jueves, noviembre 30, 2006

Nuria Espert, en "Play Strindberg"

Es uno de los mitos vivos del teatro contemporáneo europeo. Lleva 58 años en escena, toda una vida dominada por una máxima: no dejar de aprender.

Como si de un juego se tratara, empezó en el teatro al igual que otros niños, pasando las tardes en los nidos de arte, espacios donde se abría un abanico de habilidades artísticas a los hijos de la clase obrera. Ella quería ser bailarina de music hall, pero se vio empujada hacia otros escenarios y a los 13 años ya era titular de la Compañía Infantil del Teatro Romea.


La vida de esta catalana siguió ligada al teatro, llevándose en muchas ocasiones el trabajo a casa, al crear junto a su esposo, Armando Moreno, su propia compañía. Su hogar estuvo durante muchos años en los teatros, que llenó con la palabra de autores tan diferentes como Eurípides, Lope de Vega, Calderón de la Barca, Shakespeare, Oscar Wilde, Eugene O’Neill, Bertolt Brecht y Jean Genet.

La vida de un intérprete está llena de capítulos, uno por personaje, pero en su caso, el de Medea ocupa muchas páginas: su relación con ella se inició a los 19 años. Era la primera vez que se entregaba al mito griego, personificación de la magia y el deseo, y con él recorrió España. Casi tan denso como el poso que dejó en ella Medea es el regusto dulce que aún saborea por haber sido, después de muchas intentonas frustradas, La Celestina, "más sabia que astuta", bajo la atenta mirada de Robert Lepage.

Los seres a los que ha llenado de vida han marcado su forma de ser y su carrera: Doña Rosita la serenó, Medea le enseñó todo lo que puede hacerse por amor, Yerma la presentó en los escenarios internacionales, rebuscó en el alma de Maria Callas, Arkadina, de La gaviota, le abrió los ojos, y el de Las criadas la engatusó. ¿Y los que no han llegado aún? Le gustaría enfrentarse a la Madre coraje de Brecht, a quien tiene un poco olvidado en escena, a pesar de incluir en su repertorio La buena persona de Sezuan y el recital Poemas y canciones de Brecht y Kurt Weill, del que ha ofrecido más de 150 funciones junto al pianista Pedro Navarrete.

Dos andaluces, Rafael Alberti y Federico García Lorca, le inculcaron el amor por la literatura: con el gaditano tuvo oportunidad de disfrutar de largas charlas; al granadino admira por sus textos, con los que ha dado la vuelta al mundo, llegando incluso a Japón. A esta catalana de L’Hospitalet de Llobregat afincada en Madrid no le asustan los retos: fue directora del Centro Dramático Nacional de 1979 a 1981 y no se amedrentó ante la puesta en escena de Tosca en el Teatro Real y el Tokio Opera House, uno de sus últimos desafíos, en el que aunaba de nuevo pasión y profesionalidad.

A Espert se la disputan directores de escena, desde el desaparecido Adolfo Marsillach (¿Quién teme a Virginia Wolf?) a Lluís Pasqual (Haciendo Lorca, La brisa de la vida) y Mario Gas (Master Class), compañeros como ella en la tarea de extraer del actor la vis más desgarrada. Envuelta de un halo que infunde respeto, destacan de ella su humildad: dicen que cuando se pone en manos de otros esconde su lado de director, el que bien conocen Irene Papas (Medea) y Joan Plowright y Glenda Jackson, durante los seis meses que duró la experiencia londinense de La casa de Bernarda Alba.

Ahora esconde esa faceta. Georges Lavaudant la enfrasca en una pelea a muerte frente a un contrincante interpretado por José Luis Gómez y con Lluis Homar ejerciendo como árbitro. El que quiera saber más de esta dama de la escena puede hacerlo gracias a su autobiografía De aire y fuego, un libro de memorias convertido en una especie de crónica de su profesión. Lo cuenta todo en primera persona, aunque el goce que produce ver a Espert sobre las tablas, jugando por ejemplo con Strindberg, no se puede comparar a nada, ni a sentimientos plasmados en un papel.

