domingo, febrero 10, 2008

Sean Penn, un perfil

El que se ya ha convertido en uno de los iconos del cine made in Hollywood, comercial aunque con sustancia, aparca temporalmente su carrera como actor para regresar a la dirección por cuarta vez.

Tiene cierto aire de creador melancólico, sobre el que pesan años de maltrato, quizás por el alcohol, un compañero de viaje del que se despidió hace ya más de dos décadas. Fue entonces cuando cambió la pluma con la que escribía poemas por la cámara con la que ha demostrado que sabe recoger instantes de vida.

Hasta comienzos de los años noventa desarrolló en exclusiva una fructífera carrera como actor, con títulos como El clan de los irlandeses, Corazones de hierro, Nunca fuimos ángeles, Adiós a la inocencia y Atrapado por su pasado. A pesar de que se dejó contagiar por el virus de la dirección, Sean Penn no dejó a un lado su vis interpretativa: siguió formando reparto en 21 gramos, Yo soy Sam, Acordes y desacuerdos, El peso del agua, La delgada línea roja, El asesinato de Richard Nixon y Todos los hombres del rey, trabajando en ocasiones a las órdenes de cineastas con pasado y presente como actor, como Tim Robbins, en Pena de muerte, y Clint Eastwood, con motivo de Mystic River (Oscar a Mejor Actor en 2003).

Son ya cuatro los títulos que ha dirigido el actor nacido en California desde que puso el ojo en el visor en 1991. Está a punto de cumplir 48 años y, si de algo está seguro, es de que seguirá durante mucho tiempo contando historias, tanto las suyas como las que pueda recrear a partir de un libro como el de Jon Krakauer, uno de los últimos que le han mantenido concentrado. En él se recogen las vivencias de Christopher McCandless, un hijo de buena familia que un buen día decide dar un nuevo rumbo a su vida y encaminarla Hacia rutas salvajes que le llevan a terminar sus días en Alaska. Buenos resultados le da a Penn la dirección: es uno de los cineastas más queridos de los que 'combaten' desde el frente independiente; prueba de ello es que el último de sus hijos cinematográficos ha conseguido, entre otros premios, el galardón Gotham a la Mejor Película.

El más joven de los actores que haya recibido un Premio Donostia del Festival de San Sebastián -en el año 2003- tendrá que cumplir con otra cita festivalera dentro unos meses. Será en Cannes, donde presidirá el jurado encargado de valorar películas. Suponemos que tendrá en cuenta las inclemencias del tiempo cinematográfico, él, que ha visto como muchos han criticado con malas artes títulos de su cosecha como Extraño vinculo de sangre y Cruzando la oscuridad. Las dos, dirigidas, escritas y producidas por el que fue marido de Madonna y Robin Wright, se suman a El juramento, nueva colaboración con Jack Nicholson, a un episodio corto incluido en el largometraje colectivo 11 09 01. Once de septiembre y su último trabajo, el que nos lleva Hacia rutas salvajes.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

Ellen Page, un perfil

Con apenas 21 años, esta canadiense de Nueva Escocia, ha visto cómo su aparición en Juno, con un vientre enorme, le ha hecho merecedora de su primera candidatura al Oscar... por ahora.

Ha sabido entrar en el juego de una chica deslenguada, inteligente, listilla dirían algunos... El personaje de Juno MacGuff le puede abrir de par en par las puertas de Hollywood, aunque ella ya miraba de soslayo cuando las tenía entreabiertas, gracias a títulos de corte independiente, como Wilby Wonderful y Mouth to mouth, difíciles de encontrar en nuestro país.

En el Festival de Cine Independiente de Sundance la conocen bien aunque son muchos los que la tienen muy presente desde su participación en la tercera entrega de X-Men: La decisión final, donde dio vida a Shadowcat, una de las últimas mutantes en llegar. La que fue candidata al Globo de Oro en la categoría de comedia y todavía puede hacerse con un Bafta británico por su Juno, es la misma que conquistó a muchos en la dura (y atrevida) Hard Candy, donde una adolescente de apariencia frágil se dedica a chatear con demasiada sinceridad. Esa niña acudirá a una cita con un treintañero un tanto extraño... ¡Y hasta ahí podemos contar!

Tiene un halo especial esta actriz tímida y menuda al natural que lucha contra los tópicos, prueba de ello fue la elección de un guión 'divertido, único, con un humor inteligente, muy genuino y honesto'. Jason Reitman, el director de Juno, recuerda haberla visto con esa caperuza roja y sentir algo parecido a lo que tuvo que experimentar quien vio a una joven Jodie Foster en Taxi Driver, aunque en un personaje mucho menos retorcido que el que le brindó el atrevido David Slade a la aún adolescente Page en Hard Candy.

