Escribe novelas -traducidas a 17 idiomas-, dirige largometrajes y firma alguno de los guiones del más reciente cine español. Pero este madrileño de 40 años está generando más revuelo por haber convertido a Paz Vega en una joven Teresa de Cepeda y Ahumada que por el valor estrictamente cinematográfico de su Teresa, el cuerpo de Cristo.
Daniel Galindo: Desde La pistola de mi hermano hasta hoy ha pasado una década y el final del viaje viene representado por un proyecto ambicioso, costoso, de época, muy diferente de aquella película, cine de autor al igual que éste, pero mucho más pequeña.
Ray Loriga: Estos 10 años me han servido para aclarar las ideas, pensar bien por donde quería ir en el que sería mi siguiente proyecto. Entre una película y otra he tenido la gran suerte de trabajar en los guiones de Carne trémula, Ausentes y El séptimo día, con personas muy generosas (Almodóvar, Saura, Calparsoro) que te entregan mucho para que puedas aprender de ellos.
D.G: Aprender, por ejemplo, a no quedarse en una imagen de "estampita" a la hora de narrar parte de la vida de una iluminada...
R.L: Desde que empecé a investigar fui consciente de que había una y decenas de películas sobre Santa Teresa. Su vida fue apasionante, destacó por su sensualidad, su relación carnal con Dios y con un entorno convulso, contra el que luchó y salió indemne. Si creen que hay más ficción que realidad, yo lanzo el dato: el 90% de todo lo que se cuenta es verídico. Luego está el trabajo como guionista, donde se ordenan fechas, se juega con saltos temporales, se acentúan caracteres, etc, pero siempre a partir de un trabajo riguroso.
D.G: Y no queda duda de ello: aquel que no sepa mucho acerca de Teresa se llevará a casa un manual lleno de apuntes...
R.L: Esa era mi pretensión, sin olvidar que el cine es un objeto de entretenimiento. ¿Queremos una heroína? Tenemos ante nosotros un personaje sometido a tensiones internas y externas, en medio de un proceso de transformación brutal y enmarcado en un contexto rico en términos espirituales, sociales y políticos. Muchas capas que podrían pertenecer a diferentes personas se aglutinan en una sola mujer, muy potente en todos los sentidos, pero sobre todo en el cinematográfico.
D.G: Destaca el cuidado de los detalles. Podemos apreciar, por ejemplo, una interesante inspiración estética en el trabajo visual...
R.L: Los directores de arte y fotografía (el fallecido Rafael Palmero y José Luis Alcaine) han realizado un esfuerzo por recrear toda la iconografía religiosa. Más que copiar pretendían entender cómo los pintores de la época desarrollaron su arte, el efecto de la luz sobre las telas y los lienzos, la composición a partir de pequeñas anécdotas narrativas. Queríamos darle un toque de realidad a lo que nos ha sido legado a través de la pintura y por eso confiamos a ciegas en la diseñadora Eiko Ishioka (Drácula, de Francis Ford Coppola) que ha logrado que el vestuario pueda conmover. Hemos sido muy puntillosos, la verdad, pero era nuestro reto. Creo que en ese sentido, y en muchos otros, nos ha embargado el interés por la precisión milimétrica.
D.G: A muchos les puede resultar curiosa la presencia de Geraldine Chaplin como priora del convento en el que ingresa la joven Teresa.
R.L: Siento una profunda admiración por esta mujer, una de las grandes damas de la interpretación. No me podía resistir a ofrecerle el personaje. Siempre ha estado vinculada al cine español y eso, siendo hija de Charles Chaplin y nieta de Eugene O'Neill, es de agradecer. Me dieron libertad para elegir a los actores y todos me han sorprendido por su capacidad para dotar de vida a personajes del siglo XVI, que no parezcan burdas imitaciones.
D.G: Hemos terminado la charla sin pronunciar palabra acerca de polémicas sin fundamento ni de inexistentes escenas escabrosas que puedan escandalizar.
R.L: Ahora me llamarán antipatriota, pero bueno... En este país tenemos exceso de disputas, nada constructivas, y andamos escasos de debate, que nunca es contraproducente. No pueden tacharme de irrespetuoso por llevar a imágenes la literatura de los místicos, cuya relación con Dios es llevada a una metáfora amorosa: todo está en los libros. Yo respeto todas las opiniones siempre que estén argumentadas, así que a más de uno le diría que se interesará por la historia y la literatura antes de criticar por criticar.
Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.
viernes, marzo 09, 2007
Hablamos con... Roberto Álvarez
En su primera vez con Mario Gas, se embarca en un viaje hasta el complicado Kabul de los talibanes. Su personaje, creado según las indicaciones de Tony Kuschner, también es complejo.
Daniel Galindo: Ante una producción del Teatro Español era difícil negarse, pero daba la sensación de que ya te habías olvidado de la relación íntima que tenías con el teatro...
