domingo, diciembre 17, 2006

Verónica Sánchez

Camino de que le caigan los 30, atesora algunos de los títulos más curiosos del cine español de los últimos 3 años. Con Mía Sarah nos regala un nuevo protagonista.

Su entrada en el cine no fue a lo grande, con un personaje principal en una superproducción... Ni falta que le hizo: esta sevillana, nada más acabar sus estudios de Arte Dramático, cogió la maleta y se marchó a Madrid. Sabía que el de la interpretación no era camino fácil así que, sin amedrentarse, fue cubriendo etapas. Todo a su debido tiempo.

Tuvo un atisbo de tirar la toalla: volvió a Sevilla, se matriculó en Filosofía y cuando pensaba que jamás se vería en los títulos de créditos de una película apareció Fernando Colomo, que vio en ella al amor andaluz de Gerald Brenan. Al sur de Granada fue la primera y su interpretación convenció. De manera tímida participó en la ceremonia de los Goya más polémica, la de 2004 (protestas por el documental de Julio Medem La pelota vasca y el posicionamiento de los actores en contra de la guerra en Irak).


María Valverde (La flaqueza del bolchevique) se impuso en su primera candidatura pero ya se había revelado como actriz. Dos años más tarde le llegó la segunda, esta vez en la categoría de reparto y por otro personaje con raíces andaluzas, el de ‘La Chispa’, esposa del cantaor José Monge, en Camarón, de Jaime Chavarri. Se premió, con justicia, la madurez de Elvira Mínguez (Tapas). Dos opciones a premio y muchas películas en mente, Verónica tenía por aquel entonces muchas puertas por abrir. Y las tiene.

De cuando en cuando da un portazo a la prensa rosa: está cansada de que le pregunten por su vida privada. Tiene títulos suficientes para hablar de teatro (Lorca a escena), cine y televisión, tras Génesis y los 4 años anteriores que pasó en Los Serrano como hija de Belén Rueda, hijastra de Antonio Resines (con el que trabajó en las Alpujarras) y hermanastra con derecho a roce de Fran Perea. Ocupó la habitación de al lado y ahora los dos están en la sala principal del cine junto a compañeros de generación como Félix Gómez, Marta Etura y Raúl Arévalo.

Hoy día, el actor que se achanta ante los retos no tiene nada que hacer. ¿Hay que cantar? Pues se hace: en El Calentito, de Chus Gutiérrez, fue la sustituta que revolucionó la trayectoria musical de Las Siux. Le cogió gustillo a eso del canturreo y se lanzó a hacer dueto con Lucía Jiménez en Los 2 lados de la cama, de Emilio Martínez-Lázaro. Con él repite en un registro muy diferente: es una de Las 13 rosas (rojas) de las Juventudes Socialistas que murieron asesinadas cuando terminó la Guerra Civil.

Soñadora, positiva, responsable y curiosa. Le gustaría viajar a Japón, a Israel se fue de vacaciones, buscando emociones que le removieran el estómago. Su próximo destino, por cuestiones laborales, está en Argentina: en Zenitram hará de terrorista ecológica, junto a Jordi Mollá. Se pone a las órdenes de Luis Barone de la misma manera que trabaja con directores debutantes, como Gustavo Ron, que le ha regalado un personaje en una comedia tranquila, reposada y muy sentimental. Poco le pide al futuro salvo seguir trabajando en esto y al tiempo que disfruta, crecer como persona.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

jueves, noviembre 30, 2006

Nuria Espert, en "Play Strindberg"

Es uno de los mitos vivos del teatro contemporáneo europeo. Lleva 58 años en escena, toda una vida dominada por una máxima: no dejar de aprender.

Como si de un juego se tratara, empezó en el teatro al igual que otros niños, pasando las tardes en los nidos de arte, espacios donde se abría un abanico de habilidades artísticas a los hijos de la clase obrera. Ella quería ser bailarina de music hall, pero se vio empujada hacia otros escenarios y a los 13 años ya era titular de la Compañía Infantil del Teatro Romea.


La vida de esta catalana siguió ligada al teatro, llevándose en muchas ocasiones el trabajo a casa, al crear junto a su esposo, Armando Moreno, su propia compañía. Su hogar estuvo durante muchos años en los teatros, que llenó con la palabra de autores tan diferentes como Eurípides, Lope de Vega, Calderón de la Barca, Shakespeare, Oscar Wilde, Eugene O’Neill, Bertolt Brecht y Jean Genet.

La vida de un intérprete está llena de capítulos, uno por personaje, pero en su caso, el de Medea ocupa muchas páginas: su relación con ella se inició a los 19 años. Era la primera vez que se entregaba al mito griego, personificación de la magia y el deseo, y con él recorrió España. Casi tan denso como el poso que dejó en ella Medea es el regusto dulce que aún saborea por haber sido, después de muchas intentonas frustradas, La Celestina, "más sabia que astuta", bajo la atenta mirada de Robert Lepage.

Los seres a los que ha llenado de vida han marcado su forma de ser y su carrera: Doña Rosita la serenó, Medea le enseñó todo lo que puede hacerse por amor, Yerma la presentó en los escenarios internacionales, rebuscó en el alma de Maria Callas, Arkadina, de La gaviota, le abrió los ojos, y el de Las criadas la engatusó. ¿Y los que no han llegado aún? Le gustaría enfrentarse a la Madre coraje de Brecht, a quien tiene un poco olvidado en escena, a pesar de incluir en su repertorio La buena persona de Sezuan y el recital Poemas y canciones de Brecht y Kurt Weill, del que ha ofrecido más de 150 funciones junto al pianista Pedro Navarrete.

Dos andaluces, Rafael Alberti y Federico García Lorca, le inculcaron el amor por la literatura: con el gaditano tuvo oportunidad de disfrutar de largas charlas; al granadino admira por sus textos, con los que ha dado la vuelta al mundo, llegando incluso a Japón. A esta catalana de L’Hospitalet de Llobregat afincada en Madrid no le asustan los retos: fue directora del Centro Dramático Nacional de 1979 a 1981 y no se amedrentó ante la puesta en escena de Tosca en el Teatro Real y el Tokio Opera House, uno de sus últimos desafíos, en el que aunaba de nuevo pasión y profesionalidad.

A Espert se la disputan directores de escena, desde el desaparecido Adolfo Marsillach (¿Quién teme a Virginia Wolf?) a Lluís Pasqual (Haciendo Lorca, La brisa de la vida) y Mario Gas (Master Class), compañeros como ella en la tarea de extraer del actor la vis más desgarrada. Envuelta de un halo que infunde respeto, destacan de ella su humildad: dicen que cuando se pone en manos de otros esconde su lado de director, el que bien conocen Irene Papas (Medea) y Joan Plowright y Glenda Jackson, durante los seis meses que duró la experiencia londinense de La casa de Bernarda Alba.

Ahora esconde esa faceta. Georges Lavaudant la enfrasca en una pelea a muerte frente a un contrincante interpretado por José Luis Gómez y con Lluis Homar ejerciendo como árbitro. El que quiera saber más de esta dama de la escena puede hacerlo gracias a su autobiografía De aire y fuego, un libro de memorias convertido en una especie de crónica de su profesión. Lo cuenta todo en primera persona, aunque el goce que produce ver a Espert sobre las tablas, jugando por ejemplo con Strindberg, no se puede comparar a nada, ni a sentimientos plasmados en un papel.

Vive un momento espléndido y, aunque parezca suicida afirmarlo, grita que todo le da igual. A sus 71 años asume el reto de continuar trabajando: dice que tiene mucho por hacer, montajes arriesgados, retos interesantes... Y le ilusiona el hecho de encabezar una saga dedicada al teatro, con su hija Nuria Moreno y una de sus nietas, Bárbara Lluch, siguiendo sus pasos.


Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

Hablamos con... Blanca Portillo y Helio Pedregal

Proponen un interesante juego metateatral a partir de lo que hay más allá del papel, en concreto el escrito por Antón Chejov. Afterplay pudo haberse representado 3 años atrás, pero como los buenos vinos, hay montajes que necesitan cierta madurez y los dos eran conscientes de que había que montarla con un equipo especial. A ninguno le falta trabajo, pero su pasión por el teatro les ha llevado a embarcarse en una aventura más personal. Así comienza una casualidad maravillosa que ya tiene vida propia y muchos visos para estar rodando hasta el otoño próximo.