A día de hoy conserva el mismo desparpajo con el que asombró a sus paisanos en la serie de televisión Pit Pony, el primer trabajo que desempeñó, cuando no llegaba ni a los 10 años y ya iba camino de ser una estrella, y no sólo infantil, como ponen de manifiesto los seguidores, ya mayorcitos, de ReGenesis. Se ha hecho un nombre e incluso se ha convertido en referente para toda una generación, por eso cuida mucho sus palabras, aunque eso sí, al hablar del aborto no tiene pelos en la lengua y va aún más lejos, argumentando que la gente crítica 'porque no sabe otra cosa que hacer'.

Admira a la Kate Winslet de Criaturas celestiales y Olvídate de mí y, por ahora, tiene tiempo para seguir investigando en el campo de la canción, componiendo algunas letras. Ellen Page también hace gala de su buen oído, un gusto musical que podemos apreciar en la excelente banda sonora de Juno, a partir de canciones de Moldy Peaches y Cat Power.

Veremos qué ocurre el 24 de febrero pero, pase lo que pase, deberá recuperarse pronto de la resaca post-Juno, ya que va a rodar el primer proyecto como directora de Drew Barrymore. Por cierto, ¿no les resulta curioso? Drew, Natalie Portman, Sarah Polley… Quizás la propia Ellen también siga la senda de jóvenes actrices que en su día dieron el campanazo en la interpretación y parece que tienen muchas cosas por contar desde el otro lado de la cámara.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

Paul Haggis, un perfil

Estaba detrás del guión de Million Dollar Baby, impactó con su primer largo como director y ahora nos muestra las secuelas de la guerra de Irak en los soldados que regresan a casa En el valle de Elah.

Paul Haggis se las ha visto y se las ha deseado para llegar hasta donde lo ha hecho. El que ha recorrido ha sido un camino largo aunque nunca le ha faltado la constancia al que muchos han calificado de genio demasiado pronto, ya que aún tenemos pocos elementos para juzgar.

Tras muchas vueltas por estudios de televisión, en series más o menos vistas, como La ley de Los Ángeles y Walter, hace siete años se planteó dar un nuevo rumbo a su vida profesional: se hizo con los derechos de una novela que acabaría convirtiéndose en el sustento de Million Dollar Baby, dirigida por Clint Eastwood. El éxito de la película le abrió de par en par las puertas de Hollywood y pudo ver cumplido su sueño de llevar a la pantalla un relato de su cosecha, un mosaico de historias que transcurren en Los Ángeles y que fueron reunidas bajo el título de Crash.

Mientras ponía en pie su proyecto más personal, Haggis continuó trabajando al lado de Eastwood, en el guión de Banderas de nuestros padres y Cartas desde Iwo Jima, dos películas por el precio de una. Las curiosidades rodean el trabajo de este cineasta que está a punto de cumplir los 55 años: en su haber tiene el honor de ser el escritor de dos historias que ganaron, de manera consecutiva, el Oscar a la mejor película, en 2005 y 2006, pero al cineasta le debemos también 'perlas' más discutibles como el guión de The last kiss, copia burda –aunque no barata- de la cinta italiana El último beso.

A pesar de haber dirigido dos largometrajes y tener varios proyectos en mente, el canadiense no ha aparcado su faceta de guionista: pronto podremos comprobar si ha adecuado su escritura directa y limpia al personaje de James Bond en el proyecto que nos mostrará la aventura que hace la número 22 en la saga. Veremos si lo de Haggis no acaba en promesas.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

Nadine Labaki, un perfil

Hacer una película es una tarea difícil, pero lograr un sueño en un país sin infraestructura cinematográfica casi podríamos catalogarlo de milagro. Tenemos el ejemplo de esta joven libanesa.

"Para normalizar una realidad es necesario poder contar algo diferente de todo lo que nos resulta cotidiano". La frase podría tener un significado distinto si no viniera de una mujer de 34 años que ha crecido en medio de una guerra civil, cruel como todas y larga, muy larga.

Dicho esto, no resulta extraño que en su primera película –que dirige, escribe e interpreta- proponga una mirada, sutil e irónica, al día a día de la sociedad libanesa, desligándose de la noticia, del hecho puntual por el que Líbano sale en los informativos...

Podríamos apuntar que su Caramel no es más que un sencillo toque de atención que descubre la existencia de otras realidades relatadas de una manera atractiva, algo que parece gustar a todos: Nadine Labaki comprobó cómo su primer largometraje encandilaba al público mediterráneo en los festivales de Cannes y San Sebastián, donde se hizo con los premios que otorgaban el público y un jurado compuesto por jóvenes.