Roberto Álvarez: Es cierto, lo confieso: a veces aparecen "ligues" con los que tienes una aventurilla, pero el que es fiel a un sentimiento no puede olvidar tantos y tan buenos momentos de pasión: estuve 20 años en Teatro de la Danza, decidí tomarme un respiro que se convirtió en 7 años alejado de los escenarios, metido en los berenjenales del cine y la televisión. Ahora vuelvo a casa con una obra de este calado y a pesar de la alegría, me siento temblando todo el tiempo por el respeto que le tengo al escenario. Pero se trata de un temor adictivo: el hecho de estar haciendo teatro es una experiencia única, una sensación personal y artística tan diferente a las demás, que merece la pena entregarte a fondo.
DG: Cuando alguien lleva tantos años tirando de un proyecto como Teatro de la Danza, del que sigues siendo socio, resultará difícil desvincularse de la producción...
RA: Cuesta, cuesta mucho, y sobre todo si la compañía lo ha sido todo para tí durante tanto tiempo. Pero llega un momento en que uno busca la comodidad de ser un trabajador por cuenta ajena al cansarse de tanto esfuerzo en facetas que en un principio no le incumben a uno. Pero lo de la producción lo llevo dentro y no puedo dejar de implicarme.
DG: En este montaje también resultará difícil no inmiscuirse a fondo.
RA: Es una obra ancha y vasta, son muchas las cosas que se tocan, en ningún momento de soslayo y, por ello, es tremenda. Tony Kuschner, que es un tipo muy listo, ha escrito En casa/En Kabul teniendo muy claro el teatro de Shakespeare, Beckett, Arthur Miller, Tennesse Williams... Su obra es muy compleja, más allá de que la califiquen como teatro político y la ensalcen en polémicas absurdas. Abarcar el texto ha costado mucho trabajo. Te digo, por ejemplo, que he llegado a comprender mi personaje, a encontrarlo definitivamente hace unos días, y eso después de tres meses de ensayos.
DG: Después de tanto estudio a lo mejor puedes decirnos si es el conocimiento la receta contra el fanatismo.
RA: Creo que sí, al menos es lo que proponen los grandes pensadores. Esta obra pone de manifiesto lo interesante –aunque difícil- que puede resultar mezclarse entre sí. No hay que olvidar el fuerte acento crítico y Kuschner no deja títeres con cabeza, pero decapita a quienes debe hacerlo, a los talibanes, al mundo radical religioso, da igual que sea católico o musulmán, a la soberbia de los estados del decadente primer mundo, responsable de que en el tercero se pudran sin mínimas expectativas de vida. Se nos olvida con demasiada facilidad que las personas en cada ciudad son sobre todo ciudadanos que quieren vivir en paz y ver crecer a sus hijos. Les importa un pimiento los fanatismos, siendo victimas nada más del poder opresor, y el totalitarismo da igual que venga vestido de talibán, comunista u occidental.
DG: Un debate siempre es interesante, mucho más cuando hablas con gente que vive lejos del área donde te desenvuelves.
RA: En Marruecos, Argelia o Irán, de donde son algunos de mis compañeros, al tratar estos temas del Islam, la religión, la política, cada uno habla de su experiencia en su país. Somos parecidos, pero no podemos olvidar que hemos crecido de manera diferente, mirando con algo de desprecio o desconfianza al otro. Parece una frase hecha, pero convivir como lo hemos hecho, con gente con tus mismas inquietudes, teatrales y vitales, aunque pertenecientes a otras culturas, es tan enriquecedor que sólo tienes que abrir un poco la mente para crecer y crecer como persona.
Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.
Daniel Galindo: Ante una producción del Teatro Español era difícil negarse, pero daba la sensación de que ya te habías olvidado de la relación íntima que tenías con el teatro...
Roberto Álvarez: Es cierto, lo confieso: a veces aparecen "ligues" con los que tienes una aventurilla, pero el que es fiel a un sentimiento no puede olvidar tantos y tan buenos momentos de pasión: estuve 20 años en Teatro de la Danza, decidí tomarme un respiro que se convirtió en 7 años alejado de los escenarios, metido en los berenjenales del cine y la televisión. Ahora vuelvo a casa con una obra de este calado y a pesar de la alegría, me siento temblando todo el tiempo por el respeto que le tengo al escenario. Pero se trata de un temor adictivo: el hecho de estar haciendo teatro es una experiencia única, una sensación personal y artística tan diferente a las demás, que merece la pena entregarte a fondo.
DG: Cuando alguien lleva tantos años tirando de un proyecto como Teatro de la Danza, del que sigues siendo socio, resultará difícil desvincularse de la producción...
RA: Cuesta, cuesta mucho, y sobre todo si la compañía lo ha sido todo para tí durante tanto tiempo. Pero llega un momento en que uno busca la comodidad de ser un trabajador por cuenta ajena al cansarse de tanto esfuerzo en facetas que en un principio no le incumben a uno. Pero lo de la producción lo llevo dentro y no puedo dejar de implicarme.
