martes, febrero 27, 2007

Hablamos con... Verónica Forqué

Ella es Carmela. Fue la primera, mucho antes de que la sustituyera en el mítico montaje estrenado en 1987 Kiti Manver y el personaje llegase al cine con el rostro y la voz de Carmen Maura.

Como toca hacer teatro de calidad y recuperar nuestra memoria más olvidada, retoma esta reflexión sobre los cómicos en los momentos críticos de una guerra entre hermanos.

Daniel Galindo: ¡Ay, Carmela! es un reto para cualquier intérprete aunque sea un "miliciano de las tablas".
Verónica Forqué:
Por aquel entonces yo no era ni un cuarto de eso que dices. Hubo un antes y un después como actriz con esta obra. Yo sabía algunas cosas pero luego aprendí muchísimo más. Me eligió José Luis Gómez entre muchas compañeras y me entusiasmó mucho, tanto que creo que hasta el propio Gómez se asustó de mi interés en hacer la obra. Luego entró en escena Manuel Galiana con el que hice una gira entrañable. Así estuvimos durante año y medio... ¡Y de nuevo está Carmela dando guerra y aquí estoy yo también!

DG: ¿Qué queda de aquella actriz que con 32 años nos contó la dura vida de los cómicos y los infortunios del azar?
VF:
Mis vivencias me han convertido en otra persona: 20 años son muchos aunque el tango diga lo contrario. Estoy muy feliz de poder retomar un personaje dos décadas después, siendo más madura y comprendiendo mejor ciertas cosas. Yo era muy joven cuando lo hice y con Miguel he podido profundizar y enriquecerlo todo lo que he podido... Lo disfruto y eso es gracias a él, a que dirige con mucho cariño. Cada día revivimos con ilusión las mismas cosas, es un descubrimiento continuo, y eso que llevamos más de 150 funciones.

DG: De José Luis Gómez a Miguel Narros...
VF:
Cambian muchas cosas aunque cada uno ha hecho que crezca aún más este texto de José Sanchis Sinisterra. Miguel ha sabido rentabilizar el hecho de que 20 años después la experiencia del principio esté muy viva. Ha sacado jugo a la memoria emotiva, me ha pedido consejo y ha innovado en lo que le ha parecido.

DG: Después de poner en pie El sueño de una noche de verano y Doña Rosita la soltera la comunicación será muy fluida y os enfrentaréis al trabajo de una manera peculiar, ¿no?
VF:
Con la mirada, sí. Tenía muchísimas ganas de trabajar con él porque sus montajes tienen una vitalidad que no suele haber en otros. En los de Miguel, como espectadora, nunca me he aburrido y eso que le ha metido manos a textos muy complejos. Es su gran virtud como director. Yo le cogí hace 3 años y el pobre ya no se libra de mí. Hay mucha confianza: cuando le veo la cara después del ensayo, con muy pocas palabras o ninguna, sé lo que quiere. Sabemos por dónde vamos. Y, por si fuera poco, tiene un gran sentido del humor, mucha sorna, una cosa cachonda, divertida, tierna... Y eso se ve en esta obra.

DG: Una tragicomedia muy completa donde pasamos de la cruda realidad a la risa. Por cierto, entre tus máximas hay una frase de Oscar Wilde...
VF:
"Morir es fácil, lo difícil es la comedia". Yo he hecho mucho cine, televisión y teatro, que es el medio que te permite conocerte de una manera más profunda. Debuté sobre los escenarios en 1975 con Divinas palabras. Desde entonces he buscado en todos los papeles el lado cómico, hasta en los más duros, y el de Carmela es inteligente, patético y cómico, y a la hora de hacer reír necesitas algo especial que no se puede trabajar.

DG: ¿Es ese equilibrio entre homenaje a los cómicos, memoria histórica, drama y comedia el elemento diferenciador de ¡Ay, Carmela!?
VF:
No lo sé. Cuando una obra se convierte en algo inmortal, grande, no sabes cómo explicarlo. El texto ya es un regalo, tenemos mucha suerte de tenerlo para nosotros. Conecta con todo el mundo, aunque no sepan mucho de la historia, de los referentes reales... Mira, ese puede ser uno de los ingredientes básicos de esta mezcla tan bien cocinada.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

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