sábado, enero 13, 2007

Alejandro González-Iñárritu

Es responsable del rediseño de la Torre de Babel, esa que otros hombres construyeron presos de su ansiedad por tocar el cielo. Si Dios la derruyó y esparció a los seres humanos por el mundo, obligándoles a hablar distintas lenguas, el polifacético cineasta mexicano plantea que es posible la comunicación entre los hombres si cada uno derriba la torre y los muros que se levantan sobre las fronteras que nos separan. Para ello nos cuenta en Babel una fábula sobre el dolor, que es lo que nos hace iguales.

Dirige, escribe, produce, es creativo publicitario y compone bandas sonoras. Si me lo permiten, es como un Dios todopoderoso que remueve conciencias y valores éticos. Hace 6 años se dio a conocer con Amores perros, después de más de 30 borradores de guión. Antes de su tarjeta de presentación cinematográfica este obsesivo creador ya había demostrado sus dotes como realizador con el telefilme Detrás del dinero, pero lo suyo era el cine, emular a sus referentes: Akira Kurosawa, Robert Altman, Quentin Tarantino y Jean-Luc Godard.

Vino al mundo el 15 de agosto de 1963 y con 17 años se embarcó en diferentes aventuras, como las que le llevaron a trabajar como lavacoches y marinero, en la vendimia y en una discoteca de la Costa del Sol. Se congratula de entretener a la gente, algo que aprendió a hacer en la radio durante 5 años, hasta que entró en el mundo de la televisión: a los 27 fue jefe de antena y producción de Televisa. Y siguió alimentando el gusanillo: película a película se ha ganado el respeto de todos y ahora que tiene el apoyo de Hollywood, se mantiene al margen de la industria, a sabiendas de que es el cineasta mimado al que permite ciertas licencias, entre ellas, la de asestar duros golpes al espectador que pretende ver una ‘americanada’.

Teórico del cine, busca la gramática visual de cada momento, proporcionando diferentes emociones a través de técnicas dispares. Considera que bastante tiene con la parte formal y decide que la música es cosa de otros, ‘del más grande’, Gustavo Santaolalla. Es uno de sus habituales, el otro colaborador conocido lo encontramos en el guión: confía en la mano de Guillermo Arriaga, que firmó los libretos de la atroz trilogía iniciada por la cinta protagonizada por Gael García Bernal y Goya Toledo –acerca de la pasión desenfrenada-, continuada con 21 gramos (2003) -reflexión sobre la muerte y la idea de pérdida-, y finalizada con Babel -su parábola acerca de la incomunicación y la compasión-.

La intensidad puede llegar a saturar y todo parece indicar que dejarán de trabajar mano a mano. Lo que no apaciguará será su espíritu nómada: de México al mundo, pasando por Estados Unidos. No concibe el cine sin riesgo y tampoco deja pasar el activo componente de denuncia social que tiene este altavoz tan poderoso. Y juega con las armas a su alcance, como la de viajar de Marruecos a Japón, haciendo suya la Teoría del Caos y explicándola con ayuda de Cate Blanchett y Brad Pitt, que entran en un universo dominado por la tragedia coral donde ya orbitan Naomi Watts, Benicio del Toro y Sean Penn.


Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

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