DG: En este montaje también resultará difícil no inmiscuirse a fondo.
RA: Es una obra ancha y vasta, son muchas las cosas que se tocan, en ningún momento de soslayo y, por ello, es tremenda. Tony Kuschner, que es un tipo muy listo, ha escrito En casa/En Kabul teniendo muy claro el teatro de Shakespeare, Beckett, Arthur Miller, Tennesse Williams... Su obra es muy compleja, más allá de que la califiquen como teatro político y la ensalcen en polémicas absurdas. Abarcar el texto ha costado mucho trabajo. Te digo, por ejemplo, que he llegado a comprender mi personaje, a encontrarlo definitivamente hace unos días, y eso después de tres meses de ensayos.
DG: Después de tanto estudio a lo mejor puedes decirnos si es el conocimiento la receta contra el fanatismo.
RA: Creo que sí, al menos es lo que proponen los grandes pensadores. Esta obra pone de manifiesto lo interesante –aunque difícil- que puede resultar mezclarse entre sí. No hay que olvidar el fuerte acento crítico y Kuschner no deja títeres con cabeza, pero decapita a quienes debe hacerlo, a los talibanes, al mundo radical religioso, da igual que sea católico o musulmán, a la soberbia de los estados del decadente primer mundo, responsable de que en el tercero se pudran sin mínimas expectativas de vida. Se nos olvida con demasiada facilidad que las personas en cada ciudad son sobre todo ciudadanos que quieren vivir en paz y ver crecer a sus hijos. Les importa un pimiento los fanatismos, siendo victimas nada más del poder opresor, y el totalitarismo da igual que venga vestido de talibán, comunista u occidental.
DG: Un debate siempre es interesante, mucho más cuando hablas con gente que vive lejos del área donde te desenvuelves.
RA: En Marruecos, Argelia o Irán, de donde son algunos de mis compañeros, al tratar estos temas del Islam, la religión, la política, cada uno habla de su experiencia en su país. Somos parecidos, pero no podemos olvidar que hemos crecido de manera diferente, mirando con algo de desprecio o desconfianza al otro. Parece una frase hecha, pero convivir como lo hemos hecho, con gente con tus mismas inquietudes, teatrales y vitales, aunque pertenecientes a otras culturas, es tan enriquecedor que sólo tienes que abrir un poco la mente para crecer y crecer como persona.
Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.
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viernes, marzo 09, 2007
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viernes, marzo 02, 2007
Cate Blanchett

Su agenda está repleta de proyectos y largometrajes ya rodados, como The curious case of Benjamin Button, de nuevo junto a Pitt, y el atípico I'm not there, que hace hincapié en diferentes aspectos de la vida de Bob Dylan, tantos como actores le dan vida, entre ellos Christian Bale, Heath Ledger, Richard Gere y ella misma.
El año se presenta interesante para la que se convirtió en Galadriel, reina de los elfos de la Tierra Media por deseo de Peter Jackson. Su nombre permanece ya imborrable en la historia del cine gracias a la trilogía de El Señor de los Anillos, pero antes hubo un buen número de capítulos en su vida, el primero de ellos dedicado casi en exclusiva al teatro.
Se metió en la piel de la Ofelia de Hamlet y también volcó sus sueños como actriz en el personaje de Nina en La gaviota. Los escenarios se le quedaron pequeños y se probó la corona de Isabel I. No le quedó mal a juzgar por las buenas críticas gracias a Elizabeth, además de su primera candidatura al Oscar y el primer Globo de Oro. Una década después vuelve a tomar contacto con la reina en The Golden Age, donde flirtea con el aventurero Walter Raleigh (Clive Owen), ante la atenta mirada de Felipe II, que no es otro que Jordi Mollá.
Pero volvamos a 1997, año en que se puso en cabeza de una carrera de fondo llena de títulos: Mike Newell le confió el protagonista de Fuera de control, junto a John Cusack; fue la compañera delincuente de Billy Bob Thornton y Bruce Willis en Bandits, y Anthony Minghella la incluyó en el reparto de El talento de Mr. Ripley, junto a otros prometedores compañeros de generación, como Gwyneth Paltrow y Jude Law.
Después de trabajos 'alimenticios' entre los que destacan las comedias La chica de mis sueños y Un marido ideal y los dramas Vidas furtivas y Desapariciones, se fue ganando a pulso su hueco en los repartos americanos y europeos, llevando el peso de cintas como Verónica Guerin (Joel Schumacher), interesante retrato de la periodista irlandesa que sacó a la luz a mediados de los 90 el tráfico de drogas en Dublín.
