG: También un embrollo, aderezado por los celos, la amistad y la ostentación del uso del poder, domina una obra que ya, desde la entrada de los personajes a escena, da la sensación de que está resuelta de manera ágil...
NM:
Un texto desconocido parte con desventaja, por eso hacía falta que todo pareciera muy fácil. Pero el mérito no es sólo nuestro: cuando Guillén de Castro se recrea en este relato incluido en el Quijote, ya lo consigue. No creo que hayamos exagerado las tuercas, casi se podría decir que Yolanda Pallín no ha hecho una versión sino una adaptación de un autor muy inteligente. Cuenta con un sentido del humor nada suave, que tiene más que ver con la rudeza y la crueldad de la commedia dell'arte y menos con los convencionalismos: cuestiona el poder, dibuja otras salidas a la mujer, escapa a los arquetipos...

DG: Es curioso que sea tan desconocido después de abrir nuevos caminos...
NM:
Cuando tienes un Mike Jagger de la época que se llama Lope de Vega y a nosotros nos gusta tanto tener bastiones, grandes referentes, obras más complejas, porque ésta lo es, resultan muy chocantes y por ello se menosprecian. El tiempo les ha dado la razón aunque en el siglo XX sólo se haya hecho una representación de la pieza.

DG: Hay textos que no se pueden tocar, por mucho que nos guste actualizar los clásicos...
NM:
Y hay que creerse por encima de autores para hacer una versión de algunos de sus textos, y nadie sería tan osado. En el caso de El curioso... hemos limado ciertos guiños a la época. No tengo ningún pudor en eliminar pasajes que hoy día nos serían ajenos e incomprensibles: a Guillén le falta la belleza de Lope, él es un hombre más de acción, tiene una mente muy compleja, y se aprecia en la construcción de las frases. Hemos pretendido buscar la agilidad hacia el público, con una escenografía que respondiera a los espacios anímicos y un movimiento escénico ex profeso, que se puede sentir.

DG: Llama la atención tu interés por la dirección de movimiento. No es la primera vez que colaboras con Mónica Runde: ella se encargó de la coreografía de Invierno bajo la mesa, tú de la dramaturgia de sus Hebras de mujer...
NM:
En España no estamos acostumbrados, pero la dirección de movimiento, dentro de la dirección teatral, es complementaria y absolutamente necesaria, incluso cuando no hay nada de baile. El actor a veces se encuentra encorsetado en su interés por emocionar y hay que ayudarle a expresar mucho más. Llevo trabajando con 10 y 10 danza 15 años y he aprendido tanto que en todos los montajes la parte de movimiento me parece crucial. El teatro no sólo es escuchar: lo primero que te atrapa, antes incluso que la palabra, es el gesto, la aparición del personaje, que suele ser muda. Es el aspecto físico y el estético lo que te atrapa y si no lo cuidas, te quedas en una dirección a medias.

DG: Pronto te veremos en Las trece rosas, de Emilio Martínez-Lázaro. Lo tuyo es contar historias, ya sea desde la escritura, la dirección o la interpretación.
NM:
Para mi son cosas complementarias, aunque llevaba un tiempo pensando que no me requerían como actriz porque me veían entregada a la dirección. La verdad es que si no me llaman, ya me lo invento yo: he montado recientemente un espectáculo, hago recitales... El mono del escenario lo voy supliendo, pero tenía ganas de contar algo como esto. Ha sido una experiencia muy potente que necesitaba: un personaje fuerte, rodeada de intérpretes jóvenes, chicas como Marta Etura, Jasmina Trinca y Verónica Sánchez, que están sublimes y sus carreras lo demuestran... Fue como rodar un sueño durísimo.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

Hablamos con... Leonardo Sbaraglia

El bonaerense abre una nueva etapa en el cine español: el 'extranjero' ha dejado de serlo gracias a Concursante, donde combina la ironía argentina con las exigencias interpretativas de un trabajo ideado sólo para que el acabase interpretándolo. Descubrimos que no ha perdido el acento y que continúa con los pies en el suelo, tan sencillo como el primer día y eso que el director, Rodrigo Cortés, no escatima en elogios: no hay un actor de su edad como él y hace una exhibición casi sobrenatural al pasar de transmitir la mediocridad de su personaje al principio a la demencia total. Casi nada.

