martes, octubre 10, 2006

Eduard Fernández

Hay personajes con los que todo actor sueña con interpretar. El de Hamlet es uno de ellos. Consciente de su madurez en el medio y de que la idea de seguridad no es buena compañera de viaje, Eduard Fernández afronta uno de sus proyectos más ambiciosos a las órdenes del amigo que a su vez es gran director de escena.

Él está inserto en el experimento a gran escala que monta Lluís Pasqual con actores de toda España. Doble ración de Shakespeare: por un lado la tragedia del príncipe de Dinamarca, que no es otro que él; por otro, La tempestad, donde da vida a un capitán en medio del desastre.

Embelesado por el cine y haciendo lo propio con nosotros desde la pantalla grande, el catalán de 42 años llevaba muchos sin pisar un escenario. Sólo lo hacía cuando debía presentar una película o recoger algún premio como los Goya al mejor protagonista por Fausto 5.0 –incursión fílmica de La Fura dels Baus- y al mejor actor de reparto por En la ciudad (2002), labor también reconocida por la Unión de Actores.

La ascensión de este chico con cara de persona corriente, bajito y aspecto de chuleta fue progresiva desde que Mariano Barroso confió en él uno de los personajes de Los lobos de Washington. Hasta entonces, finales del siglo XX, mucho teatro y televisión en Cataluña con alguna participación menor en largometrajes que han pasado inadvertidos a las órdenes de Rosa Vergés en Souvenir y Juan Manuel Chumilla en Zapping.

Desempeñó registros muy diferentes en El portero y La voz de su amo, hasta que su apellido, muy común, se asoció a un Eduard que hacía el tándem más conocido. Sorprendía por su naturalidad a la hora de encarar hasta los papeles más desagradables y peliagudos pero también los cómicos (Cosas que hacen que la vida valga la pena) y los que le permitían conservar el halo de circunstancia que le envuelve (Smoking room).Marido celoso, y con razón, fue en la adaptación que Bigas Luna hizo de Son de mar, de Manuel Vicent, formando triángulo con Jordi Mollá y Leonor Watling.

Fernando Trueba (El embrujo de Shanghai), Gerardo Herrero (El misterio Galíndez), Montxo Armendáriz (Obaba) y Marcelo Piñeyro (El método) son algunos de los que le han dirigido en cine, aunque son Cesc Gay (En la ciudad) y el citado Barroso (Hormigas en la boca) quienes saben sacarle más jugo. En septiembre veremos qué tal le ha ido con Agustín Díaz Yánes en Alatriste, donde ha dado vida a Sebastián Copons, el compañero de armas del capitán castellano salido del imaginario de Arturo Pérez-Reverte.

Tras el intenso rodaje ha dado rienda suelta por media España a su pasión más temprana en el que está siendo su tercer idilio con Lluís Pasqual, después de Esperando a Godot y Roberto Zucco. El director es otro de los que saben cuidarle y él no hace ascos a tanta generosidad al confesar que sólo con él podía atreverse con el primer espada de Shakespeare.

Juntos han demostrado que se trataba de la mejor elección: el actor presume de que el rol le va como anillo al dedo, a sabiendas de que el director le ha dejado deshacerse de guiños preconcebidos, dando vida a un equilibrado compendio entre la reflexión –que es duda- y lo cómico –por su comportamiento histriónico-, un príncipe danés con aire extrovertido y mucha, mucha ironía, la misma que él le echa a la vida.


Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

No hay comentarios: