martes, octubre 10, 2006

José Luis Cuerda

Había pasado tiempo, siete años, desde que miró por última vez a través del visor de una cámara, pero en sus manos cayó la novela La educación de un hada, de Didier Van Cauwelaert. José Luis Cuerda no se lo pensó dos veces a la hora de dotar de protagonismo a las pasiones, que son la causa de sus mayores placeres y dolores.

El argumento entroncaba con su cine de emociones, un tanto visceral, y sólo había que buscar rostros para esa historia que versaba sobre la necesidad innata en el ser humano de estar con sus seres queridos. El director de cintas como Mala racha, Amanece que no es poco y La marrana se sumergía una vez más en las profundidades de los sentimientos.

Pero intentando huir de la extrema sensiblería y el punto almibarado, Cuerda vuelve a dejar claro que sigue luchando por hacer las cosas como cree que hay que hacerlas. Al escritor de historias -en activo desde los 12 años- le sedujo la posibilidad de hacer suyo un relato escrito por otro, contarlo a su manera y además, aprehenderlo por medio de un encargo a instancias de Gerardo Herrero en su faceta como productor.

Nacido en Albacete hace 59 años, comenzó a estudiar Derecho, pero no tardaría mucho en alejarse de las leyes en cuanto se sintió atraído por el mundo de la imagen: de la realización de reportajes y documentales en Televisión Española (desde 1969) pasó a ocupar un puesto destacable en el área de programas culturales, donde siguió dando rienda suelta a su capacidad creativa con la escritura de guiones para espacios divulgativos y también dramáticos.

A comienzos de los ochenta, en pleno periodo de efervescencia cultural, dirigió su primer largometraje, Pares y nones, que le enmarcó en un naciente género de comedia progre bautizada con el gentilicio de madrileña, género al que también adscriben a Fernando Colomo. Debe ser que Cuerda no gusta de encasillamientos, porque sólo tardó un lustro en adentrarse en el humor surrealista lleno, eso sí, de referencias literarias. Corría el año 1987 cuando El bosque animado llegó a las pantallas y barrió en la segunda entrega de Premios Goya, llevándose cinco galardones, entre ellos los de mejor actor, Alfredo Landa, y mejor guión, por la adaptación de Rafael Azcona a partir de la novela homónima de Wenceslao Fernández Flores.

Tras el éxito que supuso en 1999 su anterior trabajo como cineasta, La lengua de las mariposas, quedó exhausto. Después se centró en la producción de Abre los ojos y Los otros, hasta que con dignidad y sin cursilería se ha vuelto a poner detrás de la cámara, echando mano de la fantasía para resolver ciertos problemas, porque la vida es muy dura. En su afán por no pasarlo mal, ni él ni su público, Cuerda confío en este relato protagonizado por la suiza Irène Jacob y el argentino Ricardo Darín.

Mucho se está hablando del debut de Bebe a las órdenes de Julio Medem en Caótica Ana, pero pocos conocían el hecho de que la cantante, mitad valenciana, mitad extremeña, se hubiese puesto en manos en Cuerda y que ya apareciese en Al sur de Granada. Aún así de puntillosos, hay que destacar la destreza del cineasta a la hora de encontrar nuevos valores: el mejor ejemplo lo personifica Alejandro Amenábar y su Tesis, tarjeta de presentación en formato largo. El de los niños en plató es tema aparte, ya que casi siempre hay historia que requiera un actor de menor edad. Además de La lengua... y la fábula recién estrenada, con el niño Víctor Valdivia en uno de los papeles principales, Cuerda presenta un abanico de interpretaciones infantiles en sus películas, ya que considera que son lo mejor que hay y verles actuar es similar a ver crecer una flor.

Este tierno cineasta que se declara pesimista ante la vida (en palabras de Truffaut, "un optimista bien informado") nos invita a que descubramos los secretos del bosque, paradigma de un microcosmos e imagen eficaz de lo que es el mundo, con sus diferentes alimañas y también sus dulces moradores.

Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

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