Daniel Galindo: Estrenas los 36 años con un personaje muy completo en un largometraje con historia atípica y, por lo que hemos visto, hecho a medida...
Leonardo Sbaraglia:
Ya tocaba, aunque es verdad que al personaje llego después de un intenso y laborioso proceso de aprendizaje como actor. Desde que llegué a España, en 2001, he luchado por evolucionar y desarrollar el conjunto de mis capacidades. Rodar en España con directores como Gerardo Vera (Deseo), Vicente Aranda (Carmen) y Antonio Hernández (En la ciudad sin límites, Oculto) me ha servido mucho más que cualquier master en interpretación. Yo creo que los personajes son una excusa para aprender, investigar, desafiarse a uno mismo y arriesgar, y desde el primero al último en este ciclo han cumplido con estos objetivos.

DG: Apareces en el 95% de los planos, soportas el peso de la trama de manera estoica y nos guías con soltura por un terreno complicado y peligroso, el del sistema económico-financiero... Y eso que estás muerto desde el inicio de la cinta.
LS:
Menos mal que no destripas nada con eso y sirve de aliciente para que vayan a verla... La moraleja es que ser millonario puede salirte muy caro, espero que este trabajo no tenga la misma repercusión negativa. No, es broma. Cuando te topas con un libreto excelente, muy bien construido y te lo presentan como un juego entre géneros, aquí tragedia pero narrada con humor, es difícil apartar la mirada del proyecto. Si además te agasajan diciendo que sólo tú puedes darle vida en la pantalla, ya sería un tonto si girase la cabeza.

DG: Parece que te estás plagiando a ti mismo, ya que esta respuesta parece estar sacada de la primera entrevista que nos concediste por Intacto...
LS:
Los dos proyectos tienen muchas similitudes entre sí, con el paso lógico de los años desde luego, porque somos mas mayores. Con Rodrigo Cortés me ocurrió igual que con Juan Carlos Fresnadillo: me atraen los cineastas que plantean un desafío, que ofrecen algo diferente. Y a lo mejor parece un tópico pero los que empiezan en esto se dejan llevar por sus ilusiones y están más interesados en arriesgar, en quebrar el lenguaje y contar otras historias.

DG: Respuesta obvia, pero lanzo la pregunta: ¿contento con el resultado?
LS:
Siempre se pueden mejorar cosas, pero es cierto que me he entregado al 101% de mis posibilidades, cada jornada de rodaje incluía 25 planos, así que fue muy duro pero a la vez muy gratificante. Ya me sentiría pleno si Concursante llegase al otro lado del Atlántico, sería catárquico: para un argentino el engaño económico es moneda corriente; ha sido así toda la vida, por eso me sigo negando a tener una hipoteca en este país.

DG: ¿Y después de Concursante?
LS:
Ahora toca descansar y estudiar algunas cosillas. Ha sido un trabajo intenso, dominado por un gran monólogo esquizofrénico que no tiene una lógica temporal, sino musical. Debía cambiar cada dos por tres de registro, tocar nuevos palos y no sucumbir al ritmo narrativo. Me gustaría beber un poco de los buenos resultados de la peli y también de los palos que nos puedan pegar. Ya sabes, seguir aprendiendo.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

Hablamos con... Gala Évora

No era una perfecta desconocida, pero casi. Hasta el año pasado esta joven de Sanlúcar de Barrameda tenía un currículum bastante parco de no ser por su participación en el grupo musical Papá Levante y un 'extra' en El día que nací yo, siendo muy niña. Provienes de una familia con gran tradición artística y ha pasado buena parte de sus 24 años cantando y bailando. Su entrada en el cine no ha podido ser más sonada: dar vida a La Faraona en Lola, la película.

Daniel Galindo: Uno ve el cartel, algún avance y sabe que te va a encontrar ahí, pero de pronto, apareces en pantalla con una fuerza que ya otros la querrían. Sorprende saber que es tu primera interpretación...
Gala Évora:
Pues lo es, lo es. Es algo que me dice mucha gente y cuando lo piensas detenidamente caes en la cuenta de que lo has tenido que hacer bien, porque no soy de las que causan sensación por el físico. Pero el mérito no es mío: Miguel Hermoso ha confiado la fotografía en Hans Burmann y también la música de Víctor Reyes te va anticipando la entrada en escena de cada personaje vital.

DG: Si llegar al cine es un sueño cumplido, encarnar a un mito y ver todo lo que conlleva debe ser una preciosa locura.
GE:
Desde la presentación en el Festival de Málaga, antes incluso, estoy en una especie de nube. Y que no se nos olvide que mi referente era una mujer que convertía en magia todo lo que tocaba. Desde siempre fue como una Virgen para mi, una imagen a la que rezaba y por la que tenía respeto y admiración. Además es como si fuera parte de mi familia: la asocio a mi abuelo y de hecho tengo un recuerdo lejano de haberla visto en su casa, él tocando la guitarra y ella bailando.