En 2005 se alzó con el Oscar a la mejor actriz de reparto por El aviador, de Martin Scorsese, donde convenció al dar vida a Katharine Hepburn, pero más allá de las interpretaciones reconocidas con premio, Blanchett acumula papeles sustanciosos menos conocidos, como el de Charlotte Gray, que le emplaza en la II Guerra Mundial, la colaboración en Coffee and cigarettes (Jim Jarmusch) y la participación en la divertida The life aquatic.
Después de pasarlo mal en Marruecos a las órdenes de Alejandro González-Iñárritu y pasearse por el Berlín de posguerra de manos de Steven Soderbergh, se bate en duelo con Dench, 72 años de sapiencia interpretativa. Reconocemos que sale indemne a pesar de las estocadas que le suelta la dama inglesa, con la que coincidió hace 5 años en Atando cabos. Las dos fueron candidatas a un Oscar por su trabajo en Diario..., cinta que sin ellas podría pasar por telefilme de sobremesa.
Tras la vorágine de Hollywood vuelve al país donde nació hace 38 años para subirse de nuevo a las tablas en las que coincidió con Geoffrey Rush y Richard Roxburgh, aunque cambiando su Melbourne natal por Sydney, sede de la compañía teatral que gestiona junto a su marido, el dramaturgo Andrew Upton. Y ya veremos si puede cumplir su promesa de dedicar sólo tres meses del año a rodar películas.
Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.
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viernes, marzo 02, 2007
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Palabras clave:
Cate Blanchett,
perfil,
rostro
martes, febrero 27, 2007
Hablamos con... Luisa Martín

Enamorada del teatro -una veintena de trabajos corrobora el sentimiento- va más allá de su faceta como actriz y afronta la producción de Como abejas atrapadas en la miel, un montaje arriesgado y diferente.
DG: Dice el director que tienes en tu haber todos los registros, incluso los que no están inventados...
LM: Qué va a decir él, que me ha tenido que aguantar: Esteve Ferrer, él sí que no para y eso, además de volverte loco, es muy enriquecedor... Hemos llegado al estreno muy tranquilos porque hemos hecho más ensayos generales de lo que habitualmente. Lo necesitábamos porque aquí somos pequeñas piezas de relojería, todos y cada uno de los que estamos delante y detrás tenemos que estar sometidos a una precisión exacta.
DG: Pero precisamente gracias al libreto y a la dirección, lo pasáis bien y eso se nota.
LM: Me gusta el ritmo frenético, los cambios de personajes, el juego que plantea a partir de saltos temporales, el descubrimiento de pistas esenciales y las escenas paralelas. Es como trabajar con cámaras y el montaje de imágenes sobre las tablas, aprovecharse de lo mejor de dos medios maravillosos: el escénico y el audiovisual. Para poder provocar el desconcierto y el asombro en el público debemos estar, además, muy compenetrados: hay un componente de precisión ineludible para que el engranaje funcione al 100%.
DG: Embaucadora, inteligente, atractiva y hecha a sí misma, así es Alexa, una mujer con muchas aristas y secretos y capaz de engatusarnos con guiños...
LM: Ahí está el juego que te mencionaba, uno de ellos. Yo no soy ambiciosa con los personajes, sino que soy más entusiasta del montaje. Aún así, esta mujer es la bomba, complicada y entretenida a la vez porque no la ves venir. Me gustó por las posibilidades que puede dar, por pasar por todos los estados de ánimo posibles, es un rol ideal para divertirse sobre el escenario más que sufrir.
DG: Supongo que también os enfrentaréis a muchas dificultades...
LM: Hay muchas cosas difíciles en teatro, pero uno de los principales desafíos es encontrar un buen texto. ¿Cómo debe ser? Novedoso, atractivo por la estructura narrativa, por el tipo de personajes, sugerente... Tengo la suerte de tener muy cerca de Albert Mori, un espeleólogo de los textos teatrales acordes con la necesaria sátira social. Nuestro anterior proyecto, Historia de una vida, bebe de la misma necesidad por tratar un texto muy completo que hace referencia al mundo regido por el triunfo rápido y el afán por hacerse famoso a toda costa.
DG: Tras aquella producción, más intima y sencilla, aterrizas en un montaje propio de compañía nacional o gran empresa.
LM: Si funciona la mitad de bien nos podemos dar por satisfechos. Supone un paso más, al cambiar de formato, y pasar de un ambiente más introspectivo a una fachada dominada por el glamour y lo urbano. En términos de producción, el salto es gigante, al contar con primeras figuras detrás del escenario, como la diseñadora Ana Garay y el iluminador Juanjo Llorens, y cinco actores más. Puesta la carne en el asador, sólo nos hace falta conseguir promoción, mantenerse arriba entre tan buena y variada oferta y con tan escaso apoyo.
DG: El reconocimiento del trabajo bien hecho anima a seguir con proyectos nuevos...