Vive un momento espléndido y, aunque parezca suicida afirmarlo, grita que todo le da igual. A sus 71 años asume el reto de continuar trabajando: dice que tiene mucho por hacer, montajes arriesgados, retos interesantes... Y le ilusiona el hecho de encabezar una saga dedicada al teatro, con su hija Nuria Moreno y una de sus nietas, Bárbara Lluch, siguiendo sus pasos.


Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

Hablamos con... Blanca Portillo y Helio Pedregal

Proponen un interesante juego metateatral a partir de lo que hay más allá del papel, en concreto el escrito por Antón Chejov. Afterplay pudo haberse representado 3 años atrás, pero como los buenos vinos, hay montajes que necesitan cierta madurez y los dos eran conscientes de que había que montarla con un equipo especial. A ninguno le falta trabajo, pero su pasión por el teatro les ha llevado a embarcarse en una aventura más personal. Así comienza una casualidad maravillosa que ya tiene vida propia y muchos visos para estar rodando hasta el otoño próximo.

Daniel Galindo: Está escrita por Brian Friel, adaptada por Juan Caño y dirigida por José Carlos Plaza, pero da la sensación de que la obra es sólo de vosotros.
Helio Pedregal:
Teníamos claro que queríamos que fuese nuestra para hacer el trabajo sin la mínima interferencia. Lo mejor para perseguir lo que nos sugería el texto era pagarlo y así fue como nos unimos Blanca y yo. Todo se ponía de nuestra parte: teníamos a José Carlos Plaza y entró en juego Mario Gas, que nos facilitó la Sala Pequeña del Español, que nos interesaba por respetar la intimidad que nosotros le conferimos al montaje. Ha sido una preciosa casualidad a pesar de que entraba por primera vez en el terreno de la producción. Creo que está siendo el bautismo idóneo ante algo que puede ser muy venenoso...

DG: ...y adictivo. De eso sabe mucho Blanca, que tiene más experiencia en este campo.
BP:
Sólo si tú tienes la posibilidad de controlar todos los hilos cabe que el resultado sea como el que quieres. Yo no soy una empresaria que busque hacer dinero, sino alguien que cree en lo que hace. ¿Por qué voy a esperar que alguien decida por mi? Esto era nuestro, de tres personas... Es una garantía, un seguro. Es cierto que no hay una fórmula mágica, que corres el riesgo de fallar, pero se daban muchos elementos como para no hacerlo.

DG: Se atisba un trabajo de artesanos, lejos de cualquier ‘industria’. Esa manufactura confiere una atmósfera especial durante el encuentro de dos desconocidos que se desnudan ante nuestros ojos.
HP:
Todo el trabajo ha estado en armonía con la función: muchos días de trabajo de mesa, ensayos en un espacio mínimo, una obra concebida para el pequeño formato... Y llega una obra que tiene de enjundioso el hecho de que dos personajes se encuentran en un café donde es inevitable no conversar. Un espacio de nadie, un limbo teatral mágico, donde confluyen dos seres necesitados de cariño y apoyo,
BP: Trabajar sobre personajes de Chejov, o basados en criaturas suyas, tiene la ventaja de que sus antecedentes están ahí, en dos obras maravillosas (Tío Vania y Tres hermanas). El gran hallazgo es que hay 25 años de vacío. Y me gusta destacar una premisa de la que parte el director: un personaje no existe hasta que no hay un espectador que lo mira, ahí surge la magia. Yo empiezo a hablar y a sentir cuando tú te sientas en la butaca. Es como si estuviesen congelados en el tiempo y volviesen a la vida, por arte del teatro, esa noche que viniste. Es un acto exclusivo y maravilloso.