DG: Has hecho un exhaustivo trabajo de documentación, ¿a cuántas Lolas has conocido?
GE:
Sólo a una, pero con tantas facetas profesionales y humanas... Con este proyecto he tenido la oportunidad de darme cuenta de que Lola Flores no era sólo la más grande como artista, sino que también lo fue como persona, con su genio y temperamento, que es lo que la hacían única. Me ha llenado de vivencias, de detalles, que me han enriquecido muchísimo como persona, y eso es algo que jamás podré agradecer del todo. Ha sido todo un privilegio hacerla un poco mía, ella ya está dentro de mi.

DG: En algún momento te asaltaría el vértigo... ¿Cómo abordaste el trabajo?
GE:
A lo que le di más importancia fue al trabajo con Miguel, ya que durante mes y medio, sobre el guión, preparamos 'nuestra Lola'. Siempre tenía la sensación de que todo lo que tocaba, leía, contemplaba y aprendía, no era suficiente para interpretarla. Me atrapó la biografía En carne viva, escrita por Tico Medina, la autobiografía audiovisual El coraje de vivir, recortes de prensa y muchas de sus películas.

DG: ¿Cómo te cayó el peso de tanto referente y luego todo lo extracinematográfico, como la postura de sus hijas?
GE:
Fue bestial, llegó a abrumarme en demasiadas ocasiones, pero sobre todo el volumen de información. Se unía a que era mi primera película y por eso buscaba a José Luis (García Pérez) y a Ana (Fernández) que se convirtió en la amiga, la confidente, la persona a la que le contaba todo, y eso que mi madre real me acompañaba siempre. En cuanto a las hijas, intentaba ponerme en la piel de Rosario y Lolita: yo como hija no sé si aguantaría una película sobre mi madre, pero es verdad y creo que se ve, que todo el equipo puso el corazón en el proyecto, de ahí que quisiéramos dedicarle a Lola la película de parte de sus compañeros. Pero ya te digo, esto era una aproximación

DG: ¿Fue posible huir de la imitación?
GE:
Había que intentarlo, sobre todo para no estrellarte nada más salir. Está bien que el público vea en el personaje ciertos, muchos referentes, pero luego el personaje debe volar solo, para sorprender... Lola era irrepetible e inimitable, por eso quería llegar a otro lado, a nuestra Lola.

DG: Y seguro que os la reconocerán: vamos a ir pensando en un regalo prenavideño, quizás la candidatura al Goya...
GE:
Quita, quita... Es muy pronto para eso, ¿no? Sería bonito, pero lo tomaría como una palmadita, un empujoncito que me ratificase que no me estoy equivocando y si sirve para seguir trabajando, pues bienvenido sea.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

Gong Li

De la China del siglo X al París que vio crecer a Hannibal Lecter. La actriz de 41 años se mueve con la misma soltura en Hollywood que a las órdenes de sus benefactores Zhang Yimou y Chen Kaige.

Los directores chinos pertenecientes a la Quinta Generación, los que sentaron las bases del cine después de la Revolución Cultural, casi se quedan sin musa: la pequeña Li siempre quiso ser intérprete musical pero le cerraron las puertas de la Escuela de Canto. Le quedaba cerca la de Arte Dramático de Pekín y allí que se fue la hija de unos profesores universitarios que no iban a poner trabas a las aspiraciones de la menor de cuatro hermanos varones.

Zhang Yimou la encumbró como actriz cuando en 1987 confió en ella el papel protagonista de su ópera prima como realizador, Sorgo rojo. Aún no lo sabían, pero juntos iniciaron entonces una provechosa relación sentimental y profesional que les llevaría a rodar 6 títulos más: La linterna roja, Qui Ju, una mujer china, Do Jou, ¡Vivir!, Quin yong y La joya de Shangai. En Europa le echaron el ojo gracias a su habitual paso por las alfombras de Cannes y Venecia, aunque fueron los magnates de Hollywood quienes aprovecharon su tirón para darle papeles de mujeres exóticas en cintas como Corrupción en Miami e incluso de meretriz japonesa en la adaptación de Memorias de una Geisha.

Li, que así se llama (Gong es su apellido), tiene en su currículum, como mérito o mancha según se mire, una muesca por haber protagonizado el primer desnudo en el cine de la China comunista. Es la anécdota de una carrera imparable repleta de protagonistas, como los trabajados junto a Chen Kaige en Adiós a mi concubina, Luna tentadora y El emperador y el asesino, y la participación casi estelar en 2046, de Wong Kar-wai, sin olvidar su primer papel en una producción de capital extranjero: La caja china, junto a Jeremy Irons.

Considerada un símbolo de la pujanza china en el exterior, su popularidad sigue en alza tras ser elegida para presentar la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de 2008 y dotar de glamour al cine que se hace en su país natal, donde sigue enraizada. Para comidilla de la prensa rosa ha vuelto con Yimou, pero sólo en el terreno laboral: ella culmina con La maldición de la flor dorada la trilogía iniciada con Héroe y La casa de las dagas voladoras, con otras dos intérpretes tan codiciadas en China como en el mercado internacional: Zang Ziyi y Michelle Yeoh.

Su experiencia en EE.UU. está siendo tan positiva que ha tenido que mejorar su inglés y buscarse alojamiento fijo allí: pronto veremos The yellow M, con James Caviezel (La Pasión de Cristo) y puede que haya otro proyecto junto a Rob Marshall (Memorias...). Dice Michael Mann, director de Corrupción en Miami, que podría haber estado entre Al Pacino y Robert De Niro en Heat; ella prefiere dar pasos cortos aunque su próximo objetivo parece claro: abrirse camino en la industria del Viejo Continente, ¿qué opinará Monica Bellucci?

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

Gerard Butler

Detrás de la cara de bruto de su personaje en 300 se esconde un actor versátil que hasta ahora había pasado de puntillas por el cine, a pesar de sumar más de una decena de títulos.

Tan sólo una década separan sus primeras apariciones en El mañana nunca muere y Su majestad Mrs. Brown, del anuncio para encarnar al legendario Snake Plissken en una nueva versión de 1997: Rescate en Nueva York, de John Carpenter. Y ya le señalan como el sucesor del australiano Russell Crowe, otro rudo capaz de dulcificar sus maneras o, todo lo contrario según se mire: tipo delicado diestro al mostrarse basto.

Trabajar con Joel Schumacher abre puertas. Seguro que fue lo que pensó este escocés nacido en Glasgow en 1969 cuando logró pasar el exhaustivo cásting para convertirse en la versión que el director de varias secuelas de Batman hizo del musical El fantasma de la Ópera, de Andrew Lloyd Webber. Lo cierto es que la película no tuvo el éxito que todos esperaban y Butler tuvo que seguir llamando a las puertas del cine.

Provenía del teatro, terreno que fue descubriendo por medio de obras como De repente el último verano, junto a Rachel Weisz (El jardinero fiel). Hacia tiempo que se había desencantado de los estudios de Derecho, abandonados tras 7 infructuosos años. A finales de los 90 se bajó de las tablas, donde representaba la adaptación teatral de Trainspotting, para participar en su primera producción estadounidense, Las flores de Harrisson, donde daba vida a un fotógrafo en la guerra de Bosnia, coincidiendo con Andie McDowell.

Muy conocido en los escenarios londinenses del West End, empezó a copar los títulos de crédito de películas menores: Drácula 2000, El imperio del fuego y Timeline, además de compartir protagonismo con Angelina Jolie en Lara Croft Tomb Raider 2: La cuna de la vida. Poco antes de la entrada en escena de Schumacher, aspiró a ser un padre postizo en Mi querido Frankie, emotiva y sincera película que por desgracia no tuvo mayor repercusión, como sus primeros papeles en el cine.

Después de 300 y su interpretación del espartano rey Leonidas, visto por Frank Miller, parece lanzado al estrellato con una carrera imparable. Prueba irrefutable son las películas que tiene pendientes de estreno. Pronto llegará Butterfly on a wheel, protagonizada junto a Maria Bello y Pierce Brosnan quien, de no firmar por dos películas más como James Bond, le hubiera cedido el testigo a Butler. Destaca también el proyecto que le unirá a Hilary Swank y Lisa Kudrow en la recreación de la novela Posdata: Te amo, y otra adaptación, en esta ocasión de la novela gráfica de Min-Woo Hyung Priest, sobre un sacerdote caza-vampiros enfrentado a la Iglesia Católica.

Texto escrito por
Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

Vicky Peña

Ha convertido la palabra y el gesto en sus armas para llevarnos a otros mundos. Es algo que deberían lograr todos, pero sólo los grandes actores lo consiguen.

Esta barcelonesa nacida en 1954 encabeza una generación de intérpretes que aprendieron de referentes como Nuria Espert, Rosa María Sardá y Adolfo Marsillach.

Curtida en las tablas y criada entre bambalinas, por sus venas circula sangre actoral ya que es hija de los actores Montserrat Carulla (Barcelona, mapa de sombras) y Felipe Peña, cuya voz en castellano nos llegó por boca de John Wayne, Anthony Quinn, Laurence Olivier, Burt Lancaster y Spencer Tracy. Al igual que su padre, coquetea con el doblaje –es la voz de Mira Sobrino, por ejemplo- aunque Victoria, antes de aparcar el nombre, se hizo popular gracias a la televisión y al cine.

