sábado, marzo 24, 2007

Hablamos con... Natalia Menéndez

Requerida por la Compañía Nacional de Teatro Clásico y al frente de Tres versiones de la vida, le ha llegado la hora de demostrar toda su valía como directora de escena. El invierno bajo la mesa en el Centro Dramático Nacional y las colaboraciones con 10 y 10 danza fueron algunos de sus avales. Pronto veremos un proyecto que lleva a cuestas desde hace años, por ahora nos da una pista: serán 15 mujeres sobre el escenario del Teatro Español. Suma y sigue.

Daniel Galindo: El curioso impertinente, las colaboraciones con el CDN y Silvia Marsó, la danza... ¿Mente abierta para recibir todos los impulsos del teatro?
Natalia Menéndez:
No sólo del teatro, sino de la vida misma. El abanico de posibilidades es tan amplio que no hay que limitarse: las barreras ya las ponen otros. A veces tomas unas decisiones que te llevan a lanzarte a lugares donde antes ni te atrevías. Siempre he sido muy pudorosa con respecto a llamar a las puertas y de pronto llega un día en el que te ves capacitada para hacerlo. Que te florezcan las flores te resulta muy raro, sobre todo si estas acostumbrada al arado.

DG: ¿Y cómo se produce tu acercamiento al teatro clásico?
NM:
El director de la CNTC, Eduardo Vasco, me ofreció cuatro textos, entre ellos El curioso impertinente, que me salta a la cara y me atrapa con tal fuerza que no tuve que reflexionar acerca de mi elección. Coincidió en el tiempo con la propuesta que me hizo Silvia Marsó para que dirigiera Tres versiones de una vida. Me pareció un reto interesante tocar palos tan distintos, viajar hasta el Siglo de Oro y luego subirme a un ring interpretativo planteado por una autora viva, Yasmina Reza, que no ofrece respuestas, sino que plantea preguntas con respecto a las grietas de lo cotidiano en una pareja. Había que tener actores que quisieran jugar a voltear, a permutarse, y así nos plantamos este montaje, como un enredo.

DG: También un embrollo, aderezado por los celos, la amistad y la ostentación del uso del poder, domina una obra que ya, desde la entrada de los personajes a escena, da la sensación de que está resuelta de manera ágil...
NM:
Un texto desconocido parte con desventaja, por eso hacía falta que todo pareciera muy fácil. Pero el mérito no es sólo nuestro: cuando Guillén de Castro se recrea en este relato incluido en el Quijote, ya lo consigue. No creo que hayamos exagerado las tuercas, casi se podría decir que Yolanda Pallín no ha hecho una versión sino una adaptación de un autor muy inteligente. Cuenta con un sentido del humor nada suave, que tiene más que ver con la rudeza y la crueldad de la commedia dell'arte y menos con los convencionalismos: cuestiona el poder, dibuja otras salidas a la mujer, escapa a los arquetipos...

DG: Es curioso que sea tan desconocido después de abrir nuevos caminos...
NM:
Cuando tienes un Mike Jagger de la época que se llama Lope de Vega y a nosotros nos gusta tanto tener bastiones, grandes referentes, obras más complejas, porque ésta lo es, resultan muy chocantes y por ello se menosprecian. El tiempo les ha dado la razón aunque en el siglo XX sólo se haya hecho una representación de la pieza.

DG: Hay textos que no se pueden tocar, por mucho que nos guste actualizar los clásicos...
NM:
Y hay que creerse por encima de autores para hacer una versión de algunos de sus textos, y nadie sería tan osado. En el caso de El curioso... hemos limado ciertos guiños a la época. No tengo ningún pudor en eliminar pasajes que hoy día nos serían ajenos e incomprensibles: a Guillén le falta la belleza de Lope, él es un hombre más de acción, tiene una mente muy compleja, y se aprecia en la construcción de las frases. Hemos pretendido buscar la agilidad hacia el público, con una escenografía que respondiera a los espacios anímicos y un movimiento escénico ex profeso, que se puede sentir.

DG: Llama la atención tu interés por la dirección de movimiento. No es la primera vez que colaboras con Mónica Runde: ella se encargó de la coreografía de Invierno bajo la mesa, tú de la dramaturgia de sus Hebras de mujer...
NM:
En España no estamos acostumbrados, pero la dirección de movimiento, dentro de la dirección teatral, es complementaria y absolutamente necesaria, incluso cuando no hay nada de baile. El actor a veces se encuentra encorsetado en su interés por emocionar y hay que ayudarle a expresar mucho más. Llevo trabajando con 10 y 10 danza 15 años y he aprendido tanto que en todos los montajes la parte de movimiento me parece crucial. El teatro no sólo es escuchar: lo primero que te atrapa, antes incluso que la palabra, es el gesto, la aparición del personaje, que suele ser muda. Es el aspecto físico y el estético lo que te atrapa y si no lo cuidas, te quedas en una dirección a medias.

DG: Pronto te veremos en Las trece rosas, de Emilio Martínez-Lázaro. Lo tuyo es contar historias, ya sea desde la escritura, la dirección o la interpretación.
NM:
Para mi son cosas complementarias, aunque llevaba un tiempo pensando que no me requerían como actriz porque me veían entregada a la dirección. La verdad es que si no me llaman, ya me lo invento yo: he montado recientemente un espectáculo, hago recitales... El mono del escenario lo voy supliendo, pero tenía ganas de contar algo como esto. Ha sido una experiencia muy potente que necesitaba: un personaje fuerte, rodeada de intérpretes jóvenes, chicas como Marta Etura, Jasmina Trinca y Verónica Sánchez, que están sublimes y sus carreras lo demuestran... Fue como rodar un sueño durísimo.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

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