DG: El título da idea del juego que hay después de la obra...
BP:
Es eso, un hermoso juguete que invita al espectador a enredar a partir de una conversación, en principio banal, entre dos solitarios en un bar. Lo que está pasando ahí es tan de verdad, tuyo, mío, del vecino... Todo queremos ser lo que no somos y mostramos una imagen falsa para que nos quieran más. Cuando nos quitamos las caretas somos más bonitos, tenemos cosas que no aceptamos y cuando nos reconciliamos con ellas, se vive sin terror. Este encuentro entre Andrei y Sonia es tan valioso que una conversación, aparentemente sin interés, se convierte en algo apasionante.

DG: Resulta impúdico veros tan cerca... Hay tanta verdad y parece tan sencillo de levantar...
HP:
Que de la sensación de que es fácil para mi es el mejor síntoma de que lo estamos haciendo bien. Lo hemos hecho tan nuestro, aclarándolo tanto dentro de nuestro corazón, en la cabeza, durante los ensayos, que ahora salimos a escena a jugar, sin que nos cueste un gran esfuerzo. El divertimento para nosotros resulta fácil e implica que llegue bien al público.

DG: La obra va a recorrer la Comunidad de Madrid y distintas plazas de nuestra geografía. Abandonaréis este espacio con el riesgo de sentiros algo desprotegidos...
BP:
Va a ser muy diferente, pero yo creo que lo que sucede aquí puede repetirse en cualquier escenario. Es tan contundente... Nos va a chocar que los 80 espectadores, esa especie de familia que nos arropa, se conviertan en 250 ó 300 personas, pero ese efecto de cercanía, sencillez y verdad se va a reproducir.

DG: Ninguno de los dos concibe esta función sin el otro.
HP:
A ese texto le añades 3 meses de trabajo y todo cobra otro volumen. Lo que nosotros aportamos al texto original de Afterplay es mucho tiempo de trabajo, bagaje incluido.
BP: Fíjate, no la haría ni por todo el oro de Venecia. Es él, no hay otro Andrei.
HP: Dentro de 40 años cuando se monté, si vivimos para entonces, yo desde luego no pienso ir
BP: O vamos los dos juntitos, con la garrota, a ver qué tal lo hacen.





Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

viernes, noviembre 24, 2006

Daniel Craig


Es el último actor que encarna a uno de los mitos cinematográficos del siglo XX, ya saben, el seductor agente secreto con licencia para matar.

Craig, Daniel Craig, es rubio, tiene ojos azules, un punto sexy y un sólido pasado como actor. También ostenta el récord del mayor número de críticas negativas por su elección. Durante el rodaje levantó las iras de todos aquellos que no le veían como agente 007, un tipo que ha dejado demasiados referentes en nuestro imaginario.

El Bond de menos edad tenía la ventaja de empezar desde cero ya que Casino Royale está considerada como la introducción a la saga. Una vez estrenada, todos coinciden en que aquellos comentarios maldicientes han quedado sin fundamento. Se mantuvo alejado de todas las apostillas y asegura que se ha inspirado en el que consideran mejor Bond de la historia, Sean Connery, pero sin copiarle.

Es el sexto actor que encarna un personaje que irrumpió en la pantalla en 1962 y sigue tan joven como entonces. Craig, inglés de 38 años, no había nacido cuando Connery se enfundó el esmoquin y se midió frente al Doctor No. Tras Pierce Brosnan, que con 53 años se estaba haciendo algo mayor, se rumorearon los nombres de actores que podían continuar la labor a la que también se entregaron, con mayor o menor fortuna, George Lazanby, Roger Moore y Timothy Dalton.

El intérprete al que hemos visto en Lara Croft: Tomb raider, Sylvia, Camino a la perdición, Elizabeth y Munich se impuso a Dougray Scott (Misión imposible 2), Eric Bana (su jefe en la película que rodó a las órdenes de Spielberg), Hugh Jackman (X-men, Scoop), Clive Owen (Closer, Hijos de los hombres) y Ewan McGregor, de quien fue compañero en las clases de interpretación. Por lo visto, su entrega, su forma física y su concepción de la saga como aventura épica convencieron a los productores.