Mario Camus vio en ella a la Martirio de La casa de Bernarda Alba; antes había participado en producciones de Jaime Camino (Dragon Rapide), Francesc Bellmunt (La orgía) y Pilar Miró (Werther), pero no fue hasta Secretos del corazón, en 1996, cuando abrió una nueva etapa: como suele hacer, se entregó a una descarnada madre en Morir (o no), de Ventura Pons, y fue la única mujer entre todos los hombres de Smoking room, sin olvidar sus participaciones en Sé quien eres, Piedras, Las voces de la noche y El principio de Arquímedes.

Comenzó en el teatro a mediados de los 70, con El criado de dos amos, de Carlo Goldoni. Fue el inicio de una dilatada carrera: a montaje por año, Peña sedujo a los aficionados a las tablas con obras como Doña Rosita la soltera, La balada de Calamity Jane y Tirant Lo Blanc. Se apropia del texto clásico en estado puro (Electra), pero también tamizado por Lluís Pasqual (Edipo XXI) y Mario Gas (La Orestiada).

El gestor del Teatro Español la ha convertido en una de sus actrices-guía, junto a Gloria Muñoz: la catalana debutó a sus órdenes en 1978 con Enrique IV, de Pirandello; desde entonces cultivan una relación de amistad alimentada por el amor a Brecht (La ópera de tres centavos, Madre coraje), Shakespeare (Otelo) y Sondheim & Wheeler (Golfos de Roma, Sweeney Todd).

Asegura Peña que, con respeto, puede atreverse con todo y a veces, en un mismo año: tras meterse en la piel de uno de los Veraneantes, de Gorki, en 2006 dirigió su primer montaje, Los días felices de Beckett, poco tiempo después de pasearse De Mahagonny a Youkay Un viaje con Kurt Weill, recital musical ideal para una actriz, ya que la obra de Weill debe ser interpretada.

Le apasionan los personajes a los que puede hincar el diente y lo único que le llega a asustar es la responsabilidad que tiene todo el que se sube a un escenario. Queda patente en el sugerente monólogo de En casa / En Kabul, su última interpretación, la de una mujer hastiada y convencida de que en Afganistán encontrará la solución a su insatisfacción. A lo largo de 60 minutos nos lleva de viaje por estados emocionales diversos y abre el horizonte de un país tan escondido que acabó siendo olvidado. Lejos de que ocurra algo parecido con ella, Vicky Peña ya ha labrado un hueco en nuestra memoria.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

viernes, marzo 09, 2007

Paz Vega

Sevilla, 1976. Nada más comenzar el año abre los ojos por primera vez Mari Paz. 31 años después va camino de deslumbrar como estrella en Hollywood y además es actriz.

Si su nombre ya era uno de los más buscados en Internet, a partir de ahora estará asociado de por vida a la de nuestra santa más conocida gracias a su último trabajo por el momento: Teresa, el cuerpo de Cristo.

Detrás de un séquito de fotógrafos, caza-autógrafos y gentecilla de la industria se esconde una intérprete disciplinada que nunca ha perseguido escandalizar con sus personajes, aunque algunos de los que le ha tocado, como los de la mística abulense y la heroína de Carmen, la han destacado entre las actrices más sensuales del panorama europeo.

Antes una actriz debía participar en decenas de cintas para labrarse un hueco en la profesión; ahora, cosas del marketing, basta con tener un par de papeles reseñables (Sólo mía, El otro lado de la cama), alguna colaboración con Almodóvar (Hable con ella) y algo de relleno (Nadie conoce a nadie, Di que sí, Los Borgia). Pero ella, con los pies en la tierra, reconoce que no se siente en ninguna cima, viéndose igual que cuando empezó, con las mismas dudas, inseguridades e inquietudes, aunque más madura y consciente de que 'la carrera de un actor es la suma de muchos noes'.

La que encarnó un mito muy carnal, para disfrute de Vicente Aranda entre otros, y abandonó una carrera televisiva plácida (7 vidas) para convertirse en la Lucía de Julio Medem, mira con algo de vértigo el paso del tiempo: vive (y trabaja) en Los Ángeles cuando aún no se ha cumplido una década desde que se presentó en el bar de Más que amigos, serie generacional que reunió a actores que hoy son requeridos por el cine y el teatro, como Sergio Otegui, Elena Ballesteros, Alberto San Juan, Ana Risueño y Jorge Bosch.