LM: Sí, los hay, pero estamos muy concentrados en las abejitas. En caso de que marche bien tenemos un par de ideas en vista, no conmigo como actriz, aunque sí con otras intérpretes, ya que manifiesto mi gran admiración por las actrices españolas, de todas las edades, gente que trabaja mucho y no pierden la ilusión por el teatro, como Blanca Portillo y Blanca Apilánez, por mencionar a dos de ellas.
DG: ¿Y repetirías con Esteve como director?
LM: Si el quiere, siempre. Es un profesional entusiasta que tira del carro con toda la fuerza y a veces sólo. Unos se encargan de la dirección escénica, otros descuidan los aspectos de realización, y también están quienes dejan la interpretación en manos de los actores. Él es el más apropiado para este montaje por su carácter extrovertido y su visión del trabajo, limpia y meticulosa.
Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.
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martes, febrero 27, 2007
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Hablamos con... Verónica Forqué

Como toca hacer teatro de calidad y recuperar nuestra memoria más olvidada, retoma esta reflexión sobre los cómicos en los momentos críticos de una guerra entre hermanos.
Daniel Galindo: ¡Ay, Carmela! es un reto para cualquier intérprete aunque sea un "miliciano de las tablas".
Verónica Forqué: Por aquel entonces yo no era ni un cuarto de eso que dices. Hubo un antes y un después como actriz con esta obra. Yo sabía algunas cosas pero luego aprendí muchísimo más. Me eligió José Luis Gómez entre muchas compañeras y me entusiasmó mucho, tanto que creo que hasta el propio Gómez se asustó de mi interés en hacer la obra. Luego entró en escena Manuel Galiana con el que hice una gira entrañable. Así estuvimos durante año y medio... ¡Y de nuevo está Carmela dando guerra y aquí estoy yo también!
DG: ¿Qué queda de aquella actriz que con 32 años nos contó la dura vida de los cómicos y los infortunios del azar?
VF: Mis vivencias me han convertido en otra persona: 20 años son muchos aunque el tango diga lo contrario. Estoy muy feliz de poder retomar un personaje dos décadas después, siendo más madura y comprendiendo mejor ciertas cosas. Yo era muy joven cuando lo hice y con Miguel he podido profundizar y enriquecerlo todo lo que he podido... Lo disfruto y eso es gracias a él, a que dirige con mucho cariño. Cada día revivimos con ilusión las mismas cosas, es un descubrimiento continuo, y eso que llevamos más de 150 funciones.
DG: De José Luis Gómez a Miguel Narros...
VF: Cambian muchas cosas aunque cada uno ha hecho que crezca aún más este texto de José Sanchis Sinisterra. Miguel ha sabido rentabilizar el hecho de que 20 años después la experiencia del principio esté muy viva. Ha sacado jugo a la memoria emotiva, me ha pedido consejo y ha innovado en lo que le ha parecido.
DG: Después de poner en pie El sueño de una noche de verano y Doña Rosita la soltera la comunicación será muy fluida y os enfrentaréis al trabajo de una manera peculiar, ¿no?
VF: Con la mirada, sí. Tenía muchísimas ganas de trabajar con él porque sus montajes tienen una vitalidad que no suele haber en otros. En los de Miguel, como espectadora, nunca me he aburrido y eso que le ha metido manos a textos muy complejos. Es su gran virtud como director. Yo le cogí hace 3 años y el pobre ya no se libra de mí. Hay mucha confianza: cuando le veo la cara después del ensayo, con muy pocas palabras o ninguna, sé lo que quiere. Sabemos por dónde vamos. Y, por si fuera poco, tiene un gran sentido del humor, mucha sorna, una cosa cachonda, divertida, tierna... Y eso se ve en esta obra.
DG: Una tragicomedia muy completa donde pasamos de la cruda realidad a la risa. Por cierto, entre tus máximas hay una frase de Oscar Wilde...
VF: "Morir es fácil, lo difícil es la comedia". Yo he hecho mucho cine, televisión y teatro, que es el medio que te permite conocerte de una manera más profunda. Debuté sobre los escenarios en 1975 con Divinas palabras. Desde entonces he buscado en todos los papeles el lado cómico, hasta en los más duros, y el de Carmela es inteligente, patético y cómico, y a la hora de hacer reír necesitas algo especial que no se puede trabajar.
DG: ¿Es ese equilibrio entre homenaje a los cómicos, memoria histórica, drama y comedia el elemento diferenciador de ¡Ay, Carmela!?
VF: No lo sé. Cuando una obra se convierte en algo inmortal, grande, no sabes cómo explicarlo. El texto ya es un regalo, tenemos mucha suerte de tenerlo para nosotros. Conecta con todo el mundo, aunque no sepan mucho de la historia, de los referentes reales... Mira, ese puede ser uno de los ingredientes básicos de esta mezcla tan bien cocinada.
Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.