Viene del teatro y quienes le conocen aseguran que no se ha dejado deslumbrar en su salto al cine. Por ahora tiene la agenda repleta de proyectos y pronto será Lord Asriel, personaje de La materia oscura, nueva trilogía cinematográfica basada en los libros fantásticos de Phillip Pulman. En la primera entrega compartirá secuencias con Bana, Nicole Kidman y Eva Green (Soñadores, El reino de los cielos), una de sus compañeras en Casino Royale. El intento de búsqueda de las raíces de Bond también ha dado buenos frutos porque hasta el momento ha firmado por tres películas más. Parece que sus detractores ya han cerrado la boca.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

viernes, noviembre 10, 2006

Hablamos con... Cesc Gay

Empezó en esto del cine con Hotel room, una largo experimental dirigido a medias con Daniel Gimelberg. Después de Krámpack y En la ciudad, se marchó 3 meses a la montaña para rodar Ficción.

Cesc Gay ha filmado su última película en compañía de su buen amigo Eduard Fernández y actores habituales en su incipiente filmografía como su mujer Ágata Roca y Carmen Pla.

Daniel Galindo: Da la sensación de que necesitabas respirar aire puro, abandonar el caos de la urbe.
Cesc Gay
: Y acabo metiéndome en un laberinto interior al contar con un personaje pudoroso y reservado e intentar explicar un sentimiento de renuncia al amor. Quería hacerlo sin generar un conflicto brutal, sólo manteniendo un ritmo, unas tensiones y una progresión lineal. Y para ello, el sosiego del campo es vital.

DG: En la ciudad partía de una anécdota, un encuentro entre amigos en el que un hecho inesperado desemboca en una clima de tristeza general. ¿Cuándo surge Ficción?
CG
: En el momento en que mezclo varias inquietudes que me rondan, como el interés por trabajar de nuevo con Eduard, hacer un mano a mano. Nace también de las ganas de salir de la ciudad, de rodar en otro espacio: había algo de mí que me llevaba a refugiarme en la montaña. Y surge de charlas con amigos cuyas relaciones se van al traste, de ver como dos personas que se quieren, juntos no duran ni cuatro días...

DG: La película está llena de reflexiones muy interesantes, eso sin entrar en que parece una apología a la fidelidad y también a los nuevos modelos de familia.
CG
: Sí, eso es lo que todos me estáis diciendo. Pero es lo que nos ha tocado vivir. Estamos en un periodo del que están saliendo los nuevos rumbos de la sociedad de mañana y al igual que el personaje de Javier Cámara, que se limita a observar, me gusta sentirme un mirón que condensa en unos fotogramas la vida que nos rodea, caótica y a veces sin sentido, con parejas que se rompen nada más nacer sus hijos.

DG: Después de darle un pequeño papel en tu anterior cinta, vuelves a trabajar con Eduard... ¿por qué?
CG
: Le hago entrega del protagonista que se merecía y supone mucho para los dos, porque se trata de la primera película que hago con un personaje central. Nos quedamos con las ganas de desarrollar algo con él, que tiene una cantidad de registros muy viva. También me gustaba la química que hay entre Javier y Eduard, la sutilidad y comicidad natural con que se muestran ante la cámara. Aquí todo pivota en torno a Eduard y me obligó a buscar una actriz que, sin ser muy conocida para no restar protagonismo a la historia, pudiera resistir el torrente de fuerza de este buen amigo.

DG: Cesc Gay, un "domador de fieras" en palabras de Cámara, lo ha debido tener fácil al rodar entre amigos y en familia, con tu mujer y la hija de Eduard...
CG
: Es verdad que el trabajo de En la ciudad fue más estresante, con muchos personajes, muchos lazos que tenían que quedar bien atados. Aquí tuvimos la libertad de rodar la película todos juntos. El lujo que supone levantarte y saber que sigue la acción en el punto donde lo dejamos el día anterior es impagable.