Se considera en fase de aprendizaje ('así hasta el final') y a pesar de que elige muy bien sus proyectos ('todas las elecciones son muy meditadas') no le hace ascos a algunos retos, como una incursión en el cine francés (Novo), en el italiano tras recibir la llamada de Paolo y Vittorio Taviani (La masseria della allodole) y la colaboración en videoclips de su amigo Alejandro Sanz. De su bautizo con Ray Loriga sólo saca cosas buenas; el director también: que si muchos deberían imitar su visceral forma de trabajo, que si es una actriz completa, que si se mueve con paso firme...

Es el que a llevado a Paz lejos aunque lo suyo con Hollywood no fue premeditado: con un inglés muy básico accedió a participar en un cásting con James L. Brooks (Los Simpson, Mejor, imposible). Fue la chica de Spanglish y el papel le abrió las puertas de la industria. Desde allí nos llegarán muy pronto 10 items or less, donde da lecciones de 'hispanidad' a Morgan Freeman, y Fade to black, de Oliver Parker. La sevillana suma entre sus nuevos amigos a Diego Luna, Christopher Walken y Anna Galiena gracias a este thriller con Orson Welles como personaje principal.

Ahora se enfrenta en exclusiva a su mejor papel, el de madre, aunque sólo hasta que sepa compaginarlo con cualquiera de los proyectos que surgen a uno y otro lado del Atlántico, como el que le llevará a trabajar con Rodrigo Santoro (300), Jordi Mollá y la cantante Shakira en un retrato audiovisual sobre Carlos Gardel visto por Alfonso Arau (Como agua para chocolate).

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

Hablamos con... Ray Loriga

Escribe novelas -traducidas a 17 idiomas-, dirige largometrajes y firma alguno de los guiones del más reciente cine español. Pero este madrileño de 40 años está generando más revuelo por haber convertido a Paz Vega en una joven Teresa de Cepeda y Ahumada que por el valor estrictamente cinematográfico de su Teresa, el cuerpo de Cristo.

Daniel Galindo: Desde La pistola de mi hermano hasta hoy ha pasado una década y el final del viaje viene representado por un proyecto ambicioso, costoso, de época, muy diferente de aquella película, cine de autor al igual que éste, pero mucho más pequeña.
Ray Loriga:
Estos 10 años me han servido para aclarar las ideas, pensar bien por donde quería ir en el que sería mi siguiente proyecto. Entre una película y otra he tenido la gran suerte de trabajar en los guiones de Carne trémula, Ausentes y El séptimo día, con personas muy generosas (Almodóvar, Saura, Calparsoro) que te entregan mucho para que puedas aprender de ellos.

D.G: Aprender, por ejemplo, a no quedarse en una imagen de "estampita" a la hora de narrar parte de la vida de una iluminada...
R.L:
Desde que empecé a investigar fui consciente de que había una y decenas de películas sobre Santa Teresa. Su vida fue apasionante, destacó por su sensualidad, su relación carnal con Dios y con un entorno convulso, contra el que luchó y salió indemne. Si creen que hay más ficción que realidad, yo lanzo el dato: el 90% de todo lo que se cuenta es verídico. Luego está el trabajo como guionista, donde se ordenan fechas, se juega con saltos temporales, se acentúan caracteres, etc, pero siempre a partir de un trabajo riguroso.

D.G: Y no queda duda de ello: aquel que no sepa mucho acerca de Teresa se llevará a casa un manual lleno de apuntes...
R.L:
Esa era mi pretensión, sin olvidar que el cine es un objeto de entretenimiento. ¿Queremos una heroína? Tenemos ante nosotros un personaje sometido a tensiones internas y externas, en medio de un proceso de transformación brutal y enmarcado en un contexto rico en términos espirituales, sociales y políticos. Muchas capas que podrían pertenecer a diferentes personas se aglutinan en una sola mujer, muy potente en todos los sentidos, pero sobre todo en el cinematográfico.

D.G: Destaca el cuidado de los detalles. Podemos apreciar, por ejemplo, una interesante inspiración estética en el trabajo visual...
R.L:
Los directores de arte y fotografía (el fallecido Rafael Palmero y José Luis Alcaine) han realizado un esfuerzo por recrear toda la iconografía religiosa. Más que copiar pretendían entender cómo los pintores de la época desarrollaron su arte, el efecto de la luz sobre las telas y los lienzos, la composición a partir de pequeñas anécdotas narrativas. Queríamos darle un toque de realidad a lo que nos ha sido legado a través de la pintura y por eso confiamos a ciegas en la diseñadora Eiko Ishioka (Drácula, de Francis Ford Coppola) que ha logrado que el vestuario pueda conmover. Hemos sido muy puntillosos, la verdad, pero era nuestro reto. Creo que en ese sentido, y en muchos otros, nos ha embargado el interés por la precisión milimétrica.