Labaki tiene por delante un futuro prometedor y, sobre todo, las ideas muy claras, como su interés en hacer cine a partir de lo cotidiano: "tienes que contar lo que mejor conoces, por eso las historias que muestro son las que siempre he escuchado". Los cinco personajes en torno a los que gira la trama de Caramel están inspirados en muchas de esas historias, en personas que conoce Labaki, quien se animó a ser una de las protagonistas después de un largo proceso de cásting a otras actrices.

Como muchas de su generación, esta libanesa nacida en 1974 ha sabido encontrar el equilibrio entre el modelo occidental y el oriental. En su país de origen, muchas mujeres se debaten entre el estereotipo más europeo y el peso de la tradición, presa, por si fuera poco, de más de 30 confesiones religiosas distintas. Ese farragoso mix cultural, alimentado por diferencias ideológicas, es el sustento casi imperceptible de su alabado primer trabajo. Así lo ha querido reflejar en su película, la más taquillera en un país donde cada año no pasan de las seis producciones, y ya son muchas.

Desconoce la razón del éxito de Caramel"quizás su pretensión de mostrar identidad propia acercándose a los usos occidentales"-, pero sí que cree que ayuda a llegar al público la posibilidad de reflejar toda la belleza que hay en lo cotidiano, en la gente normal, llena de contradicciones. Es la que puebla su universo más cercano, el de su Beirut natal, y también el de tantos creadores extranjeros que llegaban a su casa a través del videoclub donde alquilaba las películas con las que se recluía en casa, intentando escapar a la guerra civil que se veía desde su ventana. Así va camino de ser su cine, un trozo de vida narrado con toda la naturalidad posible.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

El primer Goya de Maribel

No ha comenzado mal 2008 para ella: Maribel Verdú ya está en Argentina para rodar Tetro, a las órdenes de Francis Ford Coppola, y además le ha dado una gran alegría a sus amigos y familiares.

Los que el pasado domingo estaban pendientes de que José Coronado pronunciase su nombre como mejor actriz protagonista por Siete mesas (de billar francés), una película que le ha dado grandes satisfacciones a una actriz a la que hemos visto crecer desde que Vicente Aranda le confió un papel en la serie de televisión La huella del crimen, en el episodio que dedicó a El crimen del capitán Sánchez, en 1984.

Dos años más tarde, Fernando Trueba y Montxo Armendáriz fueron responsables de su salto al cine, conEl año de las luces y 27 horas. De aquello han pasado más de 20 años, un periodo en el que ha tenido tiempo para pisar la alfombra roja de los Oscar (en 1993, junto con todo el equipo de Belle Epoque), protagonizar títulos imprescindibles en nuestro cine, caso de Amantes y La buena estrella, caer en el olvido y resurgir gracias a Guillermo del Toro y Gracia Querejeta. Con ella y Blanca Portillo reconoce haber formado un sólido y cómplice triángulo que va más allá de lo estrictamente profesional.

Con las maletas preparadas para irse a trabajar con uno de los grandes de Hollywood, en Argentina, donde se sintió bien acogida cuando rodó El niño de barro, Maribel Verdú acudió a la gala de entrega de los XXII Premios Anuales de Cinematografía. Era la quinta ocasión que aparecía en las quinielas al Goya, pero la experiencia de años anteriores le hizo adoptar la misma pose de siempre, mezcla de incredulidad y esperanza ahogada. Este año iba a ser diferente al de Amantes, cuando Silvia Munt se alzó con el Goya por Alas de mariposa, dejando a ella y Victoria Abril sin galardón; tampoco se iba a llevar el disgusto de 1997 al ver como Cecilia Roth 'se lo arrebataba' por Martín (Hache).

Lo dicho, tenía la cara preparada porque esperaba que dijesen el nombre de Belén Rueda, pero el Goya por fin acabó en sus manos por Siete mesas (de billar francés), que ya le ha valido, entre otros, el Premio del Círculo de Escritores Cinematográficos y el Sant Jordi de RNE. Pero el Goya tiene otro sabor... Y mucho más intenso es, si cabe, por la película que más importante ha sido a nivel personal, ya que llevaba dos años de brazos cruzados, esperando que sonase el teléfono.