Daniel Galindo: Está escrita por Brian Friel, adaptada por Juan Caño y dirigida por José Carlos Plaza, pero da la sensación de que la obra es sólo de vosotros.
Helio Pedregal:
Teníamos claro que queríamos que fuese nuestra para hacer el trabajo sin la mínima interferencia. Lo mejor para perseguir lo que nos sugería el texto era pagarlo y así fue como nos unimos Blanca y yo. Todo se ponía de nuestra parte: teníamos a José Carlos Plaza y entró en juego Mario Gas, que nos facilitó la Sala Pequeña del Español, que nos interesaba por respetar la intimidad que nosotros le conferimos al montaje. Ha sido una preciosa casualidad a pesar de que entraba por primera vez en el terreno de la producción. Creo que está siendo el bautismo idóneo ante algo que puede ser muy venenoso...

DG: ...y adictivo. De eso sabe mucho Blanca, que tiene más experiencia en este campo.
BP:
Sólo si tú tienes la posibilidad de controlar todos los hilos cabe que el resultado sea como el que quieres. Yo no soy una empresaria que busque hacer dinero, sino alguien que cree en lo que hace. ¿Por qué voy a esperar que alguien decida por mi? Esto era nuestro, de tres personas... Es una garantía, un seguro. Es cierto que no hay una fórmula mágica, que corres el riesgo de fallar, pero se daban muchos elementos como para no hacerlo.

DG: Se atisba un trabajo de artesanos, lejos de cualquier ‘industria’. Esa manufactura confiere una atmósfera especial durante el encuentro de dos desconocidos que se desnudan ante nuestros ojos.
HP:
Todo el trabajo ha estado en armonía con la función: muchos días de trabajo de mesa, ensayos en un espacio mínimo, una obra concebida para el pequeño formato... Y llega una obra que tiene de enjundioso el hecho de que dos personajes se encuentran en un café donde es inevitable no conversar. Un espacio de nadie, un limbo teatral mágico, donde confluyen dos seres necesitados de cariño y apoyo,
BP: Trabajar sobre personajes de Chejov, o basados en criaturas suyas, tiene la ventaja de que sus antecedentes están ahí, en dos obras maravillosas (Tío Vania y Tres hermanas). El gran hallazgo es que hay 25 años de vacío. Y me gusta destacar una premisa de la que parte el director: un personaje no existe hasta que no hay un espectador que lo mira, ahí surge la magia. Yo empiezo a hablar y a sentir cuando tú te sientas en la butaca. Es como si estuviesen congelados en el tiempo y volviesen a la vida, por arte del teatro, esa noche que viniste. Es un acto exclusivo y maravilloso.

DG: El título da idea del juego que hay después de la obra...
BP:
Es eso, un hermoso juguete que invita al espectador a enredar a partir de una conversación, en principio banal, entre dos solitarios en un bar. Lo que está pasando ahí es tan de verdad, tuyo, mío, del vecino... Todo queremos ser lo que no somos y mostramos una imagen falsa para que nos quieran más. Cuando nos quitamos las caretas somos más bonitos, tenemos cosas que no aceptamos y cuando nos reconciliamos con ellas, se vive sin terror. Este encuentro entre Andrei y Sonia es tan valioso que una conversación, aparentemente sin interés, se convierte en algo apasionante.

DG: Resulta impúdico veros tan cerca... Hay tanta verdad y parece tan sencillo de levantar...
HP:
Que de la sensación de que es fácil para mi es el mejor síntoma de que lo estamos haciendo bien. Lo hemos hecho tan nuestro, aclarándolo tanto dentro de nuestro corazón, en la cabeza, durante los ensayos, que ahora salimos a escena a jugar, sin que nos cueste un gran esfuerzo. El divertimento para nosotros resulta fácil e implica que llegue bien al público.

DG: La obra va a recorrer la Comunidad de Madrid y distintas plazas de nuestra geografía. Abandonaréis este espacio con el riesgo de sentiros algo desprotegidos...
BP:
Va a ser muy diferente, pero yo creo que lo que sucede aquí puede repetirse en cualquier escenario. Es tan contundente... Nos va a chocar que los 80 espectadores, esa especie de familia que nos arropa, se conviertan en 250 ó 300 personas, pero ese efecto de cercanía, sencillez y verdad se va a reproducir.

DG: Ninguno de los dos concibe esta función sin el otro.
HP:
A ese texto le añades 3 meses de trabajo y todo cobra otro volumen. Lo que nosotros aportamos al texto original de Afterplay es mucho tiempo de trabajo, bagaje incluido.
BP: Fíjate, no la haría ni por todo el oro de Venecia. Es él, no hay otro Andrei.
HP: Dentro de 40 años cuando se monté, si vivimos para entonces, yo desde luego no pienso ir
BP: O vamos los dos juntitos, con la garrota, a ver qué tal lo hacen.





Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

viernes, noviembre 24, 2006

Daniel Craig


Es el último actor que encarna a uno de los mitos cinematográficos del siglo XX, ya saben, el seductor agente secreto con licencia para matar.

Craig, Daniel Craig, es rubio, tiene ojos azules, un punto sexy y un sólido pasado como actor. También ostenta el récord del mayor número de críticas negativas por su elección. Durante el rodaje levantó las iras de todos aquellos que no le veían como agente 007, un tipo que ha dejado demasiados referentes en nuestro imaginario.

El Bond de menos edad tenía la ventaja de empezar desde cero ya que Casino Royale está considerada como la introducción a la saga. Una vez estrenada, todos coinciden en que aquellos comentarios maldicientes han quedado sin fundamento. Se mantuvo alejado de todas las apostillas y asegura que se ha inspirado en el que consideran mejor Bond de la historia, Sean Connery, pero sin copiarle.

Es el sexto actor que encarna un personaje que irrumpió en la pantalla en 1962 y sigue tan joven como entonces. Craig, inglés de 38 años, no había nacido cuando Connery se enfundó el esmoquin y se midió frente al Doctor No. Tras Pierce Brosnan, que con 53 años se estaba haciendo algo mayor, se rumorearon los nombres de actores que podían continuar la labor a la que también se entregaron, con mayor o menor fortuna, George Lazanby, Roger Moore y Timothy Dalton.

El intérprete al que hemos visto en Lara Croft: Tomb raider, Sylvia, Camino a la perdición, Elizabeth y Munich se impuso a Dougray Scott (Misión imposible 2), Eric Bana (su jefe en la película que rodó a las órdenes de Spielberg), Hugh Jackman (X-men, Scoop), Clive Owen (Closer, Hijos de los hombres) y Ewan McGregor, de quien fue compañero en las clases de interpretación. Por lo visto, su entrega, su forma física y su concepción de la saga como aventura épica convencieron a los productores.

Viene del teatro y quienes le conocen aseguran que no se ha dejado deslumbrar en su salto al cine. Por ahora tiene la agenda repleta de proyectos y pronto será Lord Asriel, personaje de La materia oscura, nueva trilogía cinematográfica basada en los libros fantásticos de Phillip Pulman. En la primera entrega compartirá secuencias con Bana, Nicole Kidman y Eva Green (Soñadores, El reino de los cielos), una de sus compañeras en Casino Royale. El intento de búsqueda de las raíces de Bond también ha dado buenos frutos porque hasta el momento ha firmado por tres películas más. Parece que sus detractores ya han cerrado la boca.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

viernes, noviembre 10, 2006

Hablamos con... Cesc Gay

Empezó en esto del cine con Hotel room, una largo experimental dirigido a medias con Daniel Gimelberg. Después de Krámpack y En la ciudad, se marchó 3 meses a la montaña para rodar Ficción.

Cesc Gay ha filmado su última película en compañía de su buen amigo Eduard Fernández y actores habituales en su incipiente filmografía como su mujer Ágata Roca y Carmen Pla.

Daniel Galindo: Da la sensación de que necesitabas respirar aire puro, abandonar el caos de la urbe.
Cesc Gay
: Y acabo metiéndome en un laberinto interior al contar con un personaje pudoroso y reservado e intentar explicar un sentimiento de renuncia al amor. Quería hacerlo sin generar un conflicto brutal, sólo manteniendo un ritmo, unas tensiones y una progresión lineal. Y para ello, el sosiego del campo es vital.

DG: En la ciudad partía de una anécdota, un encuentro entre amigos en el que un hecho inesperado desemboca en una clima de tristeza general. ¿Cuándo surge Ficción?
CG
: En el momento en que mezclo varias inquietudes que me rondan, como el interés por trabajar de nuevo con Eduard, hacer un mano a mano. Nace también de las ganas de salir de la ciudad, de rodar en otro espacio: había algo de mí que me llevaba a refugiarme en la montaña. Y surge de charlas con amigos cuyas relaciones se van al traste, de ver como dos personas que se quieren, juntos no duran ni cuatro días...