D.G: A muchos les puede resultar curiosa la presencia de Geraldine Chaplin como priora del convento en el que ingresa la joven Teresa.
R.L:
Siento una profunda admiración por esta mujer, una de las grandes damas de la interpretación. No me podía resistir a ofrecerle el personaje. Siempre ha estado vinculada al cine español y eso, siendo hija de Charles Chaplin y nieta de Eugene O'Neill, es de agradecer. Me dieron libertad para elegir a los actores y todos me han sorprendido por su capacidad para dotar de vida a personajes del siglo XVI, que no parezcan burdas imitaciones.

D.G: Hemos terminado la charla sin pronunciar palabra acerca de polémicas sin fundamento ni de inexistentes escenas escabrosas que puedan escandalizar.
R.L:
Ahora me llamarán antipatriota, pero bueno... En este país tenemos exceso de disputas, nada constructivas, y andamos escasos de debate, que nunca es contraproducente. No pueden tacharme de irrespetuoso por llevar a imágenes la literatura de los místicos, cuya relación con Dios es llevada a una metáfora amorosa: todo está en los libros. Yo respeto todas las opiniones siempre que estén argumentadas, así que a más de uno le diría que se interesará por la historia y la literatura antes de criticar por criticar.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

Hablamos con... Roberto Álvarez

En su primera vez con Mario Gas, se embarca en un viaje hasta el complicado Kabul de los talibanes. Su personaje, creado según las indicaciones de Tony Kuschner, también es complejo.

Daniel Galindo: Ante una producción del Teatro Español era difícil negarse, pero daba la sensación de que ya te habías olvidado de la relación íntima que tenías con el teatro...
Roberto Álvarez:
Es cierto, lo confieso: a veces aparecen "ligues" con los que tienes una aventurilla, pero el que es fiel a un sentimiento no puede olvidar tantos y tan buenos momentos de pasión: estuve 20 años en Teatro de la Danza, decidí tomarme un respiro que se convirtió en 7 años alejado de los escenarios, metido en los berenjenales del cine y la televisión. Ahora vuelvo a casa con una obra de este calado y a pesar de la alegría, me siento temblando todo el tiempo por el respeto que le tengo al escenario. Pero se trata de un temor adictivo: el hecho de estar haciendo teatro es una experiencia única, una sensación personal y artística tan diferente a las demás, que merece la pena entregarte a fondo.

DG: Cuando alguien lleva tantos años tirando de un proyecto como Teatro de la Danza, del que sigues siendo socio, resultará difícil desvincularse de la producción...
RA:
Cuesta, cuesta mucho, y sobre todo si la compañía lo ha sido todo para tí durante tanto tiempo. Pero llega un momento en que uno busca la comodidad de ser un trabajador por cuenta ajena al cansarse de tanto esfuerzo en facetas que en un principio no le incumben a uno. Pero lo de la producción lo llevo dentro y no puedo dejar de implicarme.

DG: En este montaje también resultará difícil no inmiscuirse a fondo.
RA:
Es una obra ancha y vasta, son muchas las cosas que se tocan, en ningún momento de soslayo y, por ello, es tremenda. Tony Kuschner, que es un tipo muy listo, ha escrito En casa/En Kabul teniendo muy claro el teatro de Shakespeare, Beckett, Arthur Miller, Tennesse Williams... Su obra es muy compleja, más allá de que la califiquen como teatro político y la ensalcen en polémicas absurdas. Abarcar el texto ha costado mucho trabajo. Te digo, por ejemplo, que he llegado a comprender mi personaje, a encontrarlo definitivamente hace unos días, y eso después de tres meses de ensayos.

DG: Después de tanto estudio a lo mejor puedes decirnos si es el conocimiento la receta contra el fanatismo.
RA:
Creo que sí, al menos es lo que proponen los grandes pensadores. Esta obra pone de manifiesto lo interesante –aunque difícil- que puede resultar mezclarse entre sí. No hay que olvidar el fuerte acento crítico y Kuschner no deja títeres con cabeza, pero decapita a quienes debe hacerlo, a los talibanes, al mundo radical religioso, da igual que sea católico o musulmán, a la soberbia de los estados del decadente primer mundo, responsable de que en el tercero se pudran sin mínimas expectativas de vida. Se nos olvida con demasiada facilidad que las personas en cada ciudad son sobre todo ciudadanos que quieren vivir en paz y ver crecer a sus hijos. Les importa un pimiento los fanatismos, siendo victimas nada más del poder opresor, y el totalitarismo da igual que venga vestido de talibán, comunista u occidental.