Era difícil que lo lograse, sobre todo porque cuando hay dos candidatas por la misma película en la misma categoría, y ahí estaba la Portillo, los votos de los académicos se suelen dividir -le pasó con Amantes-, pero el Goya no hace más que reafirmar la carrera de esta actriz de 37 años a la que le gustan los retos. Para comprobarlo sólo hay que echar un vistazo a lo que tiene por estrenar: Gente de mala calidad, una comedia a las órdenes de Juan Cavestany, con Alberto San Juan –el otro Goya- como compañero de reparto; la tremenda historia narrada en Los girasoles ciegos, adaptada por José Luis Cuerda, y, lo decimos en voz baja para que no se asuste, Tetro, del maestro Ford Coppola... Y lo que le queda.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

sábado, noviembre 24, 2007

Hablamos con... Javier Cámara (una entrevista)

A las órdenes de Isabel Coixet, Julio Medem, Pedro Almodóvar y Agustín Díaz Yanes ha participado en los últimos éxitos del cine español, pero siempre reserva un hueco para los cineastas debutantes. Es el caso de Tomás Fernández, al frente de La torre de Suso. La película se proyectó dentro de la sección Zabaltegui, del Festival de San Sebastián y ya está en las carteleras.

Daniel Galindo: Queremos que seas tú, el protagonista absoluto, quien nos de unas pinceladas acerca de La torre de Suso.
Javier Cámara:
Pues con poco se dice mucho: es la primera película de un director con las ideas muy claras, que pretende contar la historia de un grupo de amigos que se vuelven a encontrar después de una década sin verse y se dan cuenta de que sus vidas han cambiando y también tienen que reconocer que sus sueños son otros.

D.G: Una cinta sobre la amistad, una comedia con un tono agridulce...
J.C:
Hay un claro homenaje a una generación que hubo en Asturias, la de los hijos de la minería, que se vio abocada a enfrentarse y superar duros problemas. Pero por el enfoque, los protagonistas pueden ser gente de cualquier rincón del planeta, y el tratamiento, con mucha delicadeza, ternura, y un poco de ironía, contribuye a que el mensaje universal que plantea llegue más lejos si cabe.

D.G: La película apela directamente a la sensibilidad del espectador, precisamente por el halo nostálgico que la envuelve...
J.C:
Lo cierto es que nosotros, los actores, no éramos conscientes de que estábamos recreando una especie de duelo por los amigos que se han ido, que ya no están... Los que se vuelven a reunir por circunstancias tristes son los verdaderos protagonistas. Es la típica película que terminas de ver y te apetece llamar a todo aquel al que hace tiempo que no ves. El espíritu de la película nos lo enseñó muy bien el director para que supiéramos transmitir ese sueño que el tenía, el de contar un trozo muy importante de su vida. Yo creo que el espectador va a reír y a llorar... Se lo va a pasar muy bien.

D.G: Te acompañan en el reparto actores como Malena Alterio y Gonzalo de Castro, sin olvidar a dos veteranos del cine y el teatro...
J.C:
Los que hacen de mis padres, menudo orgullo, porque a Emilio Gutiérrez Caba no hay que presentarlo y Mariana Cordero es una actriz que, igual a la gente no le suena su nombre, pero ha hecho cosas muy importantes a las órdenes de Fernando Colomo en Al sur de Granada, de Benito Zambrano en Solas, y pronto la veremos en Todos estamos invitados, de Manuel Gutiérrez Aragón.

D.G: Estoy pensando... Menuda vida les tuvo que dar tu personaje a esos padres...
J.C:
El chico huye de una vida prefabricada, de un futuro organizado por sus padres, que además, en este caso, son un hombre que ha vivido más de treinta años encerrado en una mina y una mujer que ha estado con el corazón en un puño, esperando una terrible llamada desde la mina... Pero eso le ocurre a Cundo aunque también podría pasarle a cualquiera de nosotros.

D.G: Hable con ella, Torremolinos 73, Lucía y el sexo, La mala educación, Malas temporadas, La vida secreta de las palabras, Ficción, Alatriste... Y todo esto y mucho más, Javier, en cuestión de muy poco tiempo...
J.C:
Y no me he dado ni cuenta... Como me lo paso tan bien, trabajando en lo que me gusta, me llaman y allá voy. Lo último que he terminado de rodar es la historia de un chef y una jefa de sala, a la que da vida Lola Dueñas, y se titula Fuera de carta, de Nacho García Velilla, al que también conocí en Siete vidas y cuando pienso que he dejado la pequeña pantalla para hacer cine con gente que sabe mucho de televisión, me entra la risa.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

Hablamos con... Silvia Abascal

Esta madrileña de 28 años ha sabido conquistar a todos con trabajos en cine siempre diferentes, como El tiempo de la felicidad, La fuente amarilla, La voz de su amo, El lobo, Vida y color...