DG: La película está llena de reflexiones muy interesantes, eso sin entrar en que parece una apología a la fidelidad y también a los nuevos modelos de familia.
CG
: Sí, eso es lo que todos me estáis diciendo. Pero es lo que nos ha tocado vivir. Estamos en un periodo del que están saliendo los nuevos rumbos de la sociedad de mañana y al igual que el personaje de Javier Cámara, que se limita a observar, me gusta sentirme un mirón que condensa en unos fotogramas la vida que nos rodea, caótica y a veces sin sentido, con parejas que se rompen nada más nacer sus hijos.

DG: Después de darle un pequeño papel en tu anterior cinta, vuelves a trabajar con Eduard... ¿por qué?
CG
: Le hago entrega del protagonista que se merecía y supone mucho para los dos, porque se trata de la primera película que hago con un personaje central. Nos quedamos con las ganas de desarrollar algo con él, que tiene una cantidad de registros muy viva. También me gustaba la química que hay entre Javier y Eduard, la sutilidad y comicidad natural con que se muestran ante la cámara. Aquí todo pivota en torno a Eduard y me obligó a buscar una actriz que, sin ser muy conocida para no restar protagonismo a la historia, pudiera resistir el torrente de fuerza de este buen amigo.

DG: Cesc Gay, un "domador de fieras" en palabras de Cámara, lo ha debido tener fácil al rodar entre amigos y en familia, con tu mujer y la hija de Eduard...
CG
: Es verdad que el trabajo de En la ciudad fue más estresante, con muchos personajes, muchos lazos que tenían que quedar bien atados. Aquí tuvimos la libertad de rodar la película todos juntos. El lujo que supone levantarte y saber que sigue la acción en el punto donde lo dejamos el día anterior es impagable.

DG: A pesar de tener un punto triste, de añoranza, ¿Ficción te permite reconciliarte con todos los que disfrutamos de la amarga En la ciudad?
CG
: Sentía la necesidad de liberar tensiones, de verbalizar, sin hacerlo de manera expresa... Yo les decía a ellos que estábamos contando un amor que nunca llegó a existir. Es la renuncia a una historia de amor, un gesto de despedida. Me interesaba poner la mirada en las personas que no consiguen dar ciertos pasos en su vida. Todo tenía que ir por dentro y creo que, aunque parezca impensable, se transmite con imágenes.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

Stephen Frears


Aunque los derroteros artísticos le llevaron por el camino del teatro, dirigiendo obras para el Royal Court Theater, encontraría en el cine y la televisión su verdadera razón de ser.

En la actualidad no hay muchos directores que puedan enfrentarse con la misma soltura a un drama de época como Mary Reilly y a un docudrama político que ponga en entredicho la labor de Tony Blair. Stephen Frears no sólo es capaz sino que afronta nuevos retos casi tres décadas después de estar dedicado por entero al cine.

La adaptación de la novela de Hanif Kureishi Mi hermosa lavandería -con un joven Daniel Day Lewis-, Ábrete de orejas y Sammy y Rosie se lo montan, una trilogía sobre la sociedad inglesa bajo el mandato de Margaret Thatcher, le confirmaron como uno de los directores de la nueva ola del cine británico. Heredero de los progresos del "free cinema" de los sesenta, Frears es poseedor de un lenguaje identificable, con rasgos propios como el humor negro, la naturalidad y agilidad de los diálogos y el enfoque original de ciertos dramas.

La hilarante y realista Café irlandés abriría a comienzos de los 90 su etapa más costumbrista, alimentada por La camioneta. Una separación temporal, formal y argumental en el arco temporal que se había iniciado en 1971 con Detective sin licencia, y dos relatos emplazados en ambientes criminales rodados en la década siguiente: Chicos sangrientos y La venganza.


Creador activo donde los haya –suele estrenar una película cada dos años-, Frears se erige en paladín del cine que se hace en el viejo continente a sabiendas de que para hacer frente al todopoderoso Hollywood hay que encontrar historias únicas y dotarlas de la envoltura atrayente de títulos recientes como Largo domingo de noviazgo o las propuestas de cineastas españoles como Pedro Almodóvar y Julio Medem.


Pero Frears no reniega de la industria norteamericana ya que fueron concebidos en su seno algunos de sus éxitos como Hi-Lo country, Alta fidelidad y Las amistades peligrosas, en la que dirigió a John Malkovich, un conde juguetón que flirteaba con Michelle Pfeiffer y Uma Thurman. Un ejemplo que corrobora su capacidad para contar buenas historias, darles otro aire en el caso de que estén basadas en novelas. Todavía nos queda mucho por ver de este defensor a ultranza del trabajo de guión como base de un proyecto.

A sus 65 años este británico ha regresado con Mrs. Henderson presenta a la comedia con clase después de destapar los Negocios oscuros de un grupo de explotadores encabezado por Sergi López, principal protagonista junto a Audrey Tautou de este thriller curioso cuya trama tiene lugar en los suburbios del Londres que el turista nunca ve. Una crítica irónica acerca de la inmigración ilegal.


Si hay un área en el que Frears se siente seguro es en el de la política actual, un nexo más de conexión con su compatriota Ken Loach, formado como él en la televisión de los 60 y 70. En Gran Bretaña se conocen muy bien sus trabajos para la pequeña pantalla, como The deal en el que presenta a Tony Blair en su carrera hacía el liderato del Partido Laborista, un personaje para él con más defectos que lindezas. En su último trabajo de ficción para la gran pantalla, The Queen, también ha querido hablar de otras ‘amistades peligrosas’, las de Blair con la reina de una institución que en su opinión cambiará cuando Isabel II ya no esté.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

Helen Mirren

Como Isabel II en The Queen se coloca en la quiniela de aspirantes al Oscar. Detrás del revuelo mediático de los últimos meses se esconde una actriz que no nació ayer.

Diez años más joven que Judy Dench –habitual ya de la saga Bond- y Maggie Smith –vista como profesora de Harry Potter-, Mirren comparte con ellas el porte británico que, unido a una maestría en el terreno de la interpretación, las convierte en embajadoras de la escena y el cine de su país de origen.

La recordada Calígula le dio popularidad, permitiéndole saltar el charco de vez en cuando hasta que se estableció en Los Ángeles, donde comparte hogar con el director Taylor Hackford (Oficial y caballero, El abogado del diablo, Ray). Fue Morgana en la mítica Excalibur, de John Boorman, se perdió en La costa de los mosquitos, junto a Harrison Ford, y se puso a las ordenes de Peter Greenaway en El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante. De las tres damas es Maggie la que suele salir menos de la isla, pero tanto Helen como Judy han paseado por la alfombra roja de los Oscar en varias ocasiones, una de ellas por Gosford Park, de Robert Altman.

The Queen le ha supuesto el visado para entrar en el universo de Stephen Frears. Es uno de esos personajes que marcan una carrera y parecen borrar de un plumazo todo lo anterior (y a veces, lo venidero). Hacer de Isabel II en medio de un espíritu casi revanchista, sin perder el aire british y el toque de seriedad justa, sin histrionismo, era un reto. ¿La habrá llamado la reina de Inglaterra para felicitarla por su excelente labor?

Conocido el beneplácito de público y crítica, seguro que no espera el telefonazo de Buckinham aunque desde el principio sintió un enorme respeto por una institución tan querida como criticada. Era la primera vez que alguien se acercaba al lado más humano y privado de una reina con dudas y emociones que, con otro estilo, había sido encarnada por más actrices (Prunella Scales, Imelda Staunton). Su admiración por Anna Magnani y Jeanne Moureau, mujeres con autoridad y confianza, queda patente en su visión de la mujer más poderosa del mundo, con permiso de Condolezza Rice.

Ha intentado imitarla desde la psicología y la imaginación una vez pasada la etapa donde la intriga y el temor se apoderaron de ella. El resultado lo tienen en pantalla y no deja indiferentes a nadie: el afán por intentar comprender al personaje real hizo que la actriz que tomaba té con pastas en Las chicas del calendario y sufrió La sombra de un secuestro se alzase con la Copa Volpi en el pasado Festival de Venecia. Ovacionada durante 5 minutos, el galardón incrementó el número de premios a su carrera como majestad: la londinense, nacida en 1945, parece ya una experta en este tipo de papeles ya que apareció como reina en La locura del rey Jorge (candidatura al Oscar incluida) y en 2005 protagonizó la miniserie Elizabeth I, galardonada con 9 premios Emmy.

Voz de otra reina muy animada en El príncipe de Egipto, el porte regio no le viene desde luego de familia ya que fue criada en un ambiente antimonárquico. En su siguiente proyecto escapa a esos roles, convirtiéndose en una coleccionista de libros surgida del imaginario de la escritora de libros infantiles Cornelia Funke.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

miércoles, noviembre 01, 2006

Hablamos con... Calixto Bieito

Más allá de la provocación y la polémica, su forma de trabajar dota de sentido el papel de los grandes directores de escena: dar una visión renovada de obras clásicas.

El Festival de Otoño programó dos de sus últimos trabajos, Peer Gynt, poema épico de Henrik Ibsen, y Plataforma, a partir de la novela de Michel Houellebecq. Acude a Madrid con regularidad al frente de la compañía del Teatro Romea, espacio que dirige en Cataluña. Entre sus proyectos, devolver la ópera Don Giovanni al Liceo y llevar en 2009 una dramaturgia con 6 zarzuelas de género chico a Berlín y Stuttgart.


Daniel Galindo: Dicen que estamos ante un Calixto Bieito más relajado y flemático...

Calixto Bieito: Continuo furioso, pero es una ira creativa más reflexiva y existencial, que toca más adentro. Estoy en un proceso de transformación fruto del paso de los años. Sigo sin estar de acuerdo con muchas cosas aunque es verdad que ahora pienso más antes de actuar, buscando otras formas de expresión. Quizá sea porque haya madurado, por haber recuperado la pasión por la filosofía... Pero sigo siendo igual de apasionado en los ensayos y mi próximo Don Giovanni será tan furioso como siempre.

DG: Unos meses ahora en Basilea –donde está ensayando Don Carlo- y en 2008 en Barcelona os hará aparcar vuestras giras por Europa...

CB: Eso nunca. Nuestra vocación viajera no se puede mermar. Al cabo del año tenemos muchísimas peticiones para representar obras de repertorio e incluso para estrenar e inaugurar festivales como el de este año en Bergen con motivo del centenario de la muerte de Ibsen.

DG: ¿Y cómo abordas la adaptación de 7 horas y media de lectura de una epopeya como Peer Gynt?

CB: Gritando en un primer momento "dónde nos hemos metido" y luego esquematizando y destacando el carácter universal de los 50 años de vida de este personaje. Un tipo que es a los noruegos como Fausto a los alemanes y Don Quijote a nosotros. Me gusta trabajar con imágenes, e Internet para esto ofrece el mejor banco iconográfico. Luego está la parte romántica, una faceta que en el caso de Peer Gynt me llevó a recorrer Noruega, la turística y la que pudo vivir Ibsen, aunque esta novela la escribió muy lejos, en Italia.

DG: ¿Te trasladaste a Tailandia para indagar en el relato de Plataforma?

CB: No fue necesario porque lejos de una historia pornográfica dura, para mi es una historia de amor que deja el sexo a un lado. A veces hablar de sentimientos es más obsceno que jugar con efectos visuales. Y luego está la música: a la hora de concebir una puesta en escena me dejo llevar por el ritmo propio de cada pieza. La Celestina, por ejemplo, me sonaba a rumba catalana.

DG: ¿Y a qué suena Peer Gynt?

CB: A todo. Tiene música muy ecléctica, con versiones del Réquiem de Verdi, de P.J. Harvey , George Michael... Es un poema dramático hiperrealista para 7 voces y una yamaha, y muchos temas cantados por Roser Camí suenan a creaciones muy de Björk, por el toque interior y desgarrado.

DG: Y como el resto del texto, en catalán...

CB: O en castellano, siempre según nuestro criterio y nunca por razones políticas. Peer Gynt está en catalán y obedece sólo a cuestiones artísticas, que son naturalmente muy subjetivas. Hemos ido a Londres en los dos idiomas, a París en castellano, a Salamanca en catalán... Plataforma está en castellano, ¿porque está Juan Echanove? Puede ser, pero me gusta que la compañía cambie, que no se anquilose. Y en el caso del verso de Ibsen, suena muy bien en catalán, lo que no quiere decir que suene mal en castellano. Otro ejemplo: Shakespeare es más lírico en catalán y más fuerte en castellano. Con el idioma hay que jugar. Ya que tenemos esa ventaja, aprovechémosla.

DG: Una de tus pasiones menos conocida por nosotros es la zarzuela...

CB: Sí, me da buen rollo porque me recuerda a la banda de Miranda de Ebro que tocaba los domingos de primavera en la plaza del pueblo. Me molesta que muchos no tomen en serio este género, que hay que cuidar. Es verdad que necesita algunas reformas en los bajos y recibir un empuje, pero tiene seriedad y calado intelectual, además de un halo clásico, que ya me encargaría yo de transformar.

DG: Y a esperar las críticas del público.

CB: ¿Sabes? En tres años al espectador se le pasa el enfado, así que podemos investigar, aunque al principio más de uno lo vea todo negro. Créeme que lo he sufrido en mis carnes.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

viernes, octubre 27, 2006

Martín Scorsese

Llega a las carteleras con Infiltrados al tiempo que uno de sus títulos más carismáticos, Taxi Driver, celebra sus primeros 30 años en la retina de los espectadores.

La película protagonizada por Robert De Niro, Jodie Foster, Cybill Shepherd y Harvey Keitel no fue su primera incursión en el mundo del cine pero sí una de las más celebradas, Palma de Oro en Cannes incluida. Antes había rodado Alicia ya no vive aquí y Malas calles, con las que ponía a prueba su mano diestra y su afición por relatar historias.

Aquella fue la primera de muchas: Toro salvaje, New York, New York, Uno de los nuestros, El cabo del miedo, Casino… Con De Niro estableció una relación peculiar parecida a que desde tres cintas atrás le une a Leonardo DiCaprio. Con él como protagonista ha rodado Infiltrados, El aviador y Gangs of New York, sobre la historia de una ciudad en la que él nació en 1942. El de Queens la ha convertido en otra de sus actrices predilectas al estar presente en buena parte de su filmografía y recibir homenajes expresos, como el que le rindió en la trilogía de historias narradas también por Francis Ford Coppola y Woody Allen.

En más de 40 años escribiendo guiones y mirando a través del visor –desde que en 1968 rodó ¿Quién llama a mi puerta?- ha tenido tiempo de hacer experimentos como Kundun, donde recrea la vida del decimocuarto líder espiritual tibetano y retrata la invasión del Tíbet por parte de la China de Mao. No se amedrentó a la hora de levantar polémica con La última tentación de Cristo, adelantándose 15 años a La Pasión, de Mel Gibson, el más inmediato trabajo controvertido sobre el Jesús más humano.

Demostró que es capaz de desenvolverse con soltura en la alta sociedad neoyorkina del siglo XIX, donde ambienta La edad de la inocencia, y en un giro radical puso Al límite a Nicolas Cage y Patricia Arquette en una inquietante historia sobre los conductores de ambulancia. Enamorado del cine italiano, resulta curioso su sobrado acercamiento de 243 minutos con formato documental. Él mismo se encarga de relatar en Mi viaje a Italia la profundidad estética de Federico Fellini, las películas más recientes y los logros del neorrealismo, al que se adscribe buena parte del cine que empezó a ver cuando no tuvo más remedio que refugiarse en la sala oscura ante la imposibilidad de disfrutar de otras actividades por culpa del asma.

No era esta su primera incursión en el género: en 1976 filmó los conciertos de despedida de The Band, por la que pasaron Bob Dylan, Van Morrison, Neil Young, Joni Mitchell, Neil Diamond y Eric Clapton. También le debemos por ejemplo No direction home: Bob Dylan y es posible que pronto veamos otro sobre la intensa trayectoria de los componentes de un grupo mítico que aún perdura: los Rolling Stones.

Un total de 19 candidaturas a los Oscar le avala entre sus compañeros, pero el no haber conseguido ninguna de las 5 estatuillas a la mejor dirección emborronan en parte su historial. No tiene ningún premio de la Academia pero que empiecen a temblar sus compañeros porque Scorsese se toma la revancha, ya que emprende una nueva faceta, la de crítico para una revista que recoge la programación de cine en televisión.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

martes, octubre 24, 2006

Alfonso Cuarón


A sus 45 años se confirma en el universo de los cineastas más críticos y prolíficos de su generación. Pero la trayectoria del mexicano es muy curiosa, producto de un largo camino en el cine.

A mediados de los 90 Sydney Pollack le propuso dirigir Grandes esperanzas, lustrosa incursión en el gigante del norte después de filmar en inglés la adaptación de un cuento llamado La princesita. Sus avales patrios no eran asuntos menores: varios cortometrajes a comienzos de los 80, Sólo con tu pareja, una ópera prima protagonizada por Daniel Giménez Cacho (Celos, La mala educación), y episodios de series de televisión.