DG: Un debate siempre es interesante, mucho más cuando hablas con gente que vive lejos del área donde te desenvuelves.
RA:
En Marruecos, Argelia o Irán, de donde son algunos de mis compañeros, al tratar estos temas del Islam, la religión, la política, cada uno habla de su experiencia en su país. Somos parecidos, pero no podemos olvidar que hemos crecido de manera diferente, mirando con algo de desprecio o desconfianza al otro. Parece una frase hecha, pero convivir como lo hemos hecho, con gente con tus mismas inquietudes, teatrales y vitales, aunque pertenecientes a otras culturas, es tan enriquecedor que sólo tienes que abrir un poco la mente para crecer y crecer como persona.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

viernes, marzo 02, 2007

Cate Blanchett

Antigua amante de George Clooney en El buen alemán, herida en los brazos de Brad Pitt en Babel y rival de Judi Dench en Diario de un escándalo. La australiana no comienza mal 2007.

Su agenda está repleta de proyectos y largometrajes ya rodados, como The curious case of Benjamin Button, de nuevo junto a Pitt, y el atípico I'm not there, que hace hincapié en diferentes aspectos de la vida de Bob Dylan, tantos como actores le dan vida, entre ellos Christian Bale, Heath Ledger, Richard Gere y ella misma.

El año se presenta interesante para la que se convirtió en Galadriel, reina de los elfos de la Tierra Media por deseo de Peter Jackson. Su nombre permanece ya imborrable en la historia del cine gracias a la trilogía de El Señor de los Anillos, pero antes hubo un buen número de capítulos en su vida, el primero de ellos dedicado casi en exclusiva al teatro.

Se metió en la piel de la Ofelia de Hamlet y también volcó sus sueños como actriz en el personaje de Nina en La gaviota. Los escenarios se le quedaron pequeños y se probó la corona de Isabel I. No le quedó mal a juzgar por las buenas críticas gracias a Elizabeth, además de su primera candidatura al Oscar y el primer Globo de Oro. Una década después vuelve a tomar contacto con la reina en The Golden Age, donde flirtea con el aventurero Walter Raleigh (Clive Owen), ante la atenta mirada de Felipe II, que no es otro que Jordi Mollá.

Pero volvamos a 1997, año en que se puso en cabeza de una carrera de fondo llena de títulos: Mike Newell le confió el protagonista de Fuera de control, junto a John Cusack; fue la compañera delincuente de Billy Bob Thornton y Bruce Willis en Bandits, y Anthony Minghella la incluyó en el reparto de El talento de Mr. Ripley, junto a otros prometedores compañeros de generación, como Gwyneth Paltrow y Jude Law.

Después de trabajos 'alimenticios' entre los que destacan las comedias La chica de mis sueños y Un marido ideal y los dramas Vidas furtivas y Desapariciones, se fue ganando a pulso su hueco en los repartos americanos y europeos, llevando el peso de cintas como Verónica Guerin (Joel Schumacher), interesante retrato de la periodista irlandesa que sacó a la luz a mediados de los 90 el tráfico de drogas en Dublín.

En 2005 se alzó con el Oscar a la mejor actriz de reparto por El aviador, de Martin Scorsese, donde convenció al dar vida a Katharine Hepburn, pero más allá de las interpretaciones reconocidas con premio, Blanchett acumula papeles sustanciosos menos conocidos, como el de Charlotte Gray, que le emplaza en la II Guerra Mundial, la colaboración en Coffee and cigarettes (Jim Jarmusch) y la participación en la divertida The life aquatic.

Después de pasarlo mal en Marruecos a las órdenes de Alejandro González-Iñárritu y pasearse por el Berlín de posguerra de manos de Steven Soderbergh, se bate en duelo con Dench, 72 años de sapiencia interpretativa. Reconocemos que sale indemne a pesar de las estocadas que le suelta la dama inglesa, con la que coincidió hace 5 años en Atando cabos. Las dos fueron candidatas a un Oscar por su trabajo en Diario..., cinta que sin ellas podría pasar por telefilme de sobremesa.

Tras la vorágine de Hollywood vuelve al país donde nació hace 38 años para subirse de nuevo a las tablas en las que coincidió con Geoffrey Rush y Richard Roxburgh, aunque cambiando su Melbourne natal por Sydney, sede de la compañía teatral que gestiona junto a su marido, el dramaturgo Andrew Upton. Y ya veremos si puede cumplir su promesa de dedicar sólo tres meses del año a rodar películas.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.