Ahora tenemos la oportunidad de disfrutar de sus dotes como intérprete en una ópera prima diferente y entrañable. Y pronto la veremos en el teatro, a las órdenes de Manuel González-Gil, convertida en una de las Gatas que deambularán por el escenario, al que tiene la necesidad de subirse al menos una vez al año.


Daniel Galindo: Escuchando a Gabriel os ha dado la posibilidad de contar una historia de manera atípica, poniendo el acento en sentimientos y empleando sobre todo la música y la palabra...
Silvia Abascal:
La música es el más universal de las artes: todos entendemos su lenguaje y creo que es muy buena vía para que fluyan sentimientos de todo tipo. Y en esta película hay un fuerte protagonismo del amor, el rencor y la ternura, además de hablar de la recuperación de la ilusión, de las reconciliaciones y de lo que significa. Para llegar a buen puerto fue vital la batuta de José Enrique March quien, dentro de la humildad de esta producción, fue muy exquisito en formas y detalles.

D.G: Es una película que depara muchas sorpresas, entre ellas, ver cómo Silvia Abascal ejecuta piezas al violín...
S.A:
Qué va, qué va... ¿Tú sabes lo difícil que es el violín? Además me merece muchísimo respeto. Pero es como todo, hay que ser disciplinado y nunca decir que no puedes: de algo tiene que servir la disciplina, el tiempo y la energía dedicados, además de intentar dar lo máximo para ser lo más creíble posible. En eso consiste tu aportación como actriz, y no me olvido del respeto y el amor, en este caso, hacia el instrumento que es la joya del músico, del mismo modo que el cuerpo y la voz lo son para nosotros, los actores.

D.G: Una de las cosas buenas de la ficción es que te permite descubrir mundos que hasta la llegada de un guión o un libreto podían ser del todo desconocidos...
S.A:
Ese es el mayor lujo del actor. Yo creo que si eres un pelín curioso puedes aprender muchas cosas: todos tenemos mil parcelas dentro, algunas más escondidas que otras, pero la interpretación te permite acercarte a ellas de manera descarada. Además, es un oficio en el que, si te implicas, te hace más tolerante por ponerte en la piel del otro, tomando su perspectiva. Es cierto que debes intentar no juzgar al personaje, sino sentirlo para poder ampliar horizontes y caer en cosas que jamás te hubieses planteado.

D.G: ¿Es más especial un rodaje como el que os mantuvo ocupados con motivo de Escuchando a Gabriel? Supongo que al ser un proyecto con el que muchos empezaban en el mundo del cine, sería diferente a otros dirigidos por gente con más experiencia...
S.B:
Sí, empezando por los retos a los que nos enfrentábamos, uno de ellos era el listón tan alto que tenía que alcanzar Javier Ruiz con el personaje de Gabriel. He de confesaros que nada más leer el guión pedí a todos que ese personaje se convirtiese en varón, porque está lleno de matices y recorre todos los estados posibles. Luego, al coincidir mucha gente que seguro se va a abrir camino en esta industria, había sobre la mesa mucha ilusión y ahora estamos todos esperando a que la película se haga un hueco merecido, aunque la cosa está difícil, debido al aluvión de estrenos que hay cada semana.

D.G: Pero lo importante es lo que queda, trabajos como el de La dama boba, por el que te alzaste con una Biznaga de Plata en el Festival de Málaga y supuso tu tercera candidatura al Goya...
S.A:
Ya no sólo de cara a las críticas, los premios, los reconocimientos... Para mí son más ricos los procesos que los resultados, y con La dama boba, a las órdenes de Manuel Iborra, viví una época maravillosa, por muchas razones: siempre me dan mucho drama y esto era comedia; teníamos la posibilidad de jugar con el verso –que no se hacía desde que Pilar Miró rodó El perro del hortelano- y prepararnos con una mujer que tanto sabe, como es Alicia Hermida.

D.G: Y pronto te vamos a ver como una de las Enloquecidas; las otras dos son Verónica Forqué y Concha Velasco...
S.A:
Es una comedia loca, loca, que he rodado después de un proyecto para televisión, 48 horas, donde encarno a la hermana de Miguel Ángel Blanco. Enfoqué ese trabajo desde el rigor y la delicadeza, intentando ser objetiva e intentando obviar todas las referencias a aquel hecho que nos cambió a todos. Y pasar de ese drama a la comedia más irreverente fue un giro total: no sabes cuanto he disfrutado viendo a esos dos monstruos de la interpretación, así que espero que también vosotros lo paséis muy bien.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.