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martes, febrero 27, 2007
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Hablamos con... Josep María Pou

Su respeto por el público y la idea de sentirse responsable de todo un producto le ha llevado a cuidar y apasionarse por un montaje del que asume su traducción, adaptación, producción, dirección e interpretación. Le ha valido el aplauso del público, la crítica y los compañeros, sin olvidar la concesión del Premio Nacional de Teatro 2006 por una vida entregada a las tablas.
Detrás de La cabra> hay una especie de declaración de intenciones y hablando con él somos conscientes de que ningún argumento es gratuito.
Daniel Galindo: Estamos acostumbrados a compartimentar, a poner etiquetas, pero resulta imposible encontrar sólo una para definir la obra. Sería acotar demasiado y no tenemos derecho a hacerlo...
Josep María Pou: El lector que haya visto la obra habrá descubierto el truco maravilloso que nos lleva a hacer reír a partir de una mezcla agridulce y desconcertante, un texto dramático sobre un tema tan serio, tan profundo, tan vital. La clave está en la ironía con la que unos personajes muy inteligentes deben paliar un enorme dolor. El sarcasmo a veces es la única defensa para no caer y morirse de dolor. Eso provoca una risa nerviosa justo antes de preguntarnos por la razón de nuestra carcajada.
DG: No estamos ante un género específico: no es comedia, ni drama, ni tragedia...
JMP: Es todo eso mezclado y más: teatro costumbrista, alta comedia, guiños del absurdo... Es vital para entender ese mundo. Partimos de un texto magnífico, con una profunda carga literaria, incluso filosófica. Los actores estamos acostumbrados a parcelar y aplicar claves, pero aquí cada 5 minutos hay un cambio radical. Es un viaje brutal y apasionante.
DG: Y con muchas paradas: la obra está salpicada de tantos temas que es imposible centrarse en uno sólo.
JMP: Otra de las riquezas: es como un pastel de capas donde cada espectador puede encontrar lo que quiera. Hay quien sale del teatro conmocionado por la imposibilidad de controlar lo irracional del amor y quien se mosquea por el discurso de la doble moral, de haz lo que quieras pero que no se entere nadie. He leído muchos textos porque es mi oficio de siempre, pero nunca había tenido en mis manos una función que en 100 minutos pasara por tantos géneros y tuviese elementos como humor, sacrificio y otros que no vamos a desvelar. Un autor como Edward Albee, que se atreve a llevarnos por tantos recovecos, es muy valiente.
DG: Y es casi un logro mantener la tensión, sabiendo que el espectador tiene muy claro el motivo de ese viaje...
JMP: Ha sido una de las cosas más difíciles de transmitir a los actores, aunque por suerte tuve mucho tiempo para trabajar en ello. El hecho de hacer la traducción, primero al catalán y luego al castellano, me ha servido para conocer cada detalle, silencios incluidos. Nuestro trabajo final es conseguir trastornar, noquear al espectador con algo inclasificable, pero sin que pierda el interés durante la obra.
DG: Da la sensación de que La cabra escogió a Josep María Pou...
JMP: En cierta manera, así fue. Incapaz de esperar a que me enviasen el texto, me fui a Nueva York en un viaje relámpago a ver una de las funciones previas. Fue el viaje más enriquecedor de mi vida: salí del teatro con las ganas de contarle a todo el mundo lo que acababa de ver, compartir ese cúmulo de emociones con la gente a la que quiero. Me hacía feliz que el público español pudiese ver la obra, no digo gracias a mi, pero sí de mi mano. Es cierto que tenía ganas de dirigir, aunque no de manera especial, pero llegó La Cabra y me enamoré.
DG: Desde noviembre de 2005 el montaje lleva un recorrido de más de 14 meses. El tiempo y el reposo del éxito ha venido venir bien para ir tomando perspectiva...
JMP: Al principio uno quiere abarcar tantas cosas que no tiene la claridad suficiente para ser objetivo. Ahora puedo decir que el montaje, por ser inclasificable y pertenecer a eso que llaman teatro de minorías, acaba interesando no sólo a unos pocos. Dice mucho a favor del público, que quiere cosas que le provoquen, que atraviesen las barreras que nos ponemos a fuerza de tantos impactos que recibimos, sobre todo a través de la televisión. El teatro llega a través de las emociones y deja un poso que luego permite reflexionar acerca de lo que se ha visto. Me gusta llenar los bolsillos con inquietudes, emociones, preguntas; al día siguiente, al cabo de un mes, uno saca algo de todo lo que arrojamos desde el escenario y se queda pensando. El teatro debe estar vinculado a la sociedad de su tiempo y convertirse en tratamiento de shock para curar males.
DG: Recetemos ir al teatro...
JMP: Y más en estos tiempos tan crispados en que vivimos. Además el hecho de que 300 personas se reúnan para compartir una historia en principio insólita y absurda me merece más que respeto: que salga la gente de su casa, gaste dinero y tiempo, es un milagro y una capacidad de generosidad tan enorme que no tengo derecho a desperdiciar. Ya no sólo como actor sino como ser que forma parte de la sociedad me veo en la obligación de respetar al público y eso me tiene obsesionado. Yo elijo mis trabajos pensando en que nadie salga defraudado. Y eso es lo que me ha llevado a asumir tantas facetas, no por vanidad sino por impedir que nadie malee esta criatura, esta especie de legado.
Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.
Un apunte más: échale un vistazo a la página web de Josep María Pou.
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martes, febrero 27, 2007
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Hablamos con... José Luis García Pérez

Atrapado por el cine desde que Miguel Albaladejo le confió el protagonista de Cachorro, José Luis no ha dejado de aparecer en la pantalla y se ha convertido en actor de cabecera de Gracia Querejeta (Héctor, Siete mesas de billar francés) y Gerardo Herrero, a cuyas órdenes rueda estos días una comedia junto a Federico Luppi y Carmen Maura.
Lanzado en el cine, no oculta su pasión por los escenarios, donde se mueve con soltura y no sólo como actor.
Daniel Galindo: Camino de las primeras 50 representaciones habrás tomado distancia para responder a esta sencilla pregunta: ¿Cómo ves Closer?
José Luis García Pérez: Creo que es, junto con mi compañía, donde mejor me lo paso trabajando y eso que había mucha tela que cortar: dos meses y medio de ensayos, muchos minutos dedicados a la promoción, creo que nunca he dedicado tantos, mucha presión... A eso súmale que es muy estresante esto de hacer teatro. Después de un par de años dedicado por completo al cine casi me había olvidado de lo que era estar todo el día con un personaje en la cabeza: desde que te levantas estás pensando en que por la tarde tienes la función. Eso sí, trabajar y hacerlo con esta gente es una delicia, y cuando llego al Lara sólo pienso en dar gracias por todo lo que me ha tocado.
DG: Y seguirás dando gracias porque la obra todavía está en pañales, tiene mucha vida y la razón es que conecta muy bien con el público...
JLGP: Fíjate que durante los tanteos previos teníamos claro que era una tragicomedia. Sabíamos que al ser una farsa patética y realista, podía funcionar, pero no sabes hasta qué punto reconforta sentir la risa nerviosa del público. Todos nos podemos ver reflejados en los seres que pululan por el escenario y se establece una complicidad vital entre el patio de butacas y nosotros, en las tablas. Además estoy enamorado de mi personaje: pasa por tantos estados que lo disfruto muchísimo sin darme cuenta de que pasa el tiempo y la obra termina.
DG: Tienes en tus manos una caja de sorpresas: Larry es un tipo muy complejo...
JLGP: Sí, pero a la vez muy cercano. Te cuento mi historia con Closer: una amiga, la actriz Diana Lázaro, me dijo que había una película que me podía gustar, que yo le recordaba al tipo. Ella misma me llamó años después para decirme que Mariano Barroso iba a montar la obra. Corrí a buscar la película y me sorprendió verme tan reflejado en Larry. Al día siguiente me cité con Mariano y él llamó a Belén Rueda, que es parte de la producción, y le dijo: 'nuestro Larry acaba de entrar por la puerta'. Hay veces que uno piensa que está hecho para un papel y con Closer tuve esa sensación.
DG: ¿Avisamos a todos de que si vienen con los referentes de la película muy marcados se van a encontrar con algo muy diferente?
JLGP: Sí, sobre todo porque la película de Mike Nichols es una versión de la obra de teatro original de Patrick Marber y no deja de ser una película 'americana'. Creo que la obra es mucho mejor que la película, tiene un lenguaje muy cotidiano e intenso, y luego está la magia de la verdad, por lo que te provoca mucho más: ver a cuatro personas a poca distancia, dando vida a un texto repleto de emociones...
DG: Sólo discrepo en que muchos la han tildado de 'obra urbana': si eso significa que todos vivimos en una espiral de soledad y necesitamos engañarnos, estamos apañados...
JLGP: Pero tiene una lectura positiva además de visos de acabar como una historia feliz, salvadora... La vida urbana también tiene una esperanza, aunque a veces nos veamos en relaciones tan mentirosas. Eso es lo que perseguía Mariano, por cierto, un director al que le gusta mucho los actores. Basa su trabajo en lo personal, en la amistad, y los ensayos son muy largos y enriquecedores. Hemos trabajado como compañía independiente, con mucha unión entre nosotros, con la posibilidad de ensayar en un teatro que tiene 126 años y era el mismo donde luego íbamos a estrenar.
DG: Tu parcela sigue siendo Digo Digo Teatro donde experimentas en el campo de la dirección (Quijotadas) para afrontar nuevos retos...
JLGP: Como el de Vampiros, un espectáculo que se basa en la diferencia y pronto llegará al Centro Cultural de la Villa. Cada vez que tengo un proyecto entre manos, me entrego por entero varios meses y luego siempre estoy sacando ratitos libres de los trabajos que no son por cuenta propia. Es entonces cuando sale a relucir mi vena de estudiante por mi formación como historiador. Me gusta meterme a fondo en un tema, investigar, y cuando ya están las cosas claras... ¡todos a ensayar! Y cuando ves que todo sale bien y que la gente disfruta, vuelves a agradecer por vivir de esto.
Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.
Daniel Galindo: Camino de las primeras 50 representaciones habrás tomado distancia para responder a esta sencilla pregunta: ¿Cómo ves Closer?
José Luis García Pérez: Creo que es, junto con mi compañía, donde mejor me lo paso trabajando y eso que había mucha tela que cortar: dos meses y medio de ensayos, muchos minutos dedicados a la promoción, creo que nunca he dedicado tantos, mucha presión... A eso súmale que es muy estresante esto de hacer teatro. Después de un par de años dedicado por completo al cine casi me había olvidado de lo que era estar todo el día con un personaje en la cabeza: desde que te levantas estás pensando en que por la tarde tienes la función. Eso sí, trabajar y hacerlo con esta gente es una delicia, y cuando llego al Lara sólo pienso en dar gracias por todo lo que me ha tocado.
DG: Y seguirás dando gracias porque la obra todavía está en pañales, tiene mucha vida y la razón es que conecta muy bien con el público...
JLGP: Fíjate que durante los tanteos previos teníamos claro que era una tragicomedia. Sabíamos que al ser una farsa patética y realista, podía funcionar, pero no sabes hasta qué punto reconforta sentir la risa nerviosa del público. Todos nos podemos ver reflejados en los seres que pululan por el escenario y se establece una complicidad vital entre el patio de butacas y nosotros, en las tablas. Además estoy enamorado de mi personaje: pasa por tantos estados que lo disfruto muchísimo sin darme cuenta de que pasa el tiempo y la obra termina.
DG: Tienes en tus manos una caja de sorpresas: Larry es un tipo muy complejo...
JLGP: Sí, pero a la vez muy cercano. Te cuento mi historia con Closer: una amiga, la actriz Diana Lázaro, me dijo que había una película que me podía gustar, que yo le recordaba al tipo. Ella misma me llamó años después para decirme que Mariano Barroso iba a montar la obra. Corrí a buscar la película y me sorprendió verme tan reflejado en Larry. Al día siguiente me cité con Mariano y él llamó a Belén Rueda, que es parte de la producción, y le dijo: 'nuestro Larry acaba de entrar por la puerta'. Hay veces que uno piensa que está hecho para un papel y con Closer tuve esa sensación.
DG: ¿Avisamos a todos de que si vienen con los referentes de la película muy marcados se van a encontrar con algo muy diferente?
JLGP: Sí, sobre todo porque la película de Mike Nichols es una versión de la obra de teatro original de Patrick Marber y no deja de ser una película 'americana'. Creo que la obra es mucho mejor que la película, tiene un lenguaje muy cotidiano e intenso, y luego está la magia de la verdad, por lo que te provoca mucho más: ver a cuatro personas a poca distancia, dando vida a un texto repleto de emociones...
DG: Sólo discrepo en que muchos la han tildado de 'obra urbana': si eso significa que todos vivimos en una espiral de soledad y necesitamos engañarnos, estamos apañados...
JLGP: Pero tiene una lectura positiva además de visos de acabar como una historia feliz, salvadora... La vida urbana también tiene una esperanza, aunque a veces nos veamos en relaciones tan mentirosas. Eso es lo que perseguía Mariano, por cierto, un director al que le gusta mucho los actores. Basa su trabajo en lo personal, en la amistad, y los ensayos son muy largos y enriquecedores. Hemos trabajado como compañía independiente, con mucha unión entre nosotros, con la posibilidad de ensayar en un teatro que tiene 126 años y era el mismo donde luego íbamos a estrenar.
DG: Tu parcela sigue siendo Digo Digo Teatro donde experimentas en el campo de la dirección (Quijotadas) para afrontar nuevos retos...
JLGP: Como el de Vampiros, un espectáculo que se basa en la diferencia y pronto llegará al Centro Cultural de la Villa. Cada vez que tengo un proyecto entre manos, me entrego por entero varios meses y luego siempre estoy sacando ratitos libres de los trabajos que no son por cuenta propia. Es entonces cuando sale a relucir mi vena de estudiante por mi formación como historiador. Me gusta meterme a fondo en un tema, investigar, y cuando ya están las cosas claras... ¡todos a ensayar! Y cuando ves que todo sale bien y que la gente disfruta, vuelves a agradecer por vivir de esto.
Texto escrito por Daniel Galindo y publicado en LaNetro.com.
Un apunte más: échale un vistazo a la página web de Digo Digo Teatro, la compañía de José Luis.
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APUNTES DE CINE Y TEATRO (Daniel Galindo)
el
martes, febrero 27, 2007
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