Aunque los derroteros artísticos le llevaron por el camino del teatro, dirigiendo obras para el Royal Court Theater, encontraría en el cine y la televisión su verdadera razón de ser.
En la actualidad no hay muchos directores que puedan enfrentarse con la misma soltura a un drama de época como Mary Reilly y a un docudrama político que ponga en entredicho la labor de Tony Blair. Stephen Frears no sólo es capaz sino que afronta nuevos retos casi tres décadas después de estar dedicado por entero al cine.
La adaptación de la novela de Hanif Kureishi Mi hermosa lavandería -con un joven Daniel Day Lewis-, Ábrete de orejas y Sammy y Rosie se lo montan, una trilogía sobre la sociedad inglesa bajo el mandato de Margaret Thatcher, le confirmaron como uno de los directores de la nueva ola del cine británico. Heredero de los progresos del "free cinema" de los sesenta, Frears es poseedor de un lenguaje identificable, con rasgos propios como el humor negro, la naturalidad y agilidad de los diálogos y el enfoque original de ciertos dramas.
La hilarante y realista Café irlandés abriría a comienzos de los 90 su etapa más costumbrista, alimentada por La camioneta. Una separación temporal, formal y argumental en el arco temporal que se había iniciado en 1971 con Detective sin licencia, y dos relatos emplazados en ambientes criminales rodados en la década siguiente: Chicos sangrientos y La venganza.
En la actualidad no hay muchos directores que puedan enfrentarse con la misma soltura a un drama de época como Mary Reilly y a un docudrama político que ponga en entredicho la labor de Tony Blair. Stephen Frears no sólo es capaz sino que afronta nuevos retos casi tres décadas después de estar dedicado por entero al cine.
La adaptación de la novela de Hanif Kureishi Mi hermosa lavandería -con un joven Daniel Day Lewis-, Ábrete de orejas y Sammy y Rosie se lo montan, una trilogía sobre la sociedad inglesa bajo el mandato de Margaret Thatcher, le confirmaron como uno de los directores de la nueva ola del cine británico. Heredero de los progresos del "free cinema" de los sesenta, Frears es poseedor de un lenguaje identificable, con rasgos propios como el humor negro, la naturalidad y agilidad de los diálogos y el enfoque original de ciertos dramas.
La hilarante y realista Café irlandés abriría a comienzos de los 90 su etapa más costumbrista, alimentada por La camioneta. Una separación temporal, formal y argumental en el arco temporal que se había iniciado en 1971 con Detective sin licencia, y dos relatos emplazados en ambientes criminales rodados en la década siguiente: Chicos sangrientos y La venganza.
Creador activo donde los haya –suele estrenar una película cada dos años-, Frears se erige en paladín del cine que se hace en el viejo continente a sabiendas de que para hacer frente al todopoderoso Hollywood hay que encontrar historias únicas y dotarlas de la envoltura atrayente de títulos recientes como Largo domingo de noviazgo o las propuestas de cineastas españoles como Pedro Almodóvar y Julio Medem.
Pero Frears no reniega de la industria norteamericana ya que fueron concebidos en su seno algunos de sus éxitos como Hi-Lo country, Alta fidelidad y Las amistades peligrosas, en la que dirigió a John Malkovich, un conde juguetón que flirteaba con Michelle Pfeiffer y Uma Thurman. Un ejemplo que corrobora su capacidad para contar buenas historias, darles otro aire en el caso de que estén basadas en novelas. Todavía nos queda mucho por ver de este defensor a ultranza del trabajo de guión como base de un proyecto.
A sus 65 años este británico ha regresado con Mrs. Henderson presenta a la comedia con clase después de destapar los Negocios oscuros de un grupo de explotadores encabezado por Sergi López, principal protagonista junto a Audrey Tautou de este thriller curioso cuya trama tiene lugar en los suburbios del Londres que el turista nunca ve. Una crítica irónica acerca de la inmigración ilegal.
Si hay un área en el que Frears se siente seguro es en el de la política actual, un nexo más de conexión con su compatriota Ken Loach, formado como él en la televisión de los 60 y 70. En Gran Bretaña se conocen muy bien sus trabajos para la pequeña pantalla, como The deal en el que presenta a Tony Blair en su carrera hacía el liderato del Partido Laborista, un personaje para él con más defectos que lindezas. En su último trabajo de ficción para la gran pantalla, The Queen, también ha querido hablar de otras ‘amistades peligrosas’, las de Blair con la reina de una institución que en su opinión cambiará cuando Isabel II ya no esté.
Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.
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