DG: A pesar de tener un punto triste, de añoranza, ¿Ficción te permite reconciliarte con todos los que disfrutamos de la amarga En la ciudad?
CG
: Sentía la necesidad de liberar tensiones, de verbalizar, sin hacerlo de manera expresa... Yo les decía a ellos que estábamos contando un amor que nunca llegó a existir. Es la renuncia a una historia de amor, un gesto de despedida. Me interesaba poner la mirada en las personas que no consiguen dar ciertos pasos en su vida. Todo tenía que ir por dentro y creo que, aunque parezca impensable, se transmite con imágenes.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

Stephen Frears


Aunque los derroteros artísticos le llevaron por el camino del teatro, dirigiendo obras para el Royal Court Theater, encontraría en el cine y la televisión su verdadera razón de ser.

En la actualidad no hay muchos directores que puedan enfrentarse con la misma soltura a un drama de época como Mary Reilly y a un docudrama político que ponga en entredicho la labor de Tony Blair. Stephen Frears no sólo es capaz sino que afronta nuevos retos casi tres décadas después de estar dedicado por entero al cine.

La adaptación de la novela de Hanif Kureishi Mi hermosa lavandería -con un joven Daniel Day Lewis-, Ábrete de orejas y Sammy y Rosie se lo montan, una trilogía sobre la sociedad inglesa bajo el mandato de Margaret Thatcher, le confirmaron como uno de los directores de la nueva ola del cine británico. Heredero de los progresos del "free cinema" de los sesenta, Frears es poseedor de un lenguaje identificable, con rasgos propios como el humor negro, la naturalidad y agilidad de los diálogos y el enfoque original de ciertos dramas.

La hilarante y realista Café irlandés abriría a comienzos de los 90 su etapa más costumbrista, alimentada por La camioneta. Una separación temporal, formal y argumental en el arco temporal que se había iniciado en 1971 con Detective sin licencia, y dos relatos emplazados en ambientes criminales rodados en la década siguiente: Chicos sangrientos y La venganza.


Creador activo donde los haya –suele estrenar una película cada dos años-, Frears se erige en paladín del cine que se hace en el viejo continente a sabiendas de que para hacer frente al todopoderoso Hollywood hay que encontrar historias únicas y dotarlas de la envoltura atrayente de títulos recientes como Largo domingo de noviazgo o las propuestas de cineastas españoles como Pedro Almodóvar y Julio Medem.


Pero Frears no reniega de la industria norteamericana ya que fueron concebidos en su seno algunos de sus éxitos como Hi-Lo country, Alta fidelidad y Las amistades peligrosas, en la que dirigió a John Malkovich, un conde juguetón que flirteaba con Michelle Pfeiffer y Uma Thurman. Un ejemplo que corrobora su capacidad para contar buenas historias, darles otro aire en el caso de que estén basadas en novelas. Todavía nos queda mucho por ver de este defensor a ultranza del trabajo de guión como base de un proyecto.

A sus 65 años este británico ha regresado con Mrs. Henderson presenta a la comedia con clase después de destapar los Negocios oscuros de un grupo de explotadores encabezado por Sergi López, principal protagonista junto a Audrey Tautou de este thriller curioso cuya trama tiene lugar en los suburbios del Londres que el turista nunca ve. Una crítica irónica acerca de la inmigración ilegal.


Si hay un área en el que Frears se siente seguro es en el de la política actual, un nexo más de conexión con su compatriota Ken Loach, formado como él en la televisión de los 60 y 70. En Gran Bretaña se conocen muy bien sus trabajos para la pequeña pantalla, como The deal en el que presenta a Tony Blair en su carrera hacía el liderato del Partido Laborista, un personaje para él con más defectos que lindezas. En su último trabajo de ficción para la gran pantalla, The Queen, también ha querido hablar de otras ‘amistades peligrosas’, las de Blair con la reina de una institución que en su opinión cambiará cuando Isabel II ya no esté.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

Helen Mirren

Como Isabel II en The Queen se coloca en la quiniela de aspirantes al Oscar. Detrás del revuelo mediático de los últimos meses se esconde una actriz que no nació ayer.