Conocido el entramado cinematográfico británico después de rodar Harry Potter y el prisionero de Azkabán, sólo pensaba en adaptar la novela de P.D. James Hijos de los hombres. Su película con mejores críticas, la más controvertida por anunciar un mañana no tan lejano. Ha encontrado el equilibrio perfecto entre acción y conciencia moral. Se decanta por una ágil forma de rodar: cámara en mano, con secuencias largas en las que la cámara no deja de filmar, tono documental... Quería que el triste paisaje que retrata –un Reino Unido del que sólo nos separan 21 años- tuviera reminiscencias del tercer mundo actual y quedase como una mirada realista al presente, la mejor advertencia sobre el futuro que se nos avecina.

Hablar de Hijos de los hombres es hacerlo también del actor Clive Owen, por el que se decantó Cuarón. Asegura que si tuviera que salvar el mundo le tendría como compañero. Juntos han hecho un camino similar en el cine: paso a paso, primero en su país natal, dejándose mimar por Hollywood y dando pasos certeros como esta fábula que avisa de que el futuro es cosa del pasado. El actor británico entrará en su universo del mismo modo que lo hizo Maribel Verdú. Recordemos que Cuarón la dirigió en Y tu mamá también (candidata a los Oscar a la mejor película en habla no inglesa y al mejor guión original) y como productor confió en ella para El laberinto del fauno, de su también amigo Guillermo del Toro.

No pasamos por alto esa faceta, la de productor, ya que el mexicano está detrás de títulos como El espinazo del diablo, la divertida Temporada de patos y El asesinato de Richard Nixon, de próximo estreno. Ahora está metido en nuevos proyectos, como México 68, una mirada no a los Juegos Olímpicos, sino a las trágicas revueltas estudiantiles en su ciudad natal. Podría contar con actores a los que conoce bien, como Gael García Bernal y Diego Luna, además de tener en el reparto a las españolas Diana Palazón y María Casal, populares gracias a la serie Hospital Central.

Entre sus colaboradores, además de su hermano Carlos, se encuentra Emmanuele Lubezki (Sleepy Hollow, El nuevo mundo), responsable de la fotografía de sus películas, desde la primera hasta Hijos de los hombres, la última y más inquietante por el momento.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

viernes, octubre 13, 2006

Sergi López

Con motivo de El laberinto del fauno el año pasado volvía a España a rodar, algo que no hacía desde el año 2001.

En la pantalla grande se despoja de su carisma, pero el actor de 41 años lo sigue conservando una vez conocida su historia de amor con el cine. Quería ser futbolista pero cumplidos los 18 se encontró con el viejo oficio de actor. Se fue a París a estudiar y conoció a Manuel Poirier con quien ha hecho, hasta el momento, 7 películas. La primera fue Western, ‘road movie’ con dos marginados que entronca con la última, Caminos cruzados, versión francesa de Carreteras secundarias.

No es distante ni serio... Eso se comprueba en cuanto te diriges a él y te contesta con una amplia sonrisa en la boca. Viéndole en El cielo abierto, de Miguel Albaladejo, pasa por ser el amigo que quieres tener; aunque en otros títulos como Ataque verbal y Janis & John, utiliza la sonrisa y las palabras para engatusar y camelar. Ahora peca de sádico convertido en una especie de lobo feroz enfundado en un traje de militar. Le toca el rol de ogro en el cruel cuento de hadas de El laberinto del fauno.


Guillermo del Toro sedujo a Sergi López por su inteligencia y su capacidad de narrar. Le contó hace tres años su proyecto cuando era un boceto, pero no se habló más, sólo una cosa: el mexicano quería verle pero no haciendo de buena persona, sin atisbo del aprecio que se le coge hasta en las películas más duras. Como el capitán Vidal, franquista empedernido, no tiene nuestra simpatía moral aunque sí la cinematográfica-, ya que borda un terrorífico y malvado rol sólo comparable al odioso personaje de Sólo mía, donde da vida a un maltratador.

A la espera de entrar en un proyecto sobre el gángster que siempre quiso ser, su próximo trabajo le lleva a Niza, donde rueda Parc, otro thriller donde asegura divertirse tanto como haciendo los Negocios sucios que le encargó en 2002 Stephen Frears junto a Audrey Tautou. La película pasó desapercibida, no así su papel como inmigrante explotador de compatriotas que confirma ese lado oscuro que puede explotar, sin olvidar el punto tierno que deja entrever. Tiene pendiente el estreno en España de Les mots blues, donde da vida a un maestro de niños sordomudos. Con ella visitó la Berlinale, un festival al que en su día se acercó con Caricias y Morir (o no), sus trabajos a las órdenes de Ventura Pons.

Hace un año se enfrascó en la aventura teatral que le iba a permitir saldar las cuentas con su pasado sobre las tablas. Con Non solum se reencontraba con Jorge Picó y quienes le vieron destacan que en pantalla, el catalán de Vilanova i la Geltrú no da ni un cuarto de todo el torrente que es capaz de soltar. Aún así nos quedamos con títulos como Una relación privada y La curva de la felicidad, e incluso con algunos denostados como Lisboa (Antonio Hernández), Harry, un amigo que os quiere (Dominik Moll) por la que se alzó con un César francés, y Hombres felices (Roberto Santiago), cintas menores en las que resalta la labor de un intérprete de fama continental que sigue viviendo en su pueblo como si nada, junto a su mujer y sus tres hijos.

Texto escrito por
Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

martes, octubre 10, 2006

Carmen Maura

Poseedora de un don especial para la interpretación, esta madrileña no tiene parangón en el cine de hoy, al menos en el español.

Hay excelentes actrices, aquí y en Europa, que acumulan experiencia, pero se cuentan con los dedos de una mano las que a sus 60 años continúan en activo, rifada entre los cineastas, acreedora de una mirada diferente y siendo algo que muchos dicen con demasiada ligereza: un icono.

Estaba al frente de una galería de arte cuando su vocación artística fue cobrando fuerza a finales de los sesenta: de los escenarios, los cortometrajes (Pomporrutas imperiales) y los café-teatros saltó a la televisión, donde recibía los piropos de Fernando García Tola ("nena, tú vales mucho"), alternándolos con intervenciones en varios Estudio 1.

Fernando Colomo y Fernando Trueba la convirtieron en la musa de la comedia disparatada que dejaba atrás la transición y se abría paso entre las moderneces y los progres: Alaska –por citar un nombre- era a la música lo que Carmen Maura al cine. Pero antes fue el teatro y antes también, chica Colomo, con Tigres de papel y ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste?

"No fui la primera chica Almodóvar porque en aquellos momentos éramos tres ó cuatro". Con soltura se corta la etiqueta, aunque no se desdice de ella. Pepi, Luci, Bom... y otras chicas del montón sería la primera de seis colaboraciones entre la actriz tragicómica -según él- y el cineasta talentoso -según ella-. Maura puso voz y cuerpo a las historias del manchego, a las primeras, como ¿Qué he hecho yo para merecer esto? y Entre tinieblas, con las que entronca ahora Volver.

Premio Nacional de Cinematografía por su labor indiscutible a nuestro cine, Mario Camus la convirtió en una ex-terrorista de ETA en Sombras en una batalla y demostró, gracias a Ana Belén, Cómo ser mujer y no morir en el intento. Eso antes de instalarse en Francia, donde ha rodado a las órdenes de André Techiné (Alice y Martín), Martín Provost (El vientre de Juliette) y Etienne Chatiliez (La alegría está en el campo, por la que fue candidata al César). Habitual en los repartos internacionales de nuevos y consagrados directores, no le falta tiempo para hacer la maleta e irse a rodar a Argelia (El harén de Madame Osmane), Argentina (El sueño de Valentín), Italia (Ángeles de negro), México (Al otro lado) o Bélgica (25 grados en invierno). También a Israel, con Zona libre, en la que pronto la veremos como suegra de Natalie Portman a las órdenes del realizador Amos Gitai.


Circunstancias de la vida, en España rodó a finales de los 90 Lisboa, junto a Sergi López, el otro embajador de nuestro cine en Francia –con permiso, eso si, de Victoria Abril, Inés Sastre y José García-. Antonio Hernández la trajo de nuevo a España y Alex de la Iglesia hizo que deslumbrase con su protagonista absoluto en La comunidad: un nuevo Goya se sumaba a los conseguidos por Mujeres al borde de un ataque de nervios y ¡Ay, Carmela! donde fue el rostro de la República surgido del imaginario de José Sanchis Sinisterra y tamizado en 1990 por Carlos Saura.

