jueves, noviembre 30, 2006

Hablamos con... Blanca Portillo y Helio Pedregal

Proponen un interesante juego metateatral a partir de lo que hay más allá del papel, en concreto el escrito por Antón Chejov. Afterplay pudo haberse representado 3 años atrás, pero como los buenos vinos, hay montajes que necesitan cierta madurez y los dos eran conscientes de que había que montarla con un equipo especial. A ninguno le falta trabajo, pero su pasión por el teatro les ha llevado a embarcarse en una aventura más personal. Así comienza una casualidad maravillosa que ya tiene vida propia y muchos visos para estar rodando hasta el otoño próximo.

Daniel Galindo: Está escrita por Brian Friel, adaptada por Juan Caño y dirigida por José Carlos Plaza, pero da la sensación de que la obra es sólo de vosotros.
Helio Pedregal:
Teníamos claro que queríamos que fuese nuestra para hacer el trabajo sin la mínima interferencia. Lo mejor para perseguir lo que nos sugería el texto era pagarlo y así fue como nos unimos Blanca y yo. Todo se ponía de nuestra parte: teníamos a José Carlos Plaza y entró en juego Mario Gas, que nos facilitó la Sala Pequeña del Español, que nos interesaba por respetar la intimidad que nosotros le conferimos al montaje. Ha sido una preciosa casualidad a pesar de que entraba por primera vez en el terreno de la producción. Creo que está siendo el bautismo idóneo ante algo que puede ser muy venenoso...

DG: ...y adictivo. De eso sabe mucho Blanca, que tiene más experiencia en este campo.
BP:
Sólo si tú tienes la posibilidad de controlar todos los hilos cabe que el resultado sea como el que quieres. Yo no soy una empresaria que busque hacer dinero, sino alguien que cree en lo que hace. ¿Por qué voy a esperar que alguien decida por mi? Esto era nuestro, de tres personas... Es una garantía, un seguro. Es cierto que no hay una fórmula mágica, que corres el riesgo de fallar, pero se daban muchos elementos como para no hacerlo.

DG: Se atisba un trabajo de artesanos, lejos de cualquier ‘industria’. Esa manufactura confiere una atmósfera especial durante el encuentro de dos desconocidos que se desnudan ante nuestros ojos.
HP:
Todo el trabajo ha estado en armonía con la función: muchos días de trabajo de mesa, ensayos en un espacio mínimo, una obra concebida para el pequeño formato... Y llega una obra que tiene de enjundioso el hecho de que dos personajes se encuentran en un café donde es inevitable no conversar. Un espacio de nadie, un limbo teatral mágico, donde confluyen dos seres necesitados de cariño y apoyo,
BP: Trabajar sobre personajes de Chejov, o basados en criaturas suyas, tiene la ventaja de que sus antecedentes están ahí, en dos obras maravillosas (Tío Vania y Tres hermanas). El gran hallazgo es que hay 25 años de vacío. Y me gusta destacar una premisa de la que parte el director: un personaje no existe hasta que no hay un espectador que lo mira, ahí surge la magia. Yo empiezo a hablar y a sentir cuando tú te sientas en la butaca. Es como si estuviesen congelados en el tiempo y volviesen a la vida, por arte del teatro, esa noche que viniste. Es un acto exclusivo y maravilloso.

DG: El título da idea del juego que hay después de la obra...
BP:
Es eso, un hermoso juguete que invita al espectador a enredar a partir de una conversación, en principio banal, entre dos solitarios en un bar. Lo que está pasando ahí es tan de verdad, tuyo, mío, del vecino... Todo queremos ser lo que no somos y mostramos una imagen falsa para que nos quieran más. Cuando nos quitamos las caretas somos más bonitos, tenemos cosas que no aceptamos y cuando nos reconciliamos con ellas, se vive sin terror. Este encuentro entre Andrei y Sonia es tan valioso que una conversación, aparentemente sin interés, se convierte en algo apasionante.

DG: Resulta impúdico veros tan cerca... Hay tanta verdad y parece tan sencillo de levantar...
HP:
Que de la sensación de que es fácil para mi es el mejor síntoma de que lo estamos haciendo bien. Lo hemos hecho tan nuestro, aclarándolo tanto dentro de nuestro corazón, en la cabeza, durante los ensayos, que ahora salimos a escena a jugar, sin que nos cueste un gran esfuerzo. El divertimento para nosotros resulta fácil e implica que llegue bien al público.

DG: La obra va a recorrer la Comunidad de Madrid y distintas plazas de nuestra geografía. Abandonaréis este espacio con el riesgo de sentiros algo desprotegidos...
BP:
Va a ser muy diferente, pero yo creo que lo que sucede aquí puede repetirse en cualquier escenario. Es tan contundente... Nos va a chocar que los 80 espectadores, esa especie de familia que nos arropa, se conviertan en 250 ó 300 personas, pero ese efecto de cercanía, sencillez y verdad se va a reproducir.

DG: Ninguno de los dos concibe esta función sin el otro.
HP:
A ese texto le añades 3 meses de trabajo y todo cobra otro volumen. Lo que nosotros aportamos al texto original de Afterplay es mucho tiempo de trabajo, bagaje incluido.
BP: Fíjate, no la haría ni por todo el oro de Venecia. Es él, no hay otro Andrei.
HP: Dentro de 40 años cuando se monté, si vivimos para entonces, yo desde luego no pienso ir
BP: O vamos los dos juntitos, con la garrota, a ver qué tal lo hacen.





Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.

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