Diez años más joven que Judy Dench –habitual ya de la saga Bond- y Maggie Smith –vista como profesora de Harry Potter-, Mirren comparte con ellas el porte británico que, unido a una maestría en el terreno de la interpretación, las convierte en embajadoras de la escena y el cine de su país de origen.

La recordada Calígula le dio popularidad, permitiéndole saltar el charco de vez en cuando hasta que se estableció en Los Ángeles, donde comparte hogar con el director Taylor Hackford (Oficial y caballero, El abogado del diablo, Ray). Fue Morgana en la mítica Excalibur, de John Boorman, se perdió en La costa de los mosquitos, junto a Harrison Ford, y se puso a las ordenes de Peter Greenaway en El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante. De las tres damas es Maggie la que suele salir menos de la isla, pero tanto Helen como Judy han paseado por la alfombra roja de los Oscar en varias ocasiones, una de ellas por Gosford Park, de Robert Altman.

The Queen le ha supuesto el visado para entrar en el universo de Stephen Frears. Es uno de esos personajes que marcan una carrera y parecen borrar de un plumazo todo lo anterior (y a veces, lo venidero). Hacer de Isabel II en medio de un espíritu casi revanchista, sin perder el aire british y el toque de seriedad justa, sin histrionismo, era un reto. ¿La habrá llamado la reina de Inglaterra para felicitarla por su excelente labor?

Conocido el beneplácito de público y crítica, seguro que no espera el telefonazo de Buckinham aunque desde el principio sintió un enorme respeto por una institución tan querida como criticada. Era la primera vez que alguien se acercaba al lado más humano y privado de una reina con dudas y emociones que, con otro estilo, había sido encarnada por más actrices (Prunella Scales, Imelda Staunton). Su admiración por Anna Magnani y Jeanne Moureau, mujeres con autoridad y confianza, queda patente en su visión de la mujer más poderosa del mundo, con permiso de Condolezza Rice.

Ha intentado imitarla desde la psicología y la imaginación una vez pasada la etapa donde la intriga y el temor se apoderaron de ella. El resultado lo tienen en pantalla y no deja indiferentes a nadie: el afán por intentar comprender al personaje real hizo que la actriz que tomaba té con pastas en Las chicas del calendario y sufrió La sombra de un secuestro se alzase con la Copa Volpi en el pasado Festival de Venecia. Ovacionada durante 5 minutos, el galardón incrementó el número de premios a su carrera como majestad: la londinense, nacida en 1945, parece ya una experta en este tipo de papeles ya que apareció como reina en La locura del rey Jorge (candidatura al Oscar incluida) y en 2005 protagonizó la miniserie Elizabeth I, galardonada con 9 premios Emmy.

Voz de otra reina muy animada en El príncipe de Egipto, el porte regio no le viene desde luego de familia ya que fue criada en un ambiente antimonárquico. En su siguiente proyecto escapa a esos roles, convirtiéndose en una coleccionista de libros surgida del imaginario de la escritora de libros infantiles Cornelia Funke.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

miércoles, noviembre 01, 2006

Hablamos con... Calixto Bieito

Más allá de la provocación y la polémica, su forma de trabajar dota de sentido el papel de los grandes directores de escena: dar una visión renovada de obras clásicas.

El Festival de Otoño programó dos de sus últimos trabajos, Peer Gynt, poema épico de Henrik Ibsen, y Plataforma, a partir de la novela de Michel Houellebecq. Acude a Madrid con regularidad al frente de la compañía del Teatro Romea, espacio que dirige en Cataluña. Entre sus proyectos, devolver la ópera Don Giovanni al Liceo y llevar en 2009 una dramaturgia con 6 zarzuelas de género chico a Berlín y Stuttgart.


Daniel Galindo: Dicen que estamos ante un Calixto Bieito más relajado y flemático...

Calixto Bieito: Continuo furioso, pero es una ira creativa más reflexiva y existencial, que toca más adentro. Estoy en un proceso de transformación fruto del paso de los años. Sigo sin estar de acuerdo con muchas cosas aunque es verdad que ahora pienso más antes de actuar, buscando otras formas de expresión. Quizá sea porque haya madurado, por haber recuperado la pasión por la filosofía... Pero sigo siendo igual de apasionado en los ensayos y mi próximo Don Giovanni será tan furioso como siempre.

DG: Unos meses ahora en Basilea –donde está ensayando Don Carlo- y en 2008 en Barcelona os hará aparcar vuestras giras por Europa...

CB: Eso nunca. Nuestra vocación viajera no se puede mermar. Al cabo del año tenemos muchísimas peticiones para representar obras de repertorio e incluso para estrenar e inaugurar festivales como el de este año en Bergen con motivo del centenario de la muerte de Ibsen.

DG: ¿Y cómo abordas la adaptación de 7 horas y media de lectura de una epopeya como Peer Gynt?

CB: Gritando en un primer momento "dónde nos hemos metido" y luego esquematizando y destacando el carácter universal de los 50 años de vida de este personaje. Un tipo que es a los noruegos como Fausto a los alemanes y Don Quijote a nosotros. Me gusta trabajar con imágenes, e Internet para esto ofrece el mejor banco iconográfico. Luego está la parte romántica, una faceta que en el caso de Peer Gynt me llevó a recorrer Noruega, la turística y la que pudo vivir Ibsen, aunque esta novela la escribió muy lejos, en Italia.

DG: ¿Te trasladaste a Tailandia para indagar en el relato de Plataforma?

CB: No fue necesario porque lejos de una historia pornográfica dura, para mi es una historia de amor que deja el sexo a un lado. A veces hablar de sentimientos es más obsceno que jugar con efectos visuales. Y luego está la música: a la hora de concebir una puesta en escena me dejo llevar por el ritmo propio de cada pieza. La Celestina, por ejemplo, me sonaba a rumba catalana.

DG: ¿Y a qué suena Peer Gynt?

CB: A todo. Tiene música muy ecléctica, con versiones del Réquiem de Verdi, de P.J. Harvey , George Michael... Es un poema dramático hiperrealista para 7 voces y una yamaha, y muchos temas cantados por Roser Camí suenan a creaciones muy de Björk, por el toque interior y desgarrado.

DG: Y como el resto del texto, en catalán...

CB: O en castellano, siempre según nuestro criterio y nunca por razones políticas. Peer Gynt está en catalán y obedece sólo a cuestiones artísticas, que son naturalmente muy subjetivas. Hemos ido a Londres en los dos idiomas, a París en castellano, a Salamanca en catalán... Plataforma está en castellano, ¿porque está Juan Echanove? Puede ser, pero me gusta que la compañía cambie, que no se anquilose. Y en el caso del verso de Ibsen, suena muy bien en catalán, lo que no quiere decir que suene mal en castellano. Otro ejemplo: Shakespeare es más lírico en catalán y más fuerte en castellano. Con el idioma hay que jugar. Ya que tenemos esa ventaja, aprovechémosla.

DG: Una de tus pasiones menos conocida por nosotros es la zarzuela...

CB: Sí, me da buen rollo porque me recuerda a la banda de Miranda de Ebro que tocaba los domingos de primavera en la plaza del pueblo. Me molesta que muchos no tomen en serio este género, que hay que cuidar. Es verdad que necesita algunas reformas en los bajos y recibir un empuje, pero tiene seriedad y calado intelectual, además de un halo clásico, que ya me encargaría yo de transformar.

DG: Y a esperar las críticas del público.

CB: ¿Sabes? En tres años al espectador se le pasa el enfado, así que podemos investigar, aunque al principio más de uno lo vea todo negro. Créeme que lo he sufrido en mis carnes.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.