Acaba de entrar en los sesenta y sigue ilusionada con el cine como el primer día. Para comprobarlo sólo basta ver su apoyo a jóvenes realizadoras en sus cortometrajes –dentro del proyecto 50 minutos- y disfrutar de Volver, punto final a 17 años de parón en la relación Maura-Almodóvar y puesta de largo de la misma química, la confianza, que siempre hubo entre musa y creador, esa que le permite hacer cosas al borde del precipicio sin miedo a despeñarse.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

¿Has llegado hasta aquí y te has quedado con ganas de saber más? Pues sigue leyendo...

Hablamos con Pedro Almodóvar.

Crítica de "Volver".

Avanzamos... "Volver".

Perfil de Carmen Maura.

Natalie Portman

Natalie Herslag se dio a conocer en 1994 con León, el profesional, de Luc Besson, y apareció junto a Al Pacino en Heat. Tenía 12 años por aquel entonces y sólo dos después sorprendería con dos títulos diferentes: Todos dicen I love you, de Woody Allen y Beautiful girls, de Ted Demme, una cinta generacional que, fíjense en las casualidades, cuenta con los mismos patrones que Algo en común, la inteligente ópera prima del guionista y actor Zach Braff, rodada en 2004. Entre ambas surgieron películas como Mars attack! (Tim Burton) y Cold Mountain (Anthony Minghella).

En 13 años de carrera ha compaginado sus proyectos en cine con las primeras incursiones en el teatro. En su Nueva York de adopción debutó sobre las tablas con un papel caramelo para cualquier actriz, el personaje de Nina en La gaviota, arropada por Meryl Streep, Kevin Kline y Philip Seymour Hoffman. No quedaría aquí la pasión por la escena, ya que durante la temporada 1997-98 Portman protagonizó en Broadway El diario de Ana Frank, montaje aclamado por el público y la crítica.

Sus estudios de Psicología en Harvard le han permitido encarar personajes con más aristas punzantes de las habituales, como el de Evey en V de Vendetta, una joven bajo la opresión totalitaria de un gobierno fascista que pasa, de la noche a la mañana, de ser una oficinista anónima a una audaz heroína con firme compromiso político. Del proyecto le atrajo las innumerables reflexiones que se extraen de la novela gráfica original de Alan Moore que comenzó a publicarse en 1981 y se completó en 1989.

A sus 25 años, la que durante una década ha sido madre de Luke Skywalker y Reina Amidala en los tres primeros episodios de La guerra de las galaxias, vio como la popularidad frenaba su carrera cinematográfica. No era Portman una actriz que se prodigase mucho en los repartos: tras el acelerón inicial parecía que diese miedo pronunciar su nombre entre los productores. Pero el caché no era problema: asentada en su trono de joven talismán de cineastas independientes –Algo en común, V de Vendetta-, en 2004 comenzó su carrera británica con Closer, de Mike Nichols, en la que compartía protagonismo con Jude Law, Julia Roberts y Clive Owen y por cuya interpretación recibió el Globo de Oro a la Mejor Actriz de Reparto.

Para protagonizar V de Vendetta no dudó en raparse la cabeza y renunciar a otros trabajos. Al fin caía en sus manos el guión de una película movidita con trasfondo social y sustancia política, donde la acción era lo menos importante. Su director, James McTeigue, destaca de ella un talento innato y su gran capacidad de concentración. Portman no es ajena a los tiempos que corren y dicen que es una voraz lectora que introduce en sus conversaciones referencias a Shakespeare y a pensadores contemporáneos. Quizás eso fue lo que convenció a los productores, los hermanos Wachowski (Matrix), de su candidatura frente a otras actrices como Bryce Dallas Howard y Scarlett Johansson, con cuya carrera tiene la de Portman muchos puntos en común.

El año pasado volvió a su Jerusalén natal para rodar Zona libre a las órdenes del más internacional de sus compatriotas cineastas, Amos Gitaï. Si en ésta intervenía en secuencias junto a Carmen Maura, en Los fantasmas de Goya, también a punto de estreno, hacía lo propio con Javier Bardem. Cuatro meses estuvo en nuestro país compartiendo la visión de Milos Forman de una España anclada en la tradición y una corte rendida al genio de Francisco de Goya.

Confesa admiradora de la reina Rania de Jordania, considera que la fama le puede brindar la posibilidad de ayudar a los más desfavorecidos aunque no quiere servir de ejemplo a los que están creciendo. Tiene la cabeza bien amueblada y durante la promoción de su último título ha manejado paralelismos con la Alemania nazi, Guantánamo, Irán y los genocidios en Ruanda, la desmembrada Yugoslavia y Sudán, soltura intelectual en un Hollywood mermado en sus capacidades. Por ello no oculta su deseo de trabajar con directores especiales o controvertidos como Michael Haneke y Roman Polanski y realizar incursiones en el cine europeo. ¿Lo próximo? Paris je t’aime, donde protagoniza una de las 20 instantáneas de amor dirigidas por cineastas como Fernando Trueba, Isabel Coixet, los Coen y Walter Salles.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

Eduard Fernández

Hay personajes con los que todo actor sueña con interpretar. El de Hamlet es uno de ellos. Consciente de su madurez en el medio y de que la idea de seguridad no es buena compañera de viaje, Eduard Fernández afronta uno de sus proyectos más ambiciosos a las órdenes del amigo que a su vez es gran director de escena.

Él está inserto en el experimento a gran escala que monta Lluís Pasqual con actores de toda España. Doble ración de Shakespeare: por un lado la tragedia del príncipe de Dinamarca, que no es otro que él; por otro, La tempestad, donde da vida a un capitán en medio del desastre.

Embelesado por el cine y haciendo lo propio con nosotros desde la pantalla grande, el catalán de 42 años llevaba muchos sin pisar un escenario. Sólo lo hacía cuando debía presentar una película o recoger algún premio como los Goya al mejor protagonista por Fausto 5.0 –incursión fílmica de La Fura dels Baus- y al mejor actor de reparto por En la ciudad (2002), labor también reconocida por la Unión de Actores.

La ascensión de este chico con cara de persona corriente, bajito y aspecto de chuleta fue progresiva desde que Mariano Barroso confió en él uno de los personajes de Los lobos de Washington. Hasta entonces, finales del siglo XX, mucho teatro y televisión en Cataluña con alguna participación menor en largometrajes que han pasado inadvertidos a las órdenes de Rosa Vergés en Souvenir y Juan Manuel Chumilla en Zapping.

Desempeñó registros muy diferentes en El portero y La voz de su amo, hasta que su apellido, muy común, se asoció a un Eduard que hacía el tándem más conocido. Sorprendía por su naturalidad a la hora de encarar hasta los papeles más desagradables y peliagudos pero también los cómicos (Cosas que hacen que la vida valga la pena) y los que le permitían conservar el halo de circunstancia que le envuelve (Smoking room).Marido celoso, y con razón, fue en la adaptación que Bigas Luna hizo de Son de mar, de Manuel Vicent, formando triángulo con Jordi Mollá y Leonor Watling.

Fernando Trueba (El embrujo de Shanghai), Gerardo Herrero (El misterio Galíndez), Montxo Armendáriz (Obaba) y Marcelo Piñeyro (El método) son algunos de los que le han dirigido en cine, aunque son Cesc Gay (En la ciudad) y el citado Barroso (Hormigas en la boca) quienes saben sacarle más jugo. En septiembre veremos qué tal le ha ido con Agustín Díaz Yánes en Alatriste, donde ha dado vida a Sebastián Copons, el compañero de armas del capitán castellano salido del imaginario de Arturo Pérez-Reverte.

Tras el intenso rodaje ha dado rienda suelta por media España a su pasión más temprana en el que está siendo su tercer idilio con Lluís Pasqual, después de Esperando a Godot y Roberto Zucco. El director es otro de los que saben cuidarle y él no hace ascos a tanta generosidad al confesar que sólo con él podía atreverse con el primer espada de Shakespeare.

Juntos han demostrado que se trataba de la mejor elección: el actor presume de que el rol le va como anillo al dedo, a sabiendas de que el director le ha dejado deshacerse de guiños preconcebidos, dando vida a un equilibrado compendio entre la reflexión –que es duda- y lo cómico –por su comportamiento histriónico-, un príncipe danés con aire extrovertido y mucha, mucha ironía, la misma que él le echa a la vida.


Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

Michael Winterbottom

Heterodoxo en su filmografía y siempre con el ánimo de sorprender alzando la voz, este cineasta se ha convertido en uno de los iconos de ese sector del cine europeo que aúna conciencia social y maestría formal.

El universitario de Oxford se apartó pronto del campo de la filología para dedicarse al cine aunque pasando primero por las salas de montaje de la Thames TV, para la que dirigió documentales sobre el cineasta sueco Ingmar Bergman y un par de telefilmes dirigidos a una audiencia juvenil.

Hace poco más de una década fundó junto al productor Andrew Eaton Revolution films que sólo un año después, en 1995, dio como frutos sus primeros largometrajes: Besos de mariposa –que narra el amor de dos lesbianas- y Go now –sobre el drama de la esclerosis múltiple-. El panorama cinematográfico era vasto por aquel entonces y muchas eran las ganas de hacer un cine diferente, prueba de ello fue el impacto que supuso en Cannes Jude, con Kate Winslet y Rachel Griffiths.

Iconoclasta en su forma de hacer cine, su estilo se va haciendo cada vez más personal e identificable. Su progresión le fue llevando a cierto desencantamiento ante el mundo que, después de Wonderland, Welcome to Sarajevo, El perdón y 24 hours party people, se volvió más sosegado, plasmado de cierta melancolía. Dejó prueba de ello en Código 46, una historia sobre un futuro próximo que nos llega a través de los ojos de los personajes a los que dan vida Tim Robbins y Samantha Morton. Y los experimentos siguieron, esta vez bajo el nombre de 9 songs, batiburrillo de sexo y música que no deja indiferente.


En la misma línea que En este mundo –sobre el viaje de dos afganos con Londres como meta- pero por otros derroteros discurre su Camino a Guantánamo, una cinta que ha cosechado buenas críticas desde su estreno en la pasada Berlinale. Su recuerdo del paso por el festival debe guardarlo bajo llave ya que periodistas y público le ovacionaron durante varios minutos por su última incursión en el cine de compromiso ideológico. El Oso de Plata a la Mejor Dirección fue un premio a repartir entre los dos directores de Camino a Guantánamo, Winterbottom y Mat Whitecross, los narradores de esta historia real protagonizada por cuatro jóvenes británicos que fueron a una boda a Pakistán y acabaron retenidos por Estados Unidos cerca de dos años.

Para el cineasta británico de 45 años, su película no es un trabajo de denuncia, sino una obra que va más allá, pretendiendo que el público salga de las salas criticando la situación de lugares como esa cárcel improvisada y pidiendo responsabilidades a quienes practican actividades criminales. Winterbottom vive con la idea de que el cine sirve para que el pueblo no olvide y que el espectador pueda convertirse en protagonista de la historia que se cuenta.

Texto escrito por
Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

Hablamos con... Ana Fernández

Empezó en esto del cine a los 33 años. Hasta entonces llevaba unos años como chica del tiempo en Canal Sur, alguno que otro como locutora de radio "todoterreno" y muchas horas de carretera montando obras de teatro por pueblos.

En el recuerdo de todos están sus trabajos con Pedro Almodóvar (Hable con ella) y José Luis Garci (You’re the one, Historia de un beso, Tiovivo c.1950) y lejos en la distancia, pero siempre presente al hablar de ella, está Solas, la película de Benito Zambrano que la lanzó a la fama en 1998.

Tiene una cuenta pendiente con el teatro pero está muy centrada en el cine. A dos películas por año –el pasado hizo doblete con Morir en San Hilario (Laura Mañá) y Pasos (Federico Luppi)- ahora presenta el estreno casi simultáneo de Amor en defensa propia y Sin ti. Con ellas comienza el goteo de películas protagonizadas por una de las actrices más solventes del panorama nacional. Lo próximo ya está también rodado: Vidas pequeñas, de Enrique Urbizu, Lola, de Miguel Hermoso y El corazón de la tierra, de Antonio Cuadri.


Daniel Galindo: No sales de un rodaje cuando estrenas el fruto del anterior: acabas de estar a las órdenes de Miguel Hermoso Lola, dando vida a Rosario, la madre de Lola Flores.
Ana Fernández:
He sacado todo mi acento andaluz para dar vida a esta matrona que me ha tenido fascinada desde el guión: es valiente, me recuerda a las mujeres de mi familia y es mucho esta mujer. Soy la madre de la artista, papel interpretado por Gala Évora, y como miembro del equipo debo decir que a todos nos ha supuesto un redescubrimiento de la figura de la Faraona, pero intentando no caer en imitaciones. Creo que va a ser uno de los estrenos del próximo año.

DG: Y de un mito como Lola Flores a un personaje también de carne y hueso, pero más terrenal, el de Amor en defensa propia, un rol en apariencia sencillo que te ha dado más de un quebradero de cabeza...
AF:
Si, porque ella pertenece a ese tipo de mujeres que no caen muy bien que digamos. Me centré en ella como pocas veces había hecho en otros trabajos precisamente por la antipatía que me provocaba, por engañarse a si misma, por no haber pisado la tierra en 40 años, por mirarse al espejo y no gustarse. Tenía tantas aristas por pulir...

DG: El debut en el largo de Rafa Russo coincidirá en cartel con Sin ti, cinta del catalán Ramón Masllorens, en la que interpretas a una madre de familia que pierde la vista.
AF:
Fue un trabajo muy duro que me provocó una especie de presbicia acentuada por no enfocar al mirar. El proceso de preparación del papel resultó muy complejo, hablando con gente de la ONCE e intentando experimentar de qué manera vive un ciego, no de nacimiento, sino por accidente. Pero de verdad, lo de la ceguera, a pesar de su gravedad, se queda en mera anécdota, ya que a raíz de quedarse sin vista, este personaje aprende a decir no a ciertas situaciones, incluso en plena lucha por sobrevivir y superar las trabas que se pone a si misma.

DG: Muy satisfecha del personaje, ¿no?
AF:
Sí, sobre todo de su elaboración, ya que he ido descubriendo muchas cosas de Ana, de mí misma, que no había visto a pesar de tantos personajes y tantos años conviviendo conmigo, y es curioso. Siempre que te metes en la piel de otra persona acabas conociendo algo personal, pero gracias a Masllorens y a la ceguera, ocasional, claro, saqué cosas de dentro, como el instinto de superación, que hasta entonces había pasado inadvertido.

DG: Un título más a una filmografía variada: te hemos visto en registros muy diferentes pero siempre queda algo por hacer...
AF:
¿Una comedia por ejemplo? Si, me encantaría y fíjate, pido más si me dejas: hacerla con Carmen Maura, con la que me reí muchísimo haciendo un drama de suspense como La promesa, así que en una comedia debe ser apoteósico. Y que nos dirija Pedro Almodóvar... ¿no sería fantástico?

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

José Luis Cuerda

Había pasado tiempo, siete años, desde que miró por última vez a través del visor de una cámara, pero en sus manos cayó la novela La educación de un hada, de Didier Van Cauwelaert. José Luis Cuerda no se lo pensó dos veces a la hora de dotar de protagonismo a las pasiones, que son la causa de sus mayores placeres y dolores.

El argumento entroncaba con su cine de emociones, un tanto visceral, y sólo había que buscar rostros para esa historia que versaba sobre la necesidad innata en el ser humano de estar con sus seres queridos. El director de cintas como Mala racha, Amanece que no es poco y La marrana se sumergía una vez más en las profundidades de los sentimientos.

Pero intentando huir de la extrema sensiblería y el punto almibarado, Cuerda vuelve a dejar claro que sigue luchando por hacer las cosas como cree que hay que hacerlas. Al escritor de historias -en activo desde los 12 años- le sedujo la posibilidad de hacer suyo un relato escrito por otro, contarlo a su manera y además, aprehenderlo por medio de un encargo a instancias de Gerardo Herrero en su faceta como productor.

Nacido en Albacete hace 59 años, comenzó a estudiar Derecho, pero no tardaría mucho en alejarse de las leyes en cuanto se sintió atraído por el mundo de la imagen: de la realización de reportajes y documentales en Televisión Española (desde 1969) pasó a ocupar un puesto destacable en el área de programas culturales, donde siguió dando rienda suelta a su capacidad creativa con la escritura de guiones para espacios divulgativos y también dramáticos.

A comienzos de los ochenta, en pleno periodo de efervescencia cultural, dirigió su primer largometraje, Pares y nones, que le enmarcó en un naciente género de comedia progre bautizada con el gentilicio de madrileña, género al que también adscriben a Fernando Colomo. Debe ser que Cuerda no gusta de encasillamientos, porque sólo tardó un lustro en adentrarse en el humor surrealista lleno, eso sí, de referencias literarias. Corría el año 1987 cuando El bosque animado llegó a las pantallas y barrió en la segunda entrega de Premios Goya, llevándose cinco galardones, entre ellos los de mejor actor, Alfredo Landa, y mejor guión, por la adaptación de Rafael Azcona a partir de la novela homónima de Wenceslao Fernández Flores.

Tras el éxito que supuso en 1999 su anterior trabajo como cineasta, La lengua de las mariposas, quedó exhausto. Después se centró en la producción de Abre los ojos y Los otros, hasta que con dignidad y sin cursilería se ha vuelto a poner detrás de la cámara, echando mano de la fantasía para resolver ciertos problemas, porque la vida es muy dura. En su afán por no pasarlo mal, ni él ni su público, Cuerda confío en este relato protagonizado por la suiza Irène Jacob y el argentino Ricardo Darín.

Mucho se está hablando del debut de Bebe a las órdenes de Julio Medem en Caótica Ana, pero pocos conocían el hecho de que la cantante, mitad valenciana, mitad extremeña, se hubiese puesto en manos en Cuerda y que ya apareciese en Al sur de Granada. Aún así de puntillosos, hay que destacar la destreza del cineasta a la hora de encontrar nuevos valores: el mejor ejemplo lo personifica Alejandro Amenábar y su Tesis, tarjeta de presentación en formato largo. El de los niños en plató es tema aparte, ya que casi siempre hay historia que requiera un actor de menor edad. Además de La lengua... y la fábula recién estrenada, con el niño Víctor Valdivia en uno de los papeles principales, Cuerda presenta un abanico de interpretaciones infantiles en sus películas, ya que considera que son lo mejor que hay y verles actuar es similar a ver crecer una flor.

Este tierno cineasta que se declara pesimista ante la vida (en palabras de Truffaut, "un optimista bien informado") nos invita a que descubramos los secretos del bosque, paradigma de un microcosmos e imagen eficaz de lo que es el mundo, con sus diferentes alimañas y también sus dulces moradores.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

Gonzalo de Castro

A falta de tres asignaturas, se quedó sin licenciarse en Derecho. No tuvo ni que colgar la toga para decantarse por una de las profesiones más antiguas del mundo. Después de un intenso máster en televisión, debe reconquistar su lugar en los escenarios.

Tablas no le faltan porque él ha hecho de todo por su pasión por el teatro y ya en sus inicios fue técnico en el desaparecido Teatro Maravillas (no olvidemos que el actual es de nueva planta) hasta que tuvo la oportunidad de dar muestras de sus dotes para la interpretación.

No estuvo en el reparto inicial de la serie 7 vidas, pero pocos saben que estaba allí, detrás de las cámaras, como ayudante de dirección. Entró en el incipiente fenómeno televisivo con la intención de convertirse en uno de los personajes y la prueba de fuego le llegó cuando en el capítulo decimoquinto le dijeron: "toma, apréndete estas frases". Al final acabó como uno de los supervivientes de la serie: 15 temporadas, 7 años en total, se mantuvo en ese formato a medio camino entre la comedia de situación y el teatro en directo, por lo atípico de su grabación.

Unos cuantos años antes, en 1992, el catalán Lluís Pasqual le dirigió en Tirano Banderas y poco después repitieron Haciendo Lorca. A estas obras siguieron otras como Calígula, en una nueva versión de José Tamayo, y Testamento, de Gerardo Vera, además de otras piezas bajo la atenta mirada de Lluís Homar y Sergi Belbel. Y compaginaba sus trabajos como actor con otras funciones como la de regidor, resultando curiosos que ahora, una década después, regrese al María Guerrero de manos de Bertolt Brecht, donde fue ayudante de dirección de Terror y miseria del Tercer Reich.

El madrileño aparcó el teatro por la televisión, pero siempre que había un proyecto interesante, volvía. Eso le ocurrió cuando se le presentó la oportunidad de protagonizar Como en las mejores familias junto a Nathalie Poza, Julieta Serrano, Blanca Portillo, Javier Cámara y Pau Durá. Al igual que los tres últimos, Gonzalo asumía también la faceta de productor con este montaje pero siguió siendo un actor por cuenta ajena: Juan Mayorga escribió un nuevo texto para la compañía Animalario, Últimas palabras de Copito de Nieve y él, junto a Pedro Casablanc y Tomás Pozzi, se subió de nuevo al escenario.

Entretanto este madrileño de 43 años logró su primer gran papel en cine, aunque sólo a medias. De animales iba la cosa ya que consistía en poner voz a Melman, la alocada jirafa de Madagascar. Quienes le conocen aseguran que tiene una capacidad innata para expresar sus emociones y comunicarlas al auditorio, también a través de su palabra.

Convertido en aguador, es el primero de una ciudad oriental que da la bienvenida a tres de los más importantes dioses en la revisión que el Centro Dramático Nacional hace de una intensa obra de Brecht. A sus 43 años está empeñado en buscar a La buena persona de Sezuan y quién sabe si pronto dará rienda suelta a otra de sus aficiones, la gastronomía, abriendo un restaurante con mucha esencia teatral.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

jueves, octubre 05, 2006

Hablamos con... Eduardo Aldan

Su recorrido por la memoria y la infancia consigue dibujar sonrisas y sacar alguna que otra lagrimita. Con Espinete no existe invita a disfrutar de sensaciones que son patrimonio de todas las generaciones y afronta la dura tarea de convertir los bajos del Teatro Gran Vía en una islita en medio del inmenso océano donde sólo hay grandes espectáculos.

A fuerza de constancia ha conseguido reestrenar montaje propio donde se revela como artista integral (director, intérprete, productor y guionista). Tiene ganas de explorar aunque sólo con una cosa clara: no se considera actor sino comunicador. Lo corrobora su trayectoria en el viejo oficio del contador de historias.


Daniel Galindo: Cerraste temporada y vuelves al mismo escenario, una proeza sólo destinada a los musicales y algún montaje dramático...
Eduardo Aldan:
Y yo creía que era sólo para un mes. El público actuó como chivato y tuvimos que ampliar y claro, yo encantado, porque Espinete no existe es parte de mi vida, mi caja de recuerdos particular. Y al final la he abierto. Era un capricho tan mío que no quería que nadie metiese mano, por eso ha tardado en ver la luz.

DG: Nos gusta recordar viejos tiempos, incluso los que no fueron buenos. Y aunque parezca que el espectáculo entronque con los que fueron niños en los 70 y comienzos de los 80, es cierto que arrastras a mucha gente.
EA:
Hay gente mayor y más joven que conecta igual. Es el caso de nuestra generación anterior, que ha vivido esa época como padres o abuelos. Al intentar transmitir sentimientos el resultado no es algo concreto. Además uno se da cuenta de que cuando particulariza generaliza aún más: cuanto más hablas de ti mismo, mejor se identifica contigo el público.

DG: Muchos te identifican con las factoría de El club de la comedia. ¿Cuesta quitarse el sambenito de monologuista televisivo?
ED:
Si lo hay, que seguro que sí, desde luego no es un estigma, todo lo contrario: es una buena marca pero no duradera, al menos si pretendes huir de fórmulas establecidas. Es una escuela muy digna, con sus limitaciones y sus aciertos. Hay que cuidar el género y hacerlo crecer con nuevos retos. Durante esa etapa me sentí muy libre e incluía retales sobre la infancia, las chucherías, el material escolar... Todo está en este espectáculo y confieso que era parte de un plan diabólico concebido desde tiempo atrás. Como George Lucas y su Guerra de las Galaxias, yo tenía que contarlo todo en dos horas, después de pulir mucho y hacerlo a mi gusto. Desde que empecé a escribir la primera línea han pasado 5 años. Y sigue evolucionando, porque las opiniones y los puntos de vista ajenos, sugeridos no impuestos, son buenos y necesarios.

DG: El monólogo es una fórmula arriesgada y por eso debe sorprender, jugar con herramientas muy concretas, ir del humor al drama...
EA:
Y eso es un riesgo... No es comedia al uso ni una estructura cerrada donde ya sabemos cómo empieza y cómo puede acabar. Cuando el humor es previsible pierde su gracia, la capacidad de sorpresa. Le tienes que dar ritmo, intensidad y fondo para no buscar sólo la risa. Hay gente que llora y eso para un cómico que persigue comunicar, tocar la fibra sensible, es el mayor de los premios. Pienso en Chaplin, que era un maestro porque su comedia llevaba implícita poesía, crítica, capacidad de conmover, potencia visual y mensaje. Sólo hay que ver El gran dictador, que es arte porque te conmueve.

DG: Y después de Espinete...
EA:
A veces me preguntó qué voy a hacer en mi vida si ya he contado lo que quería. ¿Voy a estar otros 10 años preparando lo siguiente? Pues a lo mejor sí, pero ya tengo claro un punto de partida. Esto ha sido el comienzo de la exploración, mis primeras pruebas... Lo siguiente va a ser totalmente diferente, no hay competencia por ahora. Pero mientras sale seguiremos con recordando nuestros momentos de ayer.

Contenido